HIPNOTIZADA

69 27 102
                                    

Estar metida en mi casa no era algo que me encantara hacer siempre

Hoppla! Dieses Bild entspricht nicht unseren inhaltlichen Richtlinien. Um mit dem Veröffentlichen fortfahren zu können, entferne es bitte oder lade ein anderes Bild hoch.

Estar metida en mi casa no era algo que me encantara hacer siempre. Es decir, amo leer libros pero eso no significa que me guste leerlos en mi casa toda la vida. Me encanta leer en el aire libre, ya sea en un campo o incluso en el barrio o en el parque. Donde sea, pero que sea un espacio libre y pueda sentir el aire en mi cara.

Ese día estaba en el barrio, sentada en la vereda, leyendo. No tenía nada más que hacer. Mafer estaba en uno de sus tantos entrenamientos de patinaje sobre hielo; Paz, Gianmarco y Brenda estaban en sus casas, Alonso en el orfanato. La verdad ese día no quería hacer mucho.

Sabía perfectamente que Mateo estaba en una salida con Liz y eso... eso me afectaba. No demasiado, pero lo hacía. Era como si me quisiese escapar de la realidad leyendo libros.

Mateo mismo me había dicho que iba a salir con Liz. Y no es porque sea malo, sino que mi mejor amigo no tenía idea de que yo sentía algo por él. De hecho, Brenda era la única que lo sabía.

En fin, estaba ahí... sola, sentada en la acera en frente de mi casa y leyendo por décimo quinta vez Bajo la misma Estrella.

Todo estaba tranquilo y solo. Y así quería que sea, pero mi anillo comenzó a vibrar.

Se me acabó la tranquilidad.

No tenía ganas de ir a salvar al mundo. Créanme, era lo que menos quería hacer. Pero ni modo...

Entré corriendo a mi casa, sin que mis madres se dieran cuenta. Dejé mi libro sobre la cama, vi dónde y cuál era la emergencia, me transformé y salí por mi ventana.

La fastidiosa de Olenka había regresado después de dos meses desde su primera aparición. Y sabíamos, gracias a Paz, que quería nuestros anillos por alguna razón que aún no conocíamos; pero dudábamos que sea una buena, por eso teníamos que evitar que los obtenga.

Fui a donde estaba la emergencia y no había nadie aún, solo Olenka. Estaba mirando el parque que tenía en frente de ella y dándome la espalda. No sabía si acercarme a ella o simplemente quedarme parada porque Olenka no estaba haciendo nada más que observar El Parque Central.

De pronto, ella volteó rápidamente, lo que me hizo asustar y sacar mi arma: un arco y una flecha. De forma impulsiva, como siempre he sido yo, lancé la flecha y casi cae en su hombro... 

Créanme que si le caía no me iba a sentir nada bien porque, evidentemente, la hubiese lastimado.

Al ver que estuvo a punto de rozar su cuerpo, me asusté aún más, abrí bien los ojos y ella me miró furiosa.

—¿Cómo te atreves? —decía entre dientes y se acercaba de forma amenazante hacia mí mientras sacaba su espada y escudo. Sí, al parecer tenía dos armas... o las que quisiera, porque las creaba de la nada.

Nosotros las teníamos en nuestras espaldas, a excepción de Mateo que formaba sus guantes de acero cuando los necesitaba. El punto es que solo teníamos un arma y Olenka podía tener las que quisiese.

AVENTURAS #1Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt