OLENKA

103 35 132
                                    

—¿Quién diablos son ustedes? —escuchamos la voz detrás de nosotros

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Quién diablos son ustedes? —escuchamos la voz detrás de nosotros. Me estremecí al sentir su odio en ella.

Pude ver que todos estaban igual de sorprendidos que yo. Volteamos a verla, para ya quitarnos la duda.

Era una chica, evidentemente mayor que nosotros por un par de años. De tez blanca, cabello negro suelto y largo, alta y con las curvas bien pronunciadas y donde debían estar. 

Parecía ser otra heroína, ya que también tenía antifaz al igual que nosotros. Vestía un enterizo corto, arriba de la mitad del muslo, de manga larga, unas botas que le quedaban exactamente arriba de la rodilla (eran de tacón, pero no tan alto) y un antifaz... todo de color negro.

Debo admitir que era bonita, era guapa. Pero daba algo de miedo, parecía estar muy molesta con nosotros sin razón aparente.

—¿Quién eres tú? —Emily se atrevió a hablarle.

—Eso no te interesa —respondió la misteriosa chica de mala gana—. ¿Qué hacen con MIS anillos?

—Son nuestros —afirmó Paz.

—Te equivocas. Son míos y los quiero, ¡ya! —se le veía furiosa. Ni Mateo, ni Alonso ni yo nos atrevimos a hablarle.

—Pues no los tendrás porque nosotros los encontramos —aclaró María Paz—. Y vamos a salvar al mundo con ellos... así que adiós —se volteó y se fue rápidamente a la casa que se incendiaba. Alonso y yo solo la seguimos sin saber exactamente qué iba a pasar o qué íbamos a hacer respecto a la chica misteriosa.



Emily y yo nos quedamos viendo a la chica, completamente confundidos, mientras ella nos fulminaba con la mirada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Emily y yo nos quedamos viendo a la chica, completamente confundidos, mientras ella nos fulminaba con la mirada. Pero al final decidió irse volando, algo que nos alivió enormemente.

—Bueno, vamos —le dije. Ella volteó a ver el incendio que se estaba formando, se quedó perdida—. Emi, ¿estás bien? —la miré y me preocupé.

—Yo... no puedo —negó con la cabeza, retrocedió y se fue volando, hasta perderse de mi vista.

—¡Espera! —le grité, pero ya era muy tarde. Se había ido y yo tenía que ayudar a los demás con el incendio.

AVENTURAS #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora