Capítulo 4: El día que empecé terapia

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Cuando llegué al edificio que en el que estaba el consultorio y toqué el timbre el cuerpo me vibró por dentro de los nervios. La voz de mi nuevo psicólogo sonó del otro lado del portero y cuando dije mi nombre me abrió la puerta.

Pasé y me senté en un sillón que había en la recepción como me indicó la secretaría. Ella me sonrió y ahí entendí que era mi percepción que todos los que me sonreían era por lastima. Esperé unos minutos hasta que él salió y despidió a su paciente, era una mujer de unos cincuenta años que lo abrazó y le agradeció. Cuando me miró me sonrió y me invitó a pasar.

- Hola Mariana, vení pasa por acá – entramos y me señaló el sillón – tomá asiento por favor – él se sentó en su lugar y yo dejé la cartera a un lado e hice lo mismo. Mientras se ponía sus anteojos y agarraba su cuaderno yo miré el consultorio en su totalidad – Es la primera vez qué vas a hacer terapia?

- Si – le sonreí – en realidad no estoy muy segura de esto – yo jugaba con mis manos y él me miraba y reía – pero estoy pasando un momento un tanto complejo y pensé que quizá me vendría bien

- Bueno, eso es un buen punto a favor – tomo nota – el hecho que te animaras a venir por primera vez sin estar tan segura. Yo estoy acá para ayudarte a que superes lo que esta pasando ¿sí? – me miro a los ojos – Contame un poco – suspiré me agarré fuerte de mis manos y tomé coraje –

- Básicamente el sábado era mi casamiento – el abrió los ojos y anotó – pero me dejaron plantada, por así decirlo – me tragué la angustia – y ahora estoy muy enojada y muy triste – me miró dándome el pie para seguir hablando – No sé que más decirte – reí un poco incomoda – de un día para el otro mi mundo se dio vuelta por completo y ahora no se que camino tomar – me agarré la cabeza y las lagrimas se hicieron presentes una vez más –

- Sacar la angustia hace bien sabes? – giro y me paso una caja con pañuelitos – Hubo alguna explicación de lo que paso? – negué con la cabeza –

- Él me insistió para que nos casáramos, tengo veintiséis años – levanté los hombros y me sequé las lagrimas – no estaba segura de hacerlo, pero pensé que él me amaba y entonces lo hacia por más por él que por mi –

El resto de la sesión continuo bien, con algunas lagrimas y más preguntas de mi ahora psicólogo. Me relaje y me deje llevar para contar lo que me estaba pasando, no dijo mucho, solo tomo nota. Me pregunto por mi familia, mi trabajo, que rol cumplían mis amistades. Los cuarenta minutos pasaron rápido, y un poco me explicó como íbamos a trabajar juntos para que yo saliera adelante. Cuando llegó el momento de despedirnos, me saludó con un beso en el cachete y me dijo que cualquier cosa que necesitará podía comunicarme con él y que me recomendaba vernos el lunes de nuevo. Antes de irme fui con su secretaría y agendé un nuevo turno para la semana entrante.

Cuando salí el aire se sintió mas fresco. Llame a mi mamá para contarle que había salido todo bien y que ya estaba yendo para la oficina. Con mis amigas me comunique por WhatsApp para decirles que esta bien, que se quedarán tranquilas. El jueves fue un poco mejor que todos los demás días. Bastante mejor.

El viernes cuando me buscó Victorio, después de una semana del plantazo de mi vida, desayunamos en el auto y alguna canción tarareé mientras llegábamos a la oficina. La mañana transcurrió con mucho trabajo, ya podía reírme del perro que había puesto de fondo de pantalla. Franco se mostró incondicional y muy capaz, dado que había avanzado muchísimo todos estos días, así que cuando tuve un tiempo me acerqué a lo de Romina para comentarle lo bien que estábamos trabajando juntos.

Nos pusimos de acuerdo en arrancar a trabajar las campañas y cual iba a ser el método que íbamos a usar. Volví a reírme de Julián cuando me contaba sus andanzas con sus mujeres, puse música mientras me concentraba en la pantalla.

- Lalu – Cande me llamaba por teléfono – Como estas?

- Hola amiga – dejé los papeles y empecé a jugar con un lápiz – bien, estoy más liviana

- Estoy cerca de tu oficina, queres que almorcemos juntas? – miré los papeles de mi escritorio y evalué la posibilidad de ver a mi amiga –

- Si Can, dale – cerré las carpetas – ¿Nos encontramos en el bar que está a la vuelta?

Almorzar con mi amiga fue un bálsamo al alma, porque me distraje, no pensé en el dolor y solo hablamos de su trabajo, de la colección que estaba armando, de sus planes de mudanza con Andrés. Ella era la sensibilidad en persona, cada vez que nombraba algún plan de pareja lo hacia tímida pensando que podía lastimarme, pero, a decir verdad, mi corazón ya estaba destruido y solo quería escuchar buenas noticias.

Terminé mi jornada en la oficina decidí volver a casa caminando sola hundida en mis pensamientos y en la música que sonaba en mis oídos. Me despedí de Rochi y de Mora, que me invitaron a un after office, pero les dije que pasaba porque necesitaba descansar. Pasé por el supermercado y cargué un par de bolsas con algún vino, snacks y otras cosas que sabía que no me iban a alimentar, pero pensaba comer solamente eso.

Salí del ascensor y las bolsas automáticamente fueron al piso, el alma se me congeló. Santiago estaba sentado en la puerta esperándome. Quería correr. Respiré profundo y solamente lo miré, se acercó, pero me alejé.

- Qué haces en mi casa? – me agaché a juntar las cosas que habían rodado de las bolsas –

- Necesito que hablemos Lali – suspiró –

- Yo no tengo nada que hablar con vos, te lo dejé bien claro – lo miré enojada – hace una semana tendrías que haberme dado alguna explicación, no hoy – las lagrimas empezaron a brotar de mis ojos –

- Escuchame, por favor – y él también empezó a llorar – Hablemos sí? Nada más

Y entramos a mi departamento, sabía que estaba haciendo las cosas mal, pero necesitaba alguna explicación. Se sentó en el sillón, del lado que siempre lo hacía, y yo apoyé las compras en la mesa. Lo miré, dándole el pie para que empezara a hablar y así fue. Se trababa con sus propias palabras, lloraba y se agarraba la cabeza. Me pedía perdón, explicaba que se había sentido muy presionado y asfixiado con todo lo que estaba pasando. Me reí en su cara.

- Necesito que me perdones La – se agarró las manos – Por favor, intentemos arreglar todo esto

- Mira Santi – respiré profundo – para mi ya esta esto, te pedí desde el primer día que no me lastimaras, me prometiste que no iba a pasar y lo hiciste en la peor circunstancia que se te podría haber ocurrido. Siento muchísima vergüenza de mirar a la gente a la cara – me sequé las lagrimas que caían – Y es todo por tu culpa. No se trata de perdonarte o no – suspiré – se trata de que quiero estar bien y hoy no lo veo posible con vos al lado mío – lo miré a los ojos –

- Pero vos dijiste que era solo un tramite, vos le sacaste el peso al casamiento ¿y no me podés perdonar? – se empezó a exaltar y yo también –

- Que sea solo un tramite para mi no te da el derecho a dejarme plantada Santiago! ¿Qué mierda estas diciendo? – mi respiración se empezó a agitar – Quiero que te vayas ahora – le señalé la puerta –

- Mi amor – bajé la cabeza y se acercó –

- Santiago andate – lo miré – no me hagas poner peor – me alejé y abrí la puerta – Quiero mis cosas de vuelta, ahora – él ya estaba del otro lado – y es la ultima vez que te las pido bien – asintió y cerré la puerta –

ReconstruirmeWhere stories live. Discover now