María Fernanda es una chica de 12 años que descubre algo increíble que cambiará su vida para siempre, pero no se arrepentirá de ello. Junto a sus amigos: Emily, Mateo, Gianmarco y Alonso; descubren nuevas cosas y aventuras interesantes para cualquie...
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Mi celular sonó, lo vi y era mi abuelo. Le contesté y me dijo que ya era hora de irnos.
—Los siento, Frank. Ya debo irme.
—No te preocupes, Paz. Cuídate —nos despedimos con un beso en la mejilla.
Fui corriendo al patio de secundaria de la escuela. Ahí estaban esperándome mis abuelos, mi hermana y Emily.
—Así que... Frank, ¿eh? —me miraba mi hermana pícara.
—No molestes —le decía riéndome.
Brenda se fue con sus padres al barrio, pero en su auto; nosotros solo la llevamos. Entramos al auto junto con Emily y regresamos a casa. Fuimos conversando en el camino, riéndonos de lo que habíamos hecho y hablando de los bailes. Extrañamente, Emily no hablaba mucho.
Llegamos al barrio, nos despedimos de nuestra amiga y fuimos a un restaurante. No es que no quisiéramos ir con Emily, es solo que sus madres querían que llegara temprano y ya eran más de las nueve la noche.
Fuimos a una pizzería, conversamos, reímos, pasamos un buen rato y comimos pizzas deliciosas. Luego de eso, regresamos al barrio y entramos a casa. Mi hermana y mi abuela estaban exhaustas así que se fueron a descansar, mientras que mi abuelo y yo nos quedamos viendo televisión.
—Cariño, debo preguntarte algo —me dijo. Yo solo miré a los ojos—. ¿Estás con ese chico... Frank?
—No, abuelo. ¿Por qué? —pregunté mientras fruncía el ceño.
—Pero si estás enamorada de él —arqueó una ceja.
—Pues... —me puse roja—. Sí —respondí con la mirada baja y una sonrisita nerviosa.
—Ya me lo suponía —me contestó riéndose—. Y a él también le gustas.
—¡No! ¡Qué va! —me reí—. No empieces con tus locuras, abuelo.
—Ay, hija. ¿Tú crees que no me doy cuenta de que a ese muchachito lo traes loquito? —me reí aún más fuerte—. No te rías tan fuerte que tu abuela y tu hermana se despiertan y ahí sí que se arma una buena.
—Vale, abuelo. Ya... ¿Pero por qué dices eso?
—Yo también he sido muchacho, hijita. Yo también he estado así de loquito atolondrado con más de una chica... pero no al mismo tiempo, claro —hizo una pausa—. Le das detallitos, la llevas allá, la llevas acá... en fin, cosas que hace uno cuando está flechado.
—Entonces sí crees que le gusto...
—Pues sí. Y tú tampoco te hagas que también ya te vi, pequeña pilla —nos reímos un poco—. Pero quería decirte, hijita —me abrazó por los hombros—. Que aún estás chiquilla para esas cosas... pero sé bien que si se prohíbe eso no sirve de nada. Solo lo hace peor —yo lo miraba a los ojos atentamente, tratando de averiguar qué me iba a decir—. Así que si ustedes deciden estar juntos... quiero que me cuentes cualquier duda que tengas. A mí o a tu abuela. ¿De acuerdo?
