Capítulo 1: El día que todo se arruino

3.4K 125 16
                                    

Faltaba una sola semana para llegar al altar del brazo de mi papá. Y que mi futuro marido, el amor más real que había sentido en mi vida, me estuviese esperando ahí parado, listo para dar el sí

Pero adivinen qué paso, me llamo llorando un viernes antes diciéndome que no podía hacerlo. No entendía de qué me hablaba y me puse tan nerviosa que empecé a reírme mientras temblaba.

- Dale gordo – me reía y lloraba mientras sentía que mi mundo estaba siendo atropellado por un camión sin escrúpulos – ¿De qué estas hablando? ¿Qué es lo que no podes hacer? – del otro lado un silencio que causaba escalofríos y después muchos "perdón, pero no puedo" me quedó colgar el teléfono y respirar profundo.

Okey, estaba a un paso de casarme, mi novio me acaba de dejar plantada, o algo así. Respira Lali, respira profundo, no puede estar pasando esto. ¿Qué hago? No podía parar de dar vueltas en círculos alrededor de mi departamento, no sabia si destruirlo o prenderlo fuego. No sabia qué hacer.

- Euge- llamé a mi mejor amiga, temblando, no sabía como explicarle lo que estaba pasando – podes venir a casa? Es un poco urgente

- Lalo – escuchaba ruidos – estoy en el auto volviendo de laburar. Si me das un rato paso por ahí, pero ¿paso algo? – suspiré fuerte –

- Venite que te cuento, maneja tranquila – corte para no tener que responder más preguntas por el momento.

El camino para casi llegar al altar fue muy largo, porque no estaba tan convencida que con 26 años estaba lista para dar ese paso o firmar unos papeles, estábamos bien siendo novios que convivían un par de días a la semana y que sobretodo se amaban mucho. Pero su familia, tan conservadora, tan refinada empezó a insistir que era momento de casarnos después de tres años de noviazgo, que ellos iban a ayudar con los gastos, ya que yo siendo publicista y trabajando en una agencia no podía darme el lujo de mis ahorros tirarlos en una fiesta de la que ni tan segura estaba. Pero después de varios meses de charla, de insistencias decidí dar el sí. Era un tramité más, con una fiesta de por medio y unos papeles que firmar. Le saqué el peso del matrimonio y acepté, y en sus ojos vi al hombre más feliz del mundo. O eso creía porque se acababa de caer todo esos planes que teníamos. Tenía la mitad de mis cosas en su departamento, donde íbamos a vivir juntos. El maldito vestido colgado en el placard, los pasajes a México para nuestra luna de miel y todas las reservas ya listas para ser usadas. Todo estaba listo para casarnos, menos él.

Eugenia llegó y yo bajé a abrirle con los ojos dinamitados de tantas lagrimas, solo basto con mirarme y saber que necesitaba un abrazo porque había algo que no estaba bien. Su abrazo era un mimo a mi alma recién destruida, era algo de calma en ese cerebro que se había convertido en una licuadora gigante. Nos sentamos en el sillón y entre lagrimas y puteadas le conté lo que había pasado.

- Ah no, yo a ese hijo de puta lo voy a matar – gritaba mientras se agarraba la cabeza – te lo dije Lali, nunca me termino de cerrar, tanto te insistió para que te cases. Y ahora te dice que no puede? – Euge era la amiga que siempre iba con la verdad, no importaba lo cruda que podía ser. Ella tenía razón – Dame tu celular, me va a escuchar a mí.

- No Eu – negué con la cabeza – voy a esperar un poco a ver si me dice que era un chiste o algo así – me sequé las lagrimas y ella revoleó los ojos – No lo digo de ingenua, es que si no llega a ser algo de esas mierdas me va a escuchar a mi – suspiré y fui a buscar un vino para compartir con mi amiga –

Después de varias copas terminamos las dos llorando y abrazadas en el sillón. Había una angustia adentro mío que no podía contener, me dolía el corazón, sentía como me lo estaban rompiendo en mil pedazos.

- La – me sacudió mi amiga – despertate – abrí los ojos y la mire – uy esos ojos de huevo – se tapo la boca y se rio. Me refriegue los ojos y la mire con cara de odio –

Me levanté del sillón y lo primero que hice fue revisar mi teléfono, lo único que esperaba era un mensaje, una llamada perdida, una explicación, pero no había nada.

Cuando mi amiga se fue a su casa, solamente me remití a tirarme en la cama y esperar. Las horas pasaban y no había novedades, solo mensajes de amigos y de mi familia preguntando por los detalles que faltaban para el casamiento. Me termine de atacar del enojo y de los nervios que decidí yo misma marcar su teléfono y ya no para pedir explicaciones, si no para exigir que se hiciera cargo de todo lo que continuaba.

Después de varios intentos y de mensajes en su casilla, el cobarde decidió atenderme, había tanto enojo en mi cuerpo, que era bastante chico, que no lo deje hablar e hice un monologo yo sola como una demente en plena crisis.

- No me interesa ni un poco lo que que me queres decir -grité – no quiero ni escucharte, solo quiero que de la misma forma que tenes tantos huevos para dejarme plantada a una semana de darte el puto sí por el que tanto me insististe te hagas cargo y llames uno por uno a los invitados para avisarles que no nos vamos a casar – respiré y tomé aire – y no, no nos vamos a casar y si te arrepentís Santiago, jodete por cagón – volví a gritarle, no podía contener la ira que me nacía desde el fondo del pecho – Espero que me mandes todas mis cosas que están en ese departamento – una vez que termine suspiré y escuché su voz del otro lado –

- Lali – dijo con la voz quebrada – perdoname, por favor, dame un tiempo, no podemos tirar todo por la borda, así como así, solo no estoy listo para casarme – escupí una carcajada –

- Andate a cagar boludo! – grité y corté el teléfono revoleándolo a la cama – 

ReconstruirmeWhere stories live. Discover now