Capítulo 6: El día que deje de llorar

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- Yo estaba pensando – lo miré apoyada desde el diván – que quizá es momento de empezar a salir. Ya paso un mes desde que me separé y aunque sienta dolor y un poco de culpa, quiero divertirme

- Me parece muy bien Lali – anotaba en su cuaderno – yo también creo que ya es momento de que vuelvas a tener veintiséis años y la pases bien

- Puedo hacerte una pregunta? – levantó una ceja y asintió – Vos cuando te sacas esos anteojos y dejas el cuadernito de lado, te divertís? – se rio tan fuerte que envolvió todo el consultorio y un poco mi alma –

- Si Lali – me miró – ser psicólogo no significa vivir encerrado, también salgo y me divierto – levanté los hombros –

- Bueno bueno, era una curiosidad – le sonreí y miró la hora –

- Nos vemos la semana que viene? – se levantó y yo hice lo mismo –

- Nos vemos – me acerqué y le dejé un beso en la mejilla –

El viernes nos juntamos con las chicas en mi casa. Todavía me costaba un poco asumir y correr de lado el dolor que sentía, pero era el momento. Una noche, hablando con mi mamá le pregunté si ya era hora de sentirme mejor y me lo afirmó dándome además un montón de respuestas, pero sobre todo que me merecía estar bien.

No iba a ser una gran salida, pero si la idea era ir a un bar y pasarla bien un rato. Me cambié y me arreglé para la ocasión. Eso ya me puso de mejor humor.

Santiago había vuelto a aparecer para pedirme perdón, pero esta vez directamente no respondí. Cada vez que había una comunicación yo terminaba destrozada y no quería que pasara de nuevo.

Llegamos al bar y los tragos empezaron a aterrizar en la mesa, las risas retumbaban en la mesa y mi alma empezó a oxigenarse después de un mes.

- La, te están mirando – Eugenia ya estaba pasada de copas y me gritaba en el oído mientras yo me separaba de ella y miraba alrededor – Ese de allá! – señalaba sin pudor alguno –

- Deja de señalar! – Candela le bajaba el brazo indignada – Comportate nena

- Lo encaró? – la mire a Euge y sonrió asintiendo –

Y así fui, segura de mi misma con ese hombre que estaba parado en la barra charlando con otro chico. Estaba desfachatada y no me importaba nada de lo que pasaba. Cuando me acerqué lo primero que hizo fue invitarme otra cerveza y ya por inercia le dije que sí. Charlamos de cosas banales, sin mucho sentido y en el momento que se acercó a besarme mi cuerpo lo rechazó por completo de una forma muy poco sutil. Las lagrimas no tardaron en llegar, así como tampoco el alcohol a mi cabeza, empecé a gritar como una demente y le pedí que se alejara. Pude leer que le pasaba por la cabeza a ese desconocido de nombre Martin, yo era una loca que lo encaró y de repente enloqueció.

Candela me sacó del bar intentando calmarme, no sabía que me había pasado, solamente no podía hacerlo. Mi cuerpo fue aliado de mi corazón y rechazó por completo a ese hombre que nada malo estaba haciendo.

- Amiga, vamos a tu casa – me acariciaba la espalda mientras yo lloraba sentada en la puerta del bar – No pasa nada, es normal

- No Can! No puede ser normal – la mire secándome las lagrimas – Parezco una loca que sufre por un tremendo forro que me dejó plantada!

- Paso un mes recién La – suspiré y la miré – Dale, vamos a tu casa – asentí – voy a avisarle a las chicas que nos vamos.

Cande volvió a entrar y yo con la angustia galopando todavía adentro mío marqué el teléfono Peter. Respiré profundo, miré la hora y supe que era tarde, pero él me dijo que lo llamará a cualquier hora.

- Perdón la hora – dije apenas atendió –

- No pasa nada Lali, estas bien? – se lo escuchaba dormido –

- Vos me dijiste que los fines de semana salías y estabas durmiendo? – lo escuché reírse –

- Trabajé todo el día La – algo adentro mío se sacudió – Estas bien?

- No, en realidad no paso nada grave – suspiré – pero estaba en un bar, en realidad estoy en un bar – miré alrededor – y estaba a punto de estar con un chico – me corregí - no de estar estar, si no de darle un beso entendes? – escuché su bostezo – Te estoy aburriendo?! – me exalté – me dijiste que te podía llamar a cualquier hora – escuché su risa y reí con él –

- Te podés calmar? – lo dijo riendo – Contame

- Bueno, como te decía – revoleé los ojos – y no pude, me agarró un ataque en el medio del pecho, lo empujé – volvió a reír – y me fui corriendo, y ahora soy una psicótica

- No sos ninguna psicótica Lali, está bien que te pasen estas cosas, no podés pretender que en un mes se resuelvan todos tus problemas – suspiré – y vos sabes muy bien que no es lo único que tenemos que trabajar

- Lo sé, pero yo quiero avanzar – me volví a angustiar –

- Y vamos a hacerlo La, vas a ver, es cuestión de tiempo, de hablar – asentí como si me mirara – tenes que reconstruirte y vamos en ese camino ¿sí?

- Si, esta bien – la vi venir a Cande y le hice señas que me esperará –

- Ahora volvé al bar, o a tu casa, o a donde tengas ganas de estar y tranquilizate, no estas loca – su risita impregnó mi alma y me incomodé –

- Gracias Pitt – hubo un silencio algo raro, nunca lo había llamado de otra forma –

- Para eso estoy y gracias por llamarme

Sonreí y tardé en cortar la comunicación, los dos nos quedamos en silencio, ninguno quería ser el que terminara la charla. Cande me miraba extrañada y solo le levanté los hombros.

Me acompaño a casa, ella no preguntaba demás, ella no se metía donde no la llamarán, ella esperaba que le contaras lo que necesitabas decir. El taxi nos dejó en la puerta de casa, la invité a pasar a casa y nos tomamos un té como dos señoras mayores. Nos reímos y en algún momento termine hablando de mi psicólogo, de su risa y de sus ojos verdes. Me abrazó y no dijo nada más. Me dejó hablar de él como si lo conociera demasiado y como si fuera él encargado de hacerme sentir mejor. 

ReconstruirmeWhere stories live. Discover now