Capítulo 23: La semana que fuimos dos

1.6K 125 14
                                    

Después de la discusión del domingo a la mañana, Peter decidió irse de nuestra casa unos días, me dejó en claro que estaba muy decepcionado con mi actitud y que jamás me hubiera preguntado semejante cosa sin él estar seguro. También se defendió diciendo que no llego ni a preguntármelo porque lo ataqué, y tenía razón. Ahora él estaba enojado y yo estaba triste. Elegí no contar nada de la situación a mis amigas, no estaba para sermones, necesitaba pensar también en que me estaba pasando y porque había llegado a la conclusión de que Peter podía volver a lastimarme de esa forma.

El lunes cuando llegué a la oficina, intenté poner mi mejor cara. Saludé a mi amiga, quien era la primera persona que se encontraba cuando entrabas y la corté en menos diez para tener un dialogo bien corto y que no hiciera demasiadas preguntas. Victorio se acerco a mi escritorio para charlar de cosas importantes pero mi cabeza estaba puesta completamente en otro lado.

Al mediodía me senté con mi amiga a almorzar unas milanesas de berenjena con puré de batata que me había preparado exclusivamente para mí y se dio cuenta que algo pasaba, mis respuestas eran monosílabas y era raro. Insistió tanto que terminé confesándole mi dolor.

- Ay La! – me agarró la mano y respiré hondo – pero fue para tanto? – asentí – Hablaron desde que se fue? –

- Muy poco – levanté los hombros – Solo me avisó que se iba unos días a lo de Agustín, nada más

- Están muy enojados no? – la miré – los dos digo, como para sentarse a hablar

- No se si enojados, estamos raros – apoyé mi cabeza en la mesa como signo de derrota – yo se que él jamás lo hizo con la intención que yo interpreté, pero fue raro

- Si no sé amiga – me sonrió – dense unos días para charlar, yo te entiendo y sabes que te banco en todas, pero capaz tu reacción no fue la mejor

- Si, ya sé – sonreí sin fuerzas – no le digas a las chicas todavía, quiero ver si hoy aparece por casa – asintió y me apretó la mano –

Llegué al departamento pasadas las siete de la tarde con algunas compras. El silencio se escuchaba desde el pasillo. Antes de entrar ya me encontraba llorando, estaba enojada con mi propia reacción y empezaba a entender la de él. Cuando entré estaba Tecito hecho una bolita sobre la almohada de Peter. Suspiré cuando dejé la cartera sobre la cama y le hice unos mimos en la cabeza. Lo llamé y solo se limitó a contestarme por mensaje que en estos días habláramos, que estaba enojado y no quería pelear conmigo.

Esa noche fue terrible. Era la primera vez que dormíamos separados en todo este tiempo. Mi cabeza dio vueltas como mi cuerpo sobre la cama todo el tiempo. Tanto el gato como yo estábamos incomodos entre tanto silencio.

Llegó el miércoles y con eso extrañarlo más aún. En sus mensajes había desilusión. Ese día por la mañana mientras caminaba al trabajo le conté a Eugenia y a Candela lo que había pasado. La primera me prometió estar en mi casa esa misma noche para acompañarme. Rochi fue quien me ayudo a pasar los días enteros en la oficina porque mi cabeza estaba en otro lado. Si tenía una reunión ella me llamaba para recordármela y de que iba también.

- Lalo – entró a mi casa Euge y me abrazó – Nooooo – me apretujo cuando me escucho llorar – no llores amiga

- Ay Euge – suspiré y nos sentamos en el sillón – necesitaba llorar así – me sequé las lagrimas –

- No se que hacer – miró para todos lados – queres que lo llame y le diga que venga que te desmayaste? – abrí los ojos – bueno, pero para generarle culpita y venga

- Sos una tarada – reí un poco después de tantos días –

- Pero te cambio la cara no? – me volvió a abrazar – Lo que no entiendo es porque tardaste tanto en contármelo – me miró – ni hablar a quien se lo dijiste antes, pero no es momento de celos, ya lo sé – se anticipó – ¿Qué paso, no te queres casar?

- No es eso – revoleé los ojos – me pareció bastante imprudente su forma de decirlo – me miró confundida – Es que sí, es un tema que tenemos que hablar, no puede decírmelo mientras lee un libro

- Amiga, escuchame una cosa – suspiró y ya sabía lo que venía – no todos son como Santiago, y gracias a dios – junto sus manos en forma de rezo y miro para arriba – Yo entiendo de verdad tu reacción, y creo que hubiese actuado parecido o peor de ser vos – sonreímos juntas – pero es Peter, y me parece que le costó bastante ganarse tu confianza y todo ese bleh que decís sobre vos como para que te pongas así

- Sos mi amiga o la de él? – la miré sorprendida y Tecito se subió a mis piernas –

- No se a esta altura eh – me abrazó – siempre voy a estar de tu lado, siempre, pero eso no quiere decir que no te diga lo que me parece que haces mal

- No se que hacer – me agarré la cabeza – Lo extraño mucho

- Ahora te toca darle tiempo a él – suspiré – y respetáselo. Igualmente pensaría de verdad que es momento de que vuelvas a hacer terapia amiga – revoleé los ojos – en serio, capaz con una mujer ahora – y reímos –

- Si puede ser, me enamoré y aunque él me ayuda, hay cosas que no puede resolver siendo mi novio – levanté mis hombros –

Esa noche dormimos abrazadas con el gato en el medio de la cama. Le rogué que se quedará conmigo y no me dejará sola. Antes de dormir me hizo comparar a la Lali de hace dos años atrás con esta. Esta Lali estaba desesperada por recuperar a su hombre, la anterior quería destrozar a su ex.

Fue la semana más desgastante y desesperante que había vivido en los últimos tiempos. La incertidumbre me comía la cabeza y su silencio también. Nuestros diálogos eran muy cortos y casi como de dos desconocidos. Medité mucho lo que había hablado con Eugenia. Necesitaba volver a terapia, porque en la emoción de enamorarme de mi psicólogo me olvide el por qué había ido a buscarlo. Así que me puse manos a la obra para conseguir alguien con quien hablar y poder terminar de resolver todos mis temas.

El viernes cuando volvía arrastrando los pies a mi casa después de caminar muchísimas cuadras, me tire en el piso para que Tecito se me encimará y me llenará de besos. Ese día no aguanté más su silencio más así que lo llamé por teléfono hasta que me atendió.

- La – lo escuché cansado del otro lado – Si no te atiendo es porque no quiero discutir

- Pero no llamo para pelear – hice un puchero del otro lado – solo quiero pedirte disculpas por mi reacción

- Siempre tenes que pedir disculpas La, prefiero que directamente no lo hagas más -suspiramos al mismo tiempo – ¿Tecito como esta? – abrí los ojos y no respondí – Si, lo extraño y si que lo quiero

- Te extraña también – giré y lo miré – y le gustaría que vuelvas

- Decile de mi parte que me de unos días más – bufé – y decile que lo quiero – entendí su juego de palabras – pero que necesito pensar que voy a hacer – lo interrumpí –

- Vos queres que nos separemos!? – dije exaltada – Peter por favor, pensalo bien, no me parece que sea para tanto – me interrumpí yo misma – o sí, fui una estúpida, pero no quiero que nos separemos

- Calmate Lali – pude oír su mini risita – No dije nada de todo eso – suspiré – Hablamos en estos días dale? – asentí como si estuviera delante de mí y me cortó –

Volví a mirar el techo desde el piso del living y volví a llorar. Era una estúpida y no tenía la menor idea como iba a arreglar todo esto. Pero sí sabía lo necesario que era volver a empezar terapia, porque necesitaba espantar mis miedos, así que después de darle muchas vueltas envié un mensaje a Agustina, una profesional que nuevamente me había recomendado mi mamá, quién también se alegró mucho cuando le planteé la idea de volver a terapia, evitando comentarle el episodio con Peter. 

ReconstruirmeWhere stories live. Discover now