Capítulo 15: La tarde que tomé coraje

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Habían pasado ya unos días desde que decidí frenar mi no-relación con Peter y desde que me arrepentí. Lo llamé y le dejé varios mensajes que no tuvieron respuestas, entendí su enojo y me enojé conmigo. Hablé mucho con mis amigas que me aconsejaron darle su espacio para que se le pasara, pero mi ansiedad no me permitía parar de llenarle su WhatsApp de mensajes pidiéndole que volviéramos a hablar.

Un lunes salí de trabajar y me cansé de ver mi teléfono sin respuesta. Entendía que estaba manejando una intensidad que no era buena, pero necesitaba una respuesta. Tampoco estaba tan de acuerdo con el grado de enojo que estaba manejando, solamente le dije lo que me pasaba y le pedí un poco de aire.

Cuando me di cuenta que estaba enamorada de Santiago saqué por completo la coraza que tenía sobre mis sentimientos y me entregué para dejarme a mi de lado. El viajaba mucho por trabajo, se dedicaba a los negocios, y yo muchas veces cedí mi espacio para acompañarlo, ese era para mi el concepto de amor. Me empecé a dar cuenta lo equivocada que estaba cuando le pedí que me acompañara a un evento de trabajo y priorizó el encuentro con sus amigos, que se repetía todas las semanas, y me acompaño Eugenia.

Todas estas actitudes generaban una tensión entre mi amiga y mi novio, donde yo intermediaba para que ella aflojara y entendiera. Pero no había caso. Una noche en un bar Euge me miro y me dijo que estaba aplazando mis cosas por acompañarlo a él y me enojé porque supe que tenía razón, pero no estaba en condiciones de verlo.

Todos esos recuerdos aparecían cuando la montaña rusa de mi vida se ponía en movimiento. Es por eso que había llegado a la conclusión que por más charlas que tuviera con Santiago para terminar el capitulo de mi vida, no iba a cambiar mi enojo acumulado por varios años. Y fue ahí cuando elegí no volver a plantearme esa historia como inconclusa cuando el cierre se lo había dado él. Y también, fue ahí cuando me di cuenta que estaba perdiendo a un hombre que solo quería apoyarme y acompañarme sin presiones ni rótulos.

Salí de la oficina decidida a arreglar mi situación con Peter. Esta vez no iba a esperarlo a la salida. Cuando Delfina me recibió se sorprendió al verme, cuando chequeó que no tenía turno alguno y le expliqué que venía a verlo un segundito me dijo que tomará asiento que iba a avisarle. Debo admitir que lo acorralé un poco, porque estaba segura que sus secretaria no tenia idea de nuestra historia y por eso no le quedó otra alternativa que pedirme que lo esperé.

- Vos no entendes cuando alguien no quiere hablar no? – me dijo mientras guardaba sus cosas en su mochila –

- Me parece un montón tu enojo, pasaron varios días y ni un solo mensaje me respondiste – lo miré y golpearon su puerta. Los dos nos miramos y él se acercó –

- Si Delfi, yo cierro, anda tranquila – se despidió de su secretaría y volvió a mirarme – Vos no podés medir mi enojo en base a tu criterio Lali, además nadie dijo que yo estaba enojado

- Vas a arrancar a analizarme? – lo miré fijo y dejó su mochila en el diván –

- Estas en mi consultorio, acá yo analizó a las personas – estaba enojado y canchero y más ganas de besarlo me daban –

- Podes perdonarme? – sonrió de costado – No, de verdad, se me saltaron los patos, no tengo un psicólogo con quien hablarlo – me empecé a acercar de apoco y él se mordía el labio –

- Yo entiendo todo ¿sí? – me miró serio y me frenó con sus manos cuando quise abrazarlo – Pero entender no significa permitir que me lastimen – asentí – Y sé tu historia, porque básicamente la trabajamos juntos, pero alejar a las personas que te quieren bien no es el camino La – sonreí – Es como si quisieras alejar a Eugenia porque te quiere cuidar, no tiene sentido.

- Te estas comparando con Euge? – lo miré y negó con la cabeza -

Me limité a darle la razón con un beso que no deje que terminará. Me abalancé sobre sus labios que tanto extrañaba y me recibió con ternura porque tampoco me dejo separarme. Quince días sin sentirnos hicieron que la pasión se prendiera y termináramos desnudos en su propio consultorio. Me alzó y me colocó contra su escritorio mientras yo terminaba de sacarle su remera. Me desnudo con desesperación y con cuidado para luego hacernos uno. El timbre nos interrumpió y apoyé mi cabeza sobre su cuerpo riendo. Agitado atendió. Era de Delfina que había olvidado las llaves ahí adentro. Se cambio rápido y revoleó mi remera riéndose. Mientras se terminó de acomodar corrió a darme un beso antes de salir a entregar lo olvidado por su secretaria.

-Alguna vez estuviste con alguna paciente en tu escritorio? – lo señalé mientras terminaba de acomodar el desastre de pasión que habíamos armado –

- Ay Lali – revoleo los ojos – obvio que no – rio y sonreí victoriosa –

- Pero nunca te dio morbo? – me senté en el sillón y jugué con sus cosas –

- No – me sacó el cuaderno de mis manos con una sonrisa –

- Me dijiste que me querías bien – pensé en voz alta y asintió muy tranquilo – Yo también te quiero bien – se acercó y me besó–

- Entonces deja de alejarme, quiero estar con vos y que me dejes hacerlo – abrí los ojos para decirle que si sobre sus labios –

Salimos juntos de la mano de su consultorio riendo y ya con muchísima menos tensión. Me invitó a dormir juntos a su departamento y eso mismo hicimos. Me preparo unas milanesas con ensalada mientras yo lo ayudaba a acomodar su casa. Me repitió varias veces cuanto me había extrañado y yo le recriminé su orgullo. Le pedí explicaciones del mensaje de su amigo esa mañana y solo largo una carcajada. Lo molesté diciendo que lo había hecho enloquecer y lo admitió no muy contento. Le prometí que no iba a volver a pasar y también le conté la charla con mis amigas. Había decidió cerrar mi historia anterior sola, si necesidad de juntarme ni decir más nada. Me abrazó y me dijo que él iba a estar ahí si lo necesitaba. 

ReconstruirmeOnde histórias criam vida. Descubra agora