EMERGENCIA

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Regresé a casa junto con mi hermana y saludamos a nuestros abuelos, quienes nos recibieron con una sonrisa en sus rostros y abrazos

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Regresé a casa junto con mi hermana y saludamos a nuestros abuelos, quienes nos recibieron con una sonrisa en sus rostros y abrazos. Nos preguntaron qué tal nos había ido, a lo cual respondimos que bien.

Mi hermana subió a su cuarto para cambiarse al igual que yo al mío. Me cambié de ropa para ir a la pista de hielo a entrenar, tenía que estar allá a las 4 y ya eran las 3:30; debía apurarme.

Me puse la ropa adecuada, tomé mi maletín que ya tenía todo lo que iba a necesitar y bajé por las escaleras. Mi abuelo ya estaba en su auto esperándome para llevarme. La pista no quedaba muy cerca de mi casa.

—¿Hasta qué hora te quedarás hoy, hija? —preguntó mi abuelo concentrado en el camino.

—Hasta las 7 abuelo. Los días de semana me quedo hasta las 7 —respondí.

—Bueno... y dime, ¿qué hay de nuevo en la escuela?

—Pues, hay varios chicos nuevos y nuestro tutor es el profesor Jhonny.

—Ah, vaya ¿Has conocido a algún chico nuevo? —preguntó curioso.

—Aún no —me reí—. Solo de vista —miré por la ventanilla—. Hay uno que es bien guapo —dije mirando al retrovisor, tratando de ver qué cara ponía. Abrió bien los ojos, lo cual me dio gracia.

—Todavía estás muy chica para eso, ¿eh? —se rió.

—Sí, abuelo. Lo sé —rodé los ojos con una sonrisa.

—Tú no te me enamoras hasta que tengas 50 años —dijo riéndose. Ambos sabíamos que eso no iba a ser verdad.

—Sí, claro. Y me casaré a los 100 —agregué riéndome.

—¡Exacto! —se rió más fuerte.

—Ay, abuelo. Te pasas —me reía—. Pero creo que a Paz si le gusta —le conté mirando por la ventanilla de nuevo.

—¿En serio? —preguntó intrigado.

—Si... bueno, pero ella dice que solo es una atracción física.

—Puede ser, ya que no lo conoce, ¿o sí?

—No —contesté—. Es nuevo.

—Bueno, habrá que aconsejarle algunos de estos días —ya estábamos por llegar—. Es normal que se sienta así. De hecho, me llama la atención que tú no lo hagas, linda.

—Ay, no, abuelo. Eso sería muy raro —hice una mueca—. Pero supongo que algún día pasará.

—Si pues, hija. Así pasa —se terminó de estacionar—. Listo, mi reina. Llegamos —sonreí—. Nos llamas cuando termina tu entrenamiento, ¿okay?

—Está bien, abuelo. Chau, cuídate —bajé del auto.

—Chau, cariño —se despidió desde el interior del auto.

AVENTURAS #1Where stories live. Discover now