Capítulo 17: La tarde que fuimos más

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- Dale Euge acompañame porfa – le rogué a mi amiga mientras estaba tirada en su sillón – Es importante para mi

- Ay de verdad me vas a romper las pelotas un sábado a las -miró la hora – tres de la tarde? Tengo resaca Mariana

- Te juro que después hago todo lo que me pidas, de verdad, lo que sea– la miré con una sonrisa y se levantó –

- Donde carajo queda? – estaba fastidiosa y yo feliz, por estas cosas era mi mejor amiga del mundo –

- Es cerquita, te prometo – se puso las zapatillas y salimos de su departamento –

Cerquita era una forma de decir para convencerla rápido, a las diez cuadras me miró con ganas de matarme y me obligó a subirnos a un taxi. La noche anterior habíamos salido a bailar, habíamos tomado mucho alcohol y terminamos durmiendo abrazadas en su cama. Habíamos bailado toda la noche hasta no sentir los pies.

Llegamos a una casa grande y se asomo Antonia, la mujer con la que había hablando previamente, nos hizo pasar y mi cara se ilumino por completo cuando mire para todos lados y estaba lleno de gatitos.

Eugenia negó con la cabeza y yo estaba en el paraíso. Así fue como Tecito llego a mi vida. Firmé todos los papeles de adopción y le pedí a mi amiga que me sacará una foto. Durante todo el viaje de vuelta, el cual nos costo mucho conseguir un auto que nos quisiera subir con un animal, yo estaba fascinada y enamorada de mi bebito.

Bajamos unas cuadras antes para ir a una veterinaria donde le hicieron el control necesario y yo aproveché para comprarle las cosas que iba a necesitar. Mi amiga estaba un tanto indignada y cada vez que le preguntaba algo me ignoraba.

- Te gusta este collar?! – yo estaba toda emocionada y ella estaba con el celular –

- Lali es un gato! – abrió los ojos y movió sus brazos – no vas a sacarlo a pasear con correa, ya estas delirando

- Sos la madrina Eugenia, podes colaborar conmigo!? Soy una madre primeriza – abracé a mi gatito y la miramos –

- Dios quiera que no seas madre nunca en tu vida, sos una pesada – río y terminó ayudándome a elegir sus platitos y sus juguetes –

Llegamos a mi departamento y acomodé todo para que Tecito estuviera cómodo, estaba un poco obsesionada y mi amiga me lo hacía saber. Llamamos a Candela y a Rocío para darles la nueva noticia. Quienes me felicitaron y retaron a mi otra amiga por las cara que ponía, es que sí, ella quería que adoptara un perro no un gato. Euge me pidió que le cocinara un bizcochuelo como recompensa y eso hice, pero antes le pedí por favor que estuviera atenta al nuevo integrante. Mientras hacía la preparación miraba de reojo con mi amiga jugaba con él y le hacía cariñitos.

Preparé unos mates y cuando la torta estuvo lista merendamos los tres juntos. Estaba en una nube de felicidad y mi amiga quería bajarme a toda costa, pero no se lo iba a permitir.

- Cerrá los ojos, no hagas trampa – le dije a Peter cuando entró a mi departamento –

- No estoy viendo La – se río y mi amiga intercedió –

- Tu novia esta mal de la cabeza, te lo aviso desde ya – revoleé los ojos y agarre a mi gatito –

- Abrilos! – le di la orden y lo hizo, estábamos abrazados los dos y a él se le transformó la cara – Te presento a Tecito!

- Lali, vos adoptaste un gato? – me miró confundido – o es tuyo? – señaló a Eugenia –

- Ay que malo – le di un beso a mi gatito y lo dejé en el piso – obvio que es mío – mi amiga levantó las manos al aire –

- Mi amor, te felicito, y si vos estas contenta con tecito – lo dijo con dudas – yo también – empezó a refregarse la nariz – pero los gatos me dan un poco de alergia – me tapé la boca y Eugenia estalló en carcajadas –

La tarde terminó conmigo intentando acercar a mi gatito a mi novio sin que el estornudará y mi amiga se burlará. Llegamos a un acuerdo que para mí era muy difícil de cumplir, el gato no se iba a subir a la cama y él iba a mantener la distancia correspondiente para no sufrir un ataqué de alergia.

A las nueve de la noche el timbre de mi departamento sonó y llegaron mis papás para conocer a mi novio y a mi nuevo compañero de vivienda, Tecito. El los recibió muy educadamente mientras yo seguía enloquecida con mi gatito. Mi papá me felicito y mi mamá se lamento, sabía que significaba que cada vez que no tuviera con quien dejarlo ellos eran los indicados. Mientras terminaba de cocinar las milanesas con mi mamá, Peter charlaba con mi papá.

Contarle a mi mamá que mi novio había sido el terapeuta que ella misma me recomendó fue un poco fuerte, se atragantó con un queso y mi papá explotó en risas. Me preguntó cosas un poco incomodas que esquivé y solo me limité a decirle que cuando me di cuenta que me gustaba ya no era su paciente. También le conté todo el dilema ético que él había tenido y ella lo entendió a la perfección mientras que mi papá intentaba descontracturar tantos mambos morales.

Nos sentamos a cenar y Peter fue el que sirvió una copa de vino para cada uno. Se quedaron charlando de medicina mientras yo jugaba con Tecito muy contenta. Mi papá le aconsejó a mi novio que tomar por la alergia y todos reímos, incluido él. La energía fluía con total naturalidad y la charla también, fue una noche amena, llena de risas y de comida. Cuando llego el momento de la estrella de la noche, la mousse de chocolate de mi mamá, todos aplaudimos y Peter no paro de elogiarla.

Se despidieron y nos pusimos a ordenar para irnos a dormir. En realidad, él ordenaba y yo jugaba con Tecito.

El momento de irnos a la cama fue trágico, porque Pedro me obligó a cerrar la puerta para que mi gatito no pasara, pero lo escuchaba del otro lado. Le insistí tanto que termino dándome el sí. Lo llené de besos y abrí la puerta. Cada vez que intentó subirse, Peter lo bajó con un estornudo de por medio.

- No Lali dale – se quejó de nuevo cuando el gato intentaba subirse a la cama – Te juro que no voy a poder dormir si se sube

- Pero es muy chiquito, necesita mi calor – se río –

- No es que no quiera – empezó de nuevo a refregarse los ojos – Es que te juro que no voy a poder dormir –

- Tecito, perdonalo – lo miré desde la cama – Te quiere, pero tus pelitos le hacen mal – él revoleo los ojos y se acercó a besarme –

Esa noche intentamos hacer el amor, pero fue imposible. El nuevo integrante interrumpió cada vez que pudo, terminé con medio brazo rasguñado y Peter también. Yo terminé descostillada de la risa y él con muchísimo mal humor. Miraba al gato y lo amenazaba de muerte. 

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