ESTO AÚN NO ACABA

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—Quiero irme a casa —le dije a Mateo; quien solo pudo mirarme, sin saber exactamente qué decir

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—Quiero irme a casa —le dije a Mateo; quien solo pudo mirarme, sin saber exactamente qué decir. Íbamos caminando por las calles de aquella derribada ciudad y no me gustaba nada. Todo era un caos y había mucha gente asustada gritando nombres de personas que no encontraban. No quería estar ahí, pero tampoco me iba a sentir bien si me iba sin hacer nada.

Por suerte, no habían muchas personas heridas. Es decir, sí; miles de casas se cayeron porque eran hechas de adobe o de algún otro material no muy resistente... pero, afortunadamente, la mayoría eran de un solo piso y por eso las personas pudieron salir muy fácilmente.

La mayoría de heridos eran a causa de las ventanas rotas y vidrios.

De un momento a otro, escuchamos a un niño llorar. Lo buscábamos con la mirada pero seguíamos sin poder encontrarlo mientras yo solo rogaba que no estuviese herido. 

Soy bastante sensible con el tema de las heridas, no me gusta verlas y por eso no entiendo como mi mamá Esther puede ser enfermera.

Seguíamos el sonido de su llanto, hasta que al fin lo encontramos. Estaba solo, en una esquina de la calle, cerca de una casa bastante inestable, parado y cubriéndose el rostro con sus pequeñas manos. 

—Hola, pequeño —Mateo se acercó y lo saludó con ternura, tratando de no asustarlo; pero el niño le gritó, pidiéndole que se alejara, algo que nos hizo sobresaltar a ambos—. Tranquilo, no te haremos daño. Somos superhéroes, ¿sabías? —el pequeño lo miró tímidamente—. ¿Te gustan los superhéroes? —no recibía respuesta—. Yo me llamo Fireboy y ella es mi compañera Watergirl —me señaló, esos eran nuestros nombres de héroes—. Salgamos de aquí, ¿sí? —Mateo se acercaba lentamente para tomarle la mano y llevárselo lejos de ahí—. No te haremos daño.

Yo solo veía como la casa parecía estar a punto de caerse, estaba muy inclinada hacia adelante y nosotros nos encontrábamos bastante cerca a ella. Era de dos pisos, pero en mi opinión su material no era nada resistente. Después de unos segundos, sentí que una pequeña roca caía en mi cabeza, lo que me hizo llevarme la mano a ella.

Miré arriba, de donde vino el golpe, y en la parte frontal de la vivienda se estaba formando una grieta que cada vez se hacía más larga. Abrí bien los ojos y miré a Mateo, que todavía seguía queriendo sacar al niño de ahí.

—¡Se va a derribar! —grité. Mateo me miró sorprendido y notó la grieta—. ¡Todos váyanse de una vez! —grité con todas mis fuerzas al resto de gente que aún estaban alrededor de la vivienda. La calle era estrecha así que no había muchos lugares a los cuales correr, pero teníamos que hacerlo.

 La calle era estrecha así que no había muchos lugares a los cuales correr, pero teníamos que hacerlo

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AVENTURAS #1Where stories live. Discover now