Capítulo 13: Los días que siguieron

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Ya habían pasado casi cuatro meses de mi separación y cada día que pasaba me sentía mejor. Ya dolía menos. Con Peter nos veíamos dos o tres veces por semana y nos disfrutábamos mucho. Había vuelto a reírme a carcajadas y a dormir bien. Cuando no dormíamos juntos lo extrañaba y era un síntoma que me hacia sentir rara. Después de muchas charlas habíamos llegado a la conclusión que para sentirme bien tenia que elegirme a mi primero y me lo dijo con amor y con ternura. Era un hombre que, aunque luchaba por no analizarme y mirarme como una mujer muchas veces se le escapa su lado profesional y me aconsejaba como tal. Nos reíamos y peleábamos contra eso.

Lo descubrí y encontré un hombre sano, de muchos amigos y de muchísima capacidad intelectual. Podíamos pasar horas cada uno con su libro, pero juntos, sin reclamos de tiempo. Cocinaba muy bien, y venia a mi casa a malcriarme con comida. Lo introduje en mi mundo de Harry Potter y lo obligué un fin de semana entero a maratonear todas las películas. Le hice el test oficial y como no había dudas para mi, salió que era de la casa de Ravenclaw. Se quejó porque todos queremos ser Gryffindor y lo convencí de que era de los más inteligentes, sabios y creativos. Sonrió como un nene y siguió cocinándome.

Cuando conocí su departamento me estaba esperando con un asado, su casa lo definía al 100%. Ordenada, llena de libros, tenía también un tocadiscos y estaba lleno de vinilos que cada vez que iba me hacia elegir que música quería escuchar. Alguna que otra vez un llamado de un paciente nos interrumpió y él se disculpó para encerrarse en el patio o en la habitación para ayudarlo.

Santiago no volvió a aparecer y eso me aliviaba, porque el terremoto de emociones que me hacia sentir no me ayudaba a estar mejor. Debo admitir que cada tanto entraba a sus redes sociales para ver si tenia alguna información nueva de su novia, y aunque había fotos cada vez me lastimaba menos el hecho que el rehiciera su vida, porque yo estaba en ese camino. Jamás podría decir que con Peter teníamos algo serio, porque no era así, pero éramos compañeros y cómplices de lo que nos pasaba.

- No Eu no puedo hoy – le dije a mi amiga por teléfono mientras me terminaba de arreglar – me esta por buscar Peter

- Ay ya no me das bola, me gustaba más cuando eras un trapo de piso plantada – reímos las dos –

- Te avisé que hoy no podía! – me puse unas botas – Y todavía no te di verde para que me burles con eso

- Lalo estas hace casi dos meses saliendo con un chico que te hace bien y no puedo reírme? – bufó –

- No, todavía no podes – reímos y sonó el timbre – Bajo! – contesté el portero y volví al celular –

- Ay bajo – me burló – Pasala bien, disfruta y cuidate – de amiga celosa pasaba a madre cuida en un segundo –

- Te amo! ¡Chau! – corté y agarré mi campera para bajar –

Me esperaba con su moto y un casco para mi con su sonrisa. La primera vez que me invito a dar una vuelta me agarre tan fuerte de él que después me lo recriminó. Grite hasta que me relaje y pude disfrutar el viento en la cara. La noche estaba despejada y cuando lo saludé con un beso automáticamente me puso el casco. Se burló de mi y le hice cara de enojada.

Recorrimos parte de la Capital para llegar a un restorán chiquitito y muy románticamente ambientado. Nos hicieron pasar y mientras elegíamos el menú Peter sostenía mi mano acariciándome. Pedimos pasta y vino para tomar, cada encuentro significaba conocernos más en profundidad. Él me contó que tenía un hermano de diecisiete años que estaba rebelde y que sus papas estaban renegando mucho con su estudio. Su teléfono vibraba a cada rato y después de contestar y cerrar nuevas entrevistas me propuso apagarlos para disfrutarnos. Era atento y dulce. Sus ojos verdes se posaban en los míos cada vez que yo hablaba y le contaba alguna anécdota de mis amigas. Sus carcajadas alimentaban mi alma y la íbamos de a dos, reconstruyendo.

Terminamos la cena para después emprender viaje a su departamento. Estacionó la moto y cuando estábamos entrando escuchamos ruidos, me miro extrañado y abrió la puerta. Bautista, su hermano estaba instalado en el sillón y nos miró sonriendo.

Lo que siguió fue una escena cómica donde el menor quería explicarle que hacia ahí, como había discutido con sus papas que ya no soportaba más. Yo me quedé en un rincón mirando toda la situación riendo del ataqué de nervios que le estaba por agarrar a Peter cuando quería echarlo y su hermano se le retobaba. Le mostró los mensajes que le había mandando y las llamadas que había hecho para avisarle que estaba en camino. Mientras lo obligó a ordenar el desorden que había provocado en un par de horas llamo a sus padres para avisarles que estaba ahí y que no se preocuparan. El sujeto en cuestión me guiñaba el ojo y yo reía tímida sin saber donde irme.

- Pitt – me acerqué mientras él pasaba un trapo sobre la mesa llena de migas de papas fritas –

- Perdón La – estaba frenético – te juro que no sabía que estaba acá – lo obligué a que frene y me mire –

- No pasa nada – reí – yo me voy te parece? – negó automáticamente y su hermano intercedió –

- Yo no molesto eh – canchereó y Peter golpeó su cabeza – De verdad, quedate, además ni si quiera te presentó el tarado este

- Te voy a matar a vos – lo señaló – Lali – me señaló ahora a mí – y él pesado de Bautista

- Hola – lo saludé con un beso en la mejilla y le hizo dedos para arriba a su hermano qué se mordió el labio con bronca – Voy a pedirme un taxi – saqué el celular, pero Peter me lo bajó y me separó unos centímetros –

- No no no – me hizo puchero y me derritió – dejame que solucione el asuntito este y te quedas, porfa

- No me digas asuntito! – gritó desde la cocina y volvió – Yo me quedo acá bien calladito y ustedes hacen lo suyo

- Encima que me invadís me das ordenes – lo asesinó con la mirada – te di las llaves por cualquier urgencia y creeme que no querer estudiar no es una urgencia.

Logré un acuerdo casi de guerra; me quedaba un rato mientras tomábamos un café y charlábamos los tres, pero después me iba. Fue una conversación muy divertida, descubrí un adolescente también fanático de Harry Potter que me ayudo a gastar a Peter cuando se entero que habíamos maratoneado un fin de semana las ocho películas. Alrededor de las dos de la mañana Peter mando a su hermano a su cuarto a dormir y me pidió por favor que me quedará, insistió haciendo puchero, abrazándome y llenándome de besos. No era el mejor de los planes dormir los dos en el sillón, pero tampoco pude resistirme. Solo consistió en sacarnos nuestros zapatos, una manta que nos abrigara y su brazo alrededor de mi cintura mientras mi cabeza reposaba en su brazo. Fue algo incomodo al principio, pero su calor y sus últimos besos en la cabeza hicieron que conciliara el sueño.

No nos percatamos que su hermano a las siete de la mañana se tenia que levantar para irse al colegio, porque el trato fue que se quedará, pero al otro día iba a asistir. Así que sentí cuando lo sacudió a Peter y por ende a mí. Me levante sobresaltada y mire para todos lados, lo que causo una carcajada de Bautista. Me levanté yo y me estiré para ayudarlo con la cafetera mientras lo dejábamos dormir a su hermano un rato más. Compartimos el desayuno en la cocina charlando de cualquier cosa.

Conocerlo fue una experiencia que no estaba en mis planes pero que me ayudo a definir mucho más a mi chico: cuidaba y retaba a su hermano de la misma forma que era su compinche y cedía para que durmiera en su casa y no discutiera con sus papas.

Cuando se levantó el que faltaba y nos encontró a los dos desayunando se refregó los ojos y dejó un beso en cada cabeza para dirigirse al baño. Me despedí de su hermano y lo encontré dormitando de nuevo en el sillón, me mordí el labio y lo invité a pasar a su propio cuarto para volver a abrazarnos y dormir el ratito que nos quedaba. 

ReconstruirmeOù les histoires vivent. Découvrez maintenant