8.-

2.1K 279 162
                                    

Tweek.

No sabría decir con exactitud cuándo el presentimiento dejó de ser sólo eso. Ya no es solamente una fuerte sensación que le oprime el pecho y le deja la boca seca. Él sabe que algo malo se avecina, y eso malo ocurrirá en cuando la puerta de la oficina de Damien se cierre a sus espaldas. Ha intentado tres veces convencerse a sí mismo de que está exagerando, que es probable que sólo vayan a ponerlo al día, tal vez quejarse de Boris por un rato y preguntarle cómo le ha ido porque están preocupados por él. ¡Ja! Creer eso sin tener ninguna duda no es más que un simple sueño.

Lo más probable, piensa, es que haya hecho algo malo (cosa que no sería para nada rara viniendo de él) y sus amigos vayan a comportarse como los padres adoptivos que son, como sus figuras de autoridad y reprenderlo; y Tweek debería estar acostumbrado a sus regaños después de todo estos años, pero debe confesar que tiene miedo. Un miedo tan intenso que le hace querer vomitar todo lo que acaba de comer; se siente pesado y frío en la nuca y en la garganta; y es tan asfixiante y seco que incluso le arden los pulmones cada vez que respira. No es exageración, realmente está comenzando a sentirse mareado por la falta de oxígeno.

Pensó por un momento comer lo más lento que pudiera, intentando no pensar demasiado en la palmadita que Cayetano le dió en la espalda y menos en la mirada que le dedicó antes de marcharse, como si intentara darle ánimo. Y fue ahí, justo en ese pequeño instante que Tweek comenzó a temer. Muy bien. Lo de comer lento ni siquiera tuvo sentido una vez que se detuvo a analizarlo con más atención, Damien fácilmente podría ir a buscarlo. Oh, claro que sí. Y entonces todo sería infinitamente peor de lo que se había estado imaginando. Así que comió a un ritmo normal, que tampoco era necesariamente rápido. Se concentró tanto en cada movimiento que hacía para llevarse la comida a la boca que para cuando terminó se dio cuenta que ni siquiera había disfrutado la comida.

Parpadeó, confundido y molesto. Boris maulló a su lado, reclamando su atención. Bajó su mano izquierda para acariciar suavemente el lomo de la gata que descansaba pacíficamente en su regazo. Cuando bebió el último trago de su jugo de naranja tomó a su gata en brazos, suspiró profundo y salió del gran comedor. Miró el edificio del padre de Damien del otro lado de la calle y maldijo todo lo que se cruzó en su campo de visión porque estaba justo ahí y él no había tenido tiempo de deshacerse de la ansiedad que se esforzaba por hacer de su estómago un agujero negro gigantesco que amenazaba con absorber todo menos su miedo.

Boris saltó de sus brazos en cuando cruzaron las puertas del edificio y caminó frente a él. como guiándolo, tan glamurosa como sólo ella podía ser. En las escaleras para acceder a la segunda planta se encontró con tres demonios que intentaron saludarlo de forma agradable, eso hasta que se percataron de su expresión de puro y completo miedo, entonces sólo le dedicaron una mueca de lástima que, la verdad, no ayudó demasiado. Continuó avanzando. Un pie delante del otro. Se preguntó en varias ocasiones por qué cielos las escaleras eran más cortas de lo que necesitaba, y cuando llegó al cuarto piso ni siquiera sintió el habitual calor en los muslos que siempre le hacía compañía cuando visitaba a Damien o a Cayetano en este lugar.

Boris ya lo esperaba sentada frente a la puerta de Damien. A veces sentía que su gata lo amaba, a veces que conspiraba en su contra. No podía quejarse, ella había estado ahí cuando él más lo necesitó, y al final es eso lo que realmente importa; o al menos lo que realmente le importa a él. Inhaló fuerte por la nariz, sintiendo como el aire le llenaba los pulmones, lo retuvo por un instante y finalmente lo soltó poco a poco por la boca. De cualquier forma no le sirvió de mucho. Seguía sintiendo el corazón latiendo con fuerza en su garganta, y su cabeza aún se sentía pesada.

Sus nudillo golpearon la puerta tres veces, suave, tembloroso y asustadizo. Escuchó los pasos firmes del otro lado de la puerta y tragó saliva con fuerza sintiendo repentinamente la boca seca. Damien abrió; al verlo su gesto se endureció y Tweek se sintió muy orgulloso por ser capaz de mantener su rostro inexpresivo, aunque por dentro se estaba orinando del miedo. Boris había entrado en cuando la puerta se abrió.

Alma Brillante ~Creek~Onde as histórias ganham vida. Descobre agora