REMEDIO

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No pude quedarme ahí ni un minuto más

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No pude quedarme ahí ni un minuto más.

Me fui volando sin que nadie me viera. Quería ir a casa a llorar y a limpiarme las manos.

Entré por la ventana de mi cuarto, me destransformé y me fui corriendo al baño del segundo piso que estaba al lado de mi habitación. Rogaba porque ninguno de mis abuelos me viera, sería un desastre si lo hacían.

Afortunadamente, ninguno de los dos se percató de que estaba ahí y eso fue un gran alivio para mí. Cerré la puerta de mi habitación de un portazo y me quedé con la mirada perdida, respirando fuerte y agitadamente.

Miré mis manos de nuevo. Todo ese líquido rojo se había ido de ellas, pero aún así temblaba por completo. Sacudí mis manos, incluso salté y caminé por todo mi cuarto dando vueltas, pero eso seguía ahí... ese sentimiento que no podía describir y me asustaba, me frustraba.

—¿Bajarás a cenar, mi amor? —mi abuela Rosa tocó mi puerta.

—No, abuela. No tengo hambre —respondí tratando de sonar tranquila.

—Bueno, ¿tienes idea de dónde puede estar tu hermana? —hablaba del otro lado de la puerta.

—Yo... —me quedé callada, pensando en qué decirle—. P-Puede que esté en su cuarto, abuela —"Wow, Paz. Linda excusa", me dije internamente.

—Bueno, ¿estás segura que no tienes hambre?

—Sí, abuela. No te preocupes —sentí sus pasos, lo que indicaba que se iba lejos de mi habitación—. Fer, espero que ya estés en tu cuarto, por favor —me dije a mí misma, mirando al techo.

Me senté al borde de mi cama y me abracé a mí misma. Definitivamente necesitaba desahogarme, pero por alguna razón, las lágrimas no salían, así que decidí hacer otra cosa.

Me paré y me tiré a la cama de un salto, cubrí mi rostro con mi almohada y di un fuerte grito mientras pateaba el colchón. Me senté sobre la cama y tiré la almohada con fuerza al suelo; sentía mi respiración agitada aún. Tomé la almohada de nuevo y la puse sobre mi rostro.

—¡Estúpida naturaleza! —grité sobre el objeto blando, alargando la "a"...

Y al fin rompí en llanto.

Me quedé así por un rato, llorando sobre la almohada, hasta que alguien tocó la puerta de nuevo.

—Paz, soy yo... —mi hermana—. ¿Puedo pasar? —preguntó en un tono triste.

—Sí —dejé la almohada en su lugar y me sequé las lágrimas. Volteé mi cara para evitar que ella me vea. Abrió la puerta.

—Hermanita... —estaba preocupada, lo sentía en su tono de voz—. ¿Por qué te fuiste así? 

—Yo... —se dio cuenta de que había estado llorando. Se sentó a mi lado, al borde de la cama.

—Ven aquí —vi de reojo que abrió los brazos, ofreciéndome un abrazo, el cual acepté sin dudar. Escondí mi cara en su hombro mientras lloraba más fuerte, ella solo me acariciaba la cabeza—. Yo también tuve miedo, Paz... no me imagino tú.

AVENTURAS #1Where stories live. Discover now