Capítulo 18: La mañana que dimos un gran paso

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- Dale papá ayudalo a armar el mueble – yo daba indicaciones sentada desde el sillón jugando con Tecito –

- Vos podrías ayudar también no? – mi mamá y mi suegra eras las encargadas de la cocina, levanté los hombros y seguí en la mía –

- Gorda dale – me miró Peter, bufé y dejé a mi gatito que sea libre por nuestro nuevo departamento con terraza –

Sí, después de un año de novios había elegido mudarnos. Fue una decisión en conjunto, pasamos más tiempo juntos que separados. La alergia de Peter se había ido y cuando, ahora nuestro, gato quería dormir con nosotros, mejor dicho, sobre la cabeza de él, no había problema. Encontramos una casa que nos gustaba a los dos, con espacio para cada uno. El día que firmamos el contrato sentí de nuevo mariposas en la panza como la primera vez que Peter me había dicho que me quería. Sus papás nos acompañaron porque fueron los garantes y cuando tuvimos las llaves fuimos directamente a nuestro nuevo hogar. Limpiarlo y ordenarlo a nuestra manera con sus cosas y las mías fue muy simple. Él siempre cedía en todo, él no tenía vueltas.

La mañana que nos mudamos fue caótica. Dos fletes llenos de cosas, el con su moto yo en el auto de mis papas (y Tecito). Mis suegros en la puerta esperándonos. Esa mañana se conocieron nuestros padres. Mientras mi mamá le cebaba mates a Api, Peter, Pablo y mi papá entraban y sacaban muebles. Eugenia llego después del mediodía con empanadas para todos. La dejé a cargo de su ahijado mientras yo terminaba de organizar un poco los roperos. Cuando todo quedo mas o menos en su lugar los invitamos a todos a retirarse para poder disfrutarnos en paz.

- Sabes que mi amor – le dije mientras él calentaba empanadas que habían sobrado – Tecito debe estar muy estresado – revoleó los ojos – no me hagas así – lo señalé – ninguno le explicó que nos íbamos a mudar, que iba a verte todos los días – hablaba con voz de tarada al gato –

- El día que comprendas que es un gato y no un ser humano voy a ser muy feliz – se sentó en el sillón y apoyo los platos –

- Ay que malo – lo miré enojada y le tapé las orejas a mi gatito – vos no lo escuches a este ¿sí? Esta celoso – y él escupió una carcajada para tirarse sobre el sillón –

- Te amo La – me dijo sobre mis labios y me llenó la cara de besos que le correspondí –

- Yo también te amo – sonreí y volví a darle un beso – y a vos también bebito – señalé al gato que ya había huido y Peter negó con la cabeza –

Nuestra noche de bienvenida a nuestro propio hogar fue con mucha pasión. Recorrimos el departamento entre besos mientras nos desprendíamos de la ropa. Llegamos a la cama para envolvernos en las sabanas y sentirnos. Nos estábamos dando también la bienvenida a nuestra nueva vida.

La mañana de mi cumpleaños me levanté, pero no abrí los ojos, solo tanteé alrededor de mi cama y ya estaba vacía. Escuché a Peter hablar con el gato y sonreí todavía dormida.

- Shhhhh – se escuchaba la cafetera ya prendida – la quiero sorprender a Lali y vos gato me vas a arruinar la sorpresa – me mordí el labio, él que se había chocado contra la punta de la cama al bajarse y puteado había sido él –

Cerré los ojos para hacerme la sorprendida y al ratito volvió a la cama con una bandeja llena de medialunas, café y flores. Me despertó con muchos besos y cuando me estiré lo vi pelearse con el Tecito para que no se subiera a la cama. "Feliz cumple mi amor" me dijo sobre mis labios y lo llene de besos.

Desayunamos juntos en la cama y nos mimamos un rato largo hasta que empezó a sonar mi teléfono. Contesté un par de llamados y de mensajes. Era miércoles y los dos trabajábamos, por eso a las 9 abandonamos al gatito y nuestro hogar para que Peter me llevará en moto a la oficina. En la entrada nos cruzamos con Mora que me saludó con un abrazo y después de despedirme de mi novio con un beso entramos.

Ese día me malcriaron en la agencia, me cantaron el feliz cumpleaños y me regalaron entre todos unas botas.

Cuando la jornada de festejos y laboral terminó, con Rochi fuimos para mi casa. Apenas entre vi el desastre que Tecito había hecho con el papel higiénico, ordene rápido y le pedí a mi amiga que no nombrara el accidente de mi pobre gatito frente a su papá, por que se iba a enojar. Mi amiga se rio tanto que retumbo en toda la casa.

A las ocho empezaron a llegar mis pocos invitados, como Peter se desocupaba a las nueve Agustín y Victorio fueron los encargados del asado, Eugenia y Candela trajeron más cervezas y Roció se ocupó de la ensalada. Mi novio llegó con un regalo que hicieron que abriera delante de todos: un conjunto deportivo rosa batik con él que había molestado que quería hacía rato. Le agradeció a Cande la ayuda y lo llené de besos.

- Ahora solo falta que se casen – dijo Agustín quien recibió un codazo de Vico y yo me atraganté – Que!? – se sorprendió hasta que vio la cara de su Peter y se tapo la boca –

- Este estúpido toma dos cervezas y empieza a decir giladas – dijo Euge, pensé que era un simple comentario, pero el miedo volvió a aparecer – Además machista, que se tienen que casar, te falto decirle que tiene que ser madre – lo golpeó en la cabeza - Calmate y tomate un té de orégano que te va a hacer bien, sabes? 

- No pasa nada – disimulé como pude y mi novio apoyó su mano sobre mi rodilla –

- Perdón La – me dijo completamente avergonzado –

- Ahora por eso vas a levantar vos la mesa – le indicó Eugenia y todos reímos. Mi amiga sabía como descontracturar la situación –

Cuando la pequeña reunión terminó y Agustín termino de ordenar la parrilla para después irse nos quedamos los dos tirados en el patio con la luna y las estrellas solamente oficiando de iluminación. Peter me hacía mimos en el pelo y yo removía toda mi historia anterior por un solo comentario. Sabía que él sentía lo que me estaba pasando, porque intentaba inundar mi alma de calma. Sabía también que quería que hablara de lo que estaba pensando, así que tome coraje y lo miré.

- Es importante para vos el casamiento? – me miro con ternura y negó – Pero decime la verdad – me acaricio la cara y beso mi frente para después bajar al gato que estaba por la mesa –

- No La – rio – es un detalle que puede sumar, y que obvio que me gustaría – levantó los hombros – No necesito ni firmar un papel, ni una fiesta para saber que quiero estar con vos – suspiré – vos la pasaste mal, jamás te pondría bajo ese compromiso de nuevo, además recién estamos conviviendo, tiempo al tiempo, ¿te parece?

- Ya sé que no lo harías, pero nunca lo hablamos – suspiré – y quizá estoy siendo egoísta con lo que a vos te gustaría por una mala experiencia

- A mi lo único que me gusta y gustaría es seguir estando con vos, todo el resto me da igual – le sonreí y me beso, y ese fue mi nuevo bálsamo para el dolor: su sinceridad y su ternura –

ReconstruirmeWo Geschichten leben. Entdecke jetzt