Capitulo 2: El día que colapse

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Lunes y había que volver a la rutina, a decir verdad, pensaba faltar a trabajar y quedarme llorando en el mismo sillón donde pase todo mi fin de semana. La noticia del no-casamiento ya había empezado a circular, mi teléfono explotaba de mensajes de aliento, de enojo, de preguntas. Conteste unos pocos, estaba decidida a no hacerme cargo de la situación bajo ninguna circunstancia. Yo no había elegido esto y no tenía por qué poner la cara. Victorio, mi compañero de trabajo y amigo, iba a pasar a buscarme para ir juntos a la agencia. Me cambie como pude, sin ganas, me arregle un poco para tapar las ojeras y la resaca de todo el alcohol que había consumido durante todo el fin de semana sola. Eugenia y Candela, mi otra mejor amiga y diseñadora de mi no-vestido, se mantuvieron en contacto todo el tiempo conmigo, insistieron en acompañarme, pero me negué. Necesitaba canalizar todo este dolor sola.

- Hola Negro – saludé con un beso a mi amigo cuando me subí a su auto –

- Pasamos a comprar café? – solo asentí, él entendía a la perfección mi humor y yo sus ganas de ir a reventar a patadas a mi ex futuro marido –

El camino a la oficina fue más corto de lo que me hubiera gustado, pasamos a buscar nuestro café como todas las mañanas y cuando llegué me sentí la viuda negra, o la plantada en el altar, todos me saludaban dándome el pésame, solo sonreía y por dentro hasta yo sentía pena de mi misma. Prendí mi computadora y ahí estaba esa foto de los dos tirados en la arena de Miami. El día que después de tanta insistencia le dije que sí. Automáticamente cambié el fondo y puse un perrito sonriendo, nada mas alejado a mi alma en ese momento. Sonó la alerta de mi computadora y era Rocío, la secretaría de Romina, mi jefa. Que me estaba esperando. Solo me limite a contestar "voy" y arrastrando mis pies llegue a la recepción. Mi amiga me miró y me abrazó, me separé rápido porque no quería ponerme a llorar como una nena en el medio de la oficina.

- Te explicó algo? – solo negué – que sorete – suspire y me acaricio el brazo – Romi quiere verte sabes? –

- Asumí que faltaba sus condolencias – sonreí triste – la gente me mira con lastima y eso me pone loca – sonrío ella, porque me conocía – el que me mire con esa cara de pescado triste te juro que es el próximo que mando al carajo

- Primero calmate porque lo único que falta es que te suspendan por intentar matar a alguien – se abrió la puerta del despacho de mi jefa, le revoleé los ojos a mi amiga y giré en mi eje para saludarla y meterme en su oficina.

La conversación con Romina fue bastante menos dramática de lo que pensé. Me ofreció tomarme los días que necesitase. Pero me negué porque estar en mi lugar de trabajo me sacaba de todos los problemas que tenia encima y de los que se venían. Lo único que le pedí fue faltar un solo día en la semana para poder resolver lo que surgiera (o quedarme llorando). Me dio unas carpetas que tenía que estudiar para poder arma una campaña publicitaria grande de tres marcas y volvió a remarcarme que estaba para cualquier cosa que necesitara.

No éramos demasiados en la agencia, casi unas 20 personas. Yo trabajaba con Mora, Julián, Agustina y Ramiro en la parte de dirección de cuentas y cada uno tenia un asistente con quien contar, el mío era Franco, un chico de unos 22 años que estaba recién recibido de Licenciado en Marketing y se me era muy fácil para mi trabajar con él porque siempre estaba atento a lo que necesitara. Así que esta vez, confié en él y le pasé las tres carpetas de mis cuentas para que el hiciera el análisis principal y después trabajarlo juntos.

Se hizo miércoles y me tocó ir a la casa de mis papas, a quienes estuve esquivando estos días porque no quería preocuparlos demás, aunque sabía perfectamente que estaban más asustados que enojados. De Santiago casi no tuve noticias, su hermana se comunicó conmigo para pedirme perdón también, como si ella tuviera que hacerse cargo, a lo que le respondí que me importaba recuperar mis cosas y que se encargaran de tirar todo el casamiento para atrás, porque yo no pensaba hacerlo. Después de todo, él era su hermano y mi odio me impedía comunicarme pacíficamente para resolver las cancelaciones correspondientes. Mi no-luna de miel quedo abierta y sin devolución para cuando quisiera usarla, asumí perder el pasaje y listo, pero Eugenia y Candela me plantearon irnos unos días juntas más adelante para despejarnos y emborracharnos. Les dije que lo iba a pensar.

Llegar a lo de mis papas fue dramático, mi mama lloraba y mi papa insultaba. Les pedí que mantuvieran la calma que yo no tenía, su única hija había sido plantada casi en el altar, lógico. Intente evitar hablar del tema, pero fue imposible. Mi papá se peleó fuerte con mi ex suegro porque su hijo había lastimado a su nena. Mi mamá en cambio ayudo a mi ex suegra a cancelar todo. Me enojé aun más. Era tan cagon que ni siquiera se pudo hacer cargo de todo lo que le pedí.

- Hija quedate a dormir, es tarde para que vuelvas – estaba tirada en el sillón mientras mi papá masajeaba mi cabeza, tenía tan pocas fuerzas que solamente asentí y cerré los ojos de nuevo – Estaba pensando, que quizá seria bueno que empieces terapia – abrí los ojos y la mire –

- No sé mamá, no puedo pensar en eso ahora – ella era psiquiatra y mi papá medico clínico, era una batalla perdida – lo voy a analizar y te cuento

- Pensalo Lali, te va a hacer bien – él me dio un beso en la frente – quizá desquitar toda esa bronca y tristeza que tenes –

El jueves me levante peor que los días anteriores. Me levanté ahogada en llanto y en el medio de una crisis nerviosa, mis gritos hicieron despertar a mis papás que corrieron a buscarme. Intentaron calmarme, pero no había caso, las lagrimas que habitaban en mi se caían sin poder contenerse, la rabia se hacia presente mientras apretaba fuerte una almohada y mis gritos se ahogaban pidiendo ayuda mientras el corazón se volvía a destruir. Fue el día que falte a trabajar. Fue el día que mamá y papá se quedaron conmigo. Fue el día que todo el amor que sentía por Santiago se transformo en bronca. Fue el día que me di cuenta que necesitaba ayuda, porque estaba nadando en mi propio dolor.

Le avise a Rochi que me iba a quedar, que le avisara por favor a mi jefa, también le mande un mensaje a mi asistente diciéndole que confiaba en él que después revisábamos juntos todo. Alrededor de las seis de la tarde Candela y Eugenia pasaron a buscarme para que me quedara con ellas toda la noche. No me resistí. Necesitaba compañía.

Estuvimos juntas en la cama hasta que me dormí en el medio de alguna película de acción, la consigna era nada de amor ni de drama, los tiros fue la mejor opción. Me desperté con el desayuno hecho por Euge y mientras me cambiaba para irme a trabajar, Cande decidió que lo mejor era que ella se llevase el vestido de no-novia y las pocas cosas que había en el departamento del casamiento.

El viernes camine las treinta cuadras al trabajo con música pensando en el día que seguía. Llegar a la oficina implico ponerme en off y solamente tener la cabeza en el trabajo y planificar. A medio día me llego un mensaje de mi mamá que quería saber cómo estaba, y el teléfono de un terapeuta para que visitara. Suspiré y agendé su número para después decidir qué hacer con eso. Ese día me fui a lo de Rochi, para no estar en mi departamento.

Llegamos a su casa y pedimos sushi, una botella de vino blanco (o dos) y comimos en silencio, con música de fondo, ella con todas sus energías me propuso hacerme reiki y accedí, estaba entregada. Solo recuerdo acostarme y mientras ella trabajaba conmigo lloré para después quedarme dormida. Me levanté de madrugada a buscar un vaso de agua y la angustia llegó para quedarse y no dejarme pegar un ojo. Revise mensajes, mire fotos y videos. De repente, la persona que amaba era la persona que más me había lastimado, la que había tirado todo a la basura. Miré el contacto del psicólogo recomendado por mi madre y suspiré. No me parecía mala idea. Deambulé por la casa hasta que Rocío se despertó y me vio llorando (de nuevo) en el sillón, solo me abrazo y nada más, sabía que era lo único que necesitaba.

Hace 4 años cuando empecé a trabajar en la agencia ella fue mi primer amiga, yo tenía veintidós años y ella veintitrés. Nuestros escritorios se enfrentaban y entre mate y mate nos conocimos más. Era una persona de mucha paz mental, ella no peleaba con nadie, ella aconsejaba, ella escuchaba y en frente me tenía a mi, una chica con muchos sueños que solo buscaba crecer dentro de la agencia, que tenía mil anécdotas que contar cada lunes después de algún fin de semana de fiesta, una polvorita, como me decía mi jefe de ese entonces, que no dejaba que nadie la pasara por encima. Rocío escucho cuando conocí a Santiago y empezamos a salir, ella se alegró por mí "Parece un hombre con todas las letras". Ay amiga, si supiéramos como iba a terminar esa historia. 

ReconstruirmeWhere stories live. Discover now