Capítulo 10: La noche que confesé

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- Que te lo que!?!?! – Eugenia estaba excitada y Candela se tapaba la boca mientras que Rochi servía más vino –

- Eso, fui y me lo chape, necesitaba ver que me pasaba y que hacia él – levante los hombros sacándole interés al asunto –

- Lali, vos estas muy tranquila – Cande se acercó e imitó como si tomará mi temperatura – estas bien?

- Y él que hizo? – se sentó Rocío – estuviste muy bien Lalo, te felicito

- Nada, me siguió el beso, cuando nos separamos volvió a darme unos besitos – sonreí como una adolescente–

- Ay mira la cara de tarada que tenes Mariana – me sacudió Euge – no puedo creerlo

El viernes fue una noche de amigas y de reconstrucción emocional para mi. Las risas retumbaban tanto en el departamento de Candela como en mi alma. Me pedían detalles y yo se los daba. Volvía a tener quince años y eso sanaba mi corazón. Cuando con Peter nos separamos después de caminar un par de cuadras juntos nos despedimos con un beso en el cachete. Ese trayecto nos reímos y no hablamos más de lo que nos pasaba, solamente de cosas sin sentido. Faltaba poco para nuestro viaje de amigas y Rochi estaba triste porque no podía venir con nosotras, le prometimos repetirlo las cuatro juntas. Nos dio un par de consejos de cómo aprovechar mejor un all inclusive, Eugenia ya había pactado chamuyarse al primer barman que encontrara para tener los mejores tragos y Cande que actividades podíamos hacer. Yo por otro lado, decidí no involucrarme demasiado para no pensar de más.

El sábado me levanté con un mensaje de mi ex-psicólogo diciéndome que teníamos que hablar. Un calor invadió mi cuerpo y mi respuesta fue casi automática, lo invité a cenar a mi casa para que charláramos.

Sonó el timbre a la hora exacta que lo había citado. Respiré profundo acomodé mi ropa un poco y bajé a abrirle. Nos sonreímos a través del vidrio, traía una botella de vino y la levantó para mostrarla. El saludo fue un poco incomodo, pero le di un beso en la mejilla y subimos al ascensor mientras hablábamos del fin de semana.

Se acomodo en el sillón y mientras yo alcanzaba unas copas a la mesa ratona observó el departamento, hizo una radiografía y después clavó sus ojos en mi mientras abría la botella y la servía. La noche empezó hablando de cosas completamente irrelevantes, esquivando lo que venia él a hacer.

- Me gustaría que me cuentes que querías hablar conmigo – me senté y cruce las piernas mientras el primer trago de alcohol ingresaba a mi cuerpo –

- Creo que tenemos que hablar de varias cosas – asentí – primero me parece un flash estar en la casa de un paciente – se rio y bajó la mirada –

- Bueno – sonreí – bienvenido a mi casita

- Gracias – tomó vino también – No se que tan bien esta esto La – revoleé los ojos – no, en serio te digo. Yo te dije de hablar y también acepté venir a tu casa – asentí – pero quiero saber que pensas hacer vos con la terapia para ver como seguimos – y cuando iba a decirle algo me interrumpió – y no, no hay opciones, necesito que seas sincera

- Uff – suspiré – no sé, claramente acabas de perder una paciente – rio tímido – yo no puedo ir a contarte mis mambos cuando de repente te convertís en uno de ellos

- Soy un mambo? - abrió los ojos y reí –

- Y, que haya ido a tu consultorio a darte un beso y que ahora estés acá sentado, ya es un mambo – levanté los hombros – uno que quiero tener eh – aclaré y volvió a tomar –

- Okey – suspiró ahora él – ósea que ya no hay un tema ético en todo esto – negué – igual quiero que sepas que no me perdonó lo que hice

- Ay Peter dejate de joder – me acerqué y lo besé cuando intentó seguir hablando –

Me levanté de mi sillón para sentarme sobre él sin separar mis labios de los suyos. El calor subía y bajaba de mi cuerpo de nuevo, no había nada que lo rechazara, mi corazón y mi mente estaban de acuerdo con lo que estaba haciendo. Decidí dejarme llevar y que él también lo hiciera, me acomodé y el apoyo sus manos sobre mi cintura. Me estaba besando con pasión y con seguridad. Y eso me gustaba y me daban ganas de seguir haciéndolo. Estaba segura de que él ya no iba a ser mi terapeuta, como también estaba segura de que iba a tener que hablar mucho antes de poder seguir haciendo esto.

Sus manos se metieron dentro de mi remera y mi piel se erizó por completo, pero no hubo tal rechazo. Acarició mi espalda y yo besé su cuello despacio, mi remera se fue levantando con mucha cautela y en mi desesperación saqué su remera de un tirón y abrió los ojos, pero no lo deje decir nada ni pensar demasiado porque lo volví a besar. Entre besos me preguntó si estaba segura de lo que iba a pasar y solo le dije que si. Nos levantamos para dirigirnos al cuarto entre besos, mi remera ya estaba en el piso y su pantalón desabrochado. Entre risas y besos nos desnudamos y nos acostamos en la cama para sentirnos por primera vez.

- La – se sentó en la cama e hizo que dejará la posición más cómoda que había encontrado después de tanto tiempo durmiendo sola, sobre su pecho, solo abrí los ojos y lo miré – Estas bien? – asentí y volví a cerrar los ojos – De verdad te pregunto

- Me estas analizando? – me separé y se rio – te lo pido por favor que no lo hagas

- No tonta – me acarició el hombro despacio – No voy por la vida analizando a las personas, ¿qué es ese prejuicio? – me tapé la cara para reír –

- Lo único que me preocupa de todo esto – me miró atento – es que vos de mi sabes todo – revoleó los ojos – bueno casi todo esta bien? – asintió y me dio un beso – y yo no se nada, y si además le sumamos que sos psicólogo y que seguramente algo, aunque sea un poquito – hice el gesto con mis dedos – estés analizándome, yo estoy en una desventaja terrible

- Callate mejor – rio y me volvió a besar. Sus besos provocaban en mi algo nuevo y se sentía muy bien –

Volvimos a ser uno entre besos y placer. Me abrazó y nos dormimos así. No me cuestioné la situación hasta que el sol entro por mi ventana y cuando giré lo vi dormir tan profundo que un poco me asusté. Me levanté sin hacer demasiado ruido y salí de la habitación, junté las prendas que daban vueltas por mi departamento y me dispuse a hacerme un café con leche y cuando lo serví la taza se reventó en mi pedazos. Mientras puteaba y levantaba las partes rotas lo escuché venir mientras se ponía su remera. Me sonrió y ayudo a arreglar el desastre de mi cocina sin decir nada.

- Voy a ducharme, servite lo que quieras – le dije entrando al baño y me miró extrañado por mi actitud –

- Para La – asomó su cabeza antes de que yo cerrará la puerta - ¿Qué onda? – lo miré y agaché la cabeza –

- Nada Pitt, esta todo bien – negó con la cabeza y me dejó ducharme –

El agua recorrió toda mi piel y con eso mi angustia un tanto pasajera. La incertidumbre, el entregarme a otra persona me llenaba de dudas y también de culpa. Mi cabeza hizo un recorrido por toda mi historia con Santiago e inmediatamente las lagrimas se hicieron presentes. Sacudí mi cabeza para pensar en otra cosa y cuando lo logré apagué la ducha para salir envuelta en una toalla. Peter estaba sentado en el sillón tomando un café y con el teléfono. Me sonrió y me señaló otra taza para mí. Se disculpó por no saber como me gustaba y me ofreció edulcorante o azúcar. Cuando me terminé de cambiarme y volví al living desayunamos juntos, un poco en silencio. Había un grado de incomodidad que me molestaba y él lo notó. Por eso, cuando apoyó las dos tazas en la bacha de la cocina me aviso que se iba. 

ReconstruirmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora