Capítulo 12: La mañana que aterrizamos

1.7K 124 9
                                    

El ultimo día y medio que nos quedaban me la pase escondida entre la habitación y el mar. Las chicas entendieron cuando les pedí que no quería volver a hablar del tema. Eugenia se me retobó un poco, pero con Candela intercediendo cerró la boca.

A Santiago no me lo volví a cruzar, también pensé mucho en lo que me había dicho Peter, era una historia que yo había cerrado con mucho dolor y bronca. Por eso no podía seguir para adelante pero no era el momento para hablar con él todavía. El alma dolía cada vez que recordaba el plantazo y el enojo volvía a surgir. Terminamos de cerrar las valijas y mis amigas renegaron tener que volver a Buenos Aires, en cambio yo quería huir de ahí cuanto antes.

Aterrizamos y después de hacer el ingreso a nuestro país estaba Andrés, el novio de Cande, esperándonos. Ella corrió hacia él y lo llenó de besos nosotras acarreamos nuestras valijas para unirnos con los tortolitos. Lo saludamos y nos ayudo a cargar nuestras cosas a su auto. Hizo la repartida correspondiente a cada una en su casa, salude a Raúl y entre a mi departamento una ola de pena y tranquilidad invadió mi alma. Acomodé las cosas y separé lo que correspondía lavar, hablé con mis papas por teléfono y los invité esa misma noche a cenar. Terminé de organizar y decidí tomarme una siesta.

Se hizo de noche y con eso la llegada de mis padres con comida casera para compartir, les conté del viaje y de las andanzas que tuvimos, obvié el encuentro con mi ex futuro marido, las actividades que Candela me obligó hacer como por ejemplo aquagym, tirarnos de una tirolesa en el mar y bucear. Se fueron con sus chocolates de regalo y yo me puse a acomodar y a lavar los platos que habíamos usado. El timbre interrumpió mi canto y me sorprendí.

- Ey – sonreí y lo abracé cuando abrí la puerta – que sorpresa

- Perdón que no te avise – sonrió de costado y caminamos al ascensor – tenia ganas de verte

- Yo también tenía ganas de verte – y deposité un beso chiquito en sus labios –

Subimos y él mismo ofreció hacer un café para compartir. Decidió malcriarme porque supo mi animo y de mi cansancio. Reímos de la suerte que tuvimos que mis papas se habían ido un rato antes ya que ninguno de los dos estaba interesado en que se conozcan. Él manejaba una paz para todas las situaciones que hacía que yo de a poco me amoldará.

- Nada La, si me los cruzaba los saludaba – y yo abrí los ojos – y sí, ¿Qué queres que haga? ¿Qué salga corriendo? Yo cuando me mande de sorpresa sabía que podía encontrarme con cualquier cosa

- Al menos zafaste de verme tirada comiendo chocolate – y ambos reímos –

Intentó de una manera muy sutil hablar de lo que había pasado con Santiago, pero no lo deje, automáticamente volvía a repetirle las anécdotas más divertidas que se me ocurrían. Nos acurrucamos juntos en el sillón mientras compartíamos el café con chocolates que había traído solo para mi.

Llegamos a la cama con besos y nos deshicimos de la ropa que teníamos para volver a sentirnos y ser uno. Su cuerpo y él mío encajaban a la perfección, sus labios sobre mi cuerpo me hacían vibrar. Nos reíamos y nos disfrutábamos como si nada nos molestará. Le ofrecí dormir juntos y no me rechazó. Acomodé mi cabeza en su pecho y dormí tranquila.

Cuando su alarma sonó retumbó en toda mi habitación me sacudí y lo vi durmiendo todavía, me mordí el labio, agarré su remera y le preparé el desayuno para despertarlo. Sus ojos achinados y su sonrisa llenaron mi corazón de sentimientos nuevos.

- Hoy volvés a la oficina? – me preguntó desde la cama mientras revisaba mi ropero –

- Si, ni me digas, duro poquito – sonreí – ¿Vos a qué hora arrancas?

- Arranco a las 11 – miró su celular – pero tengo que pasar por casa antes de ir

- Necesito que tengamos una cita mas formal para conocerte – rio y abrió los ojos – es que si, vos sabes de mi y yo ni siquiera sé si vivís solo, si tenes novia – me frené en seco y lo miré – AY NO ME DIGAS – se levantó de la cama y me beso –

- No tengo novia Lali – se rio y me volvió a besar –

Lo invité a pasar a la ducha conmigo y no se resistió demasiado, estar juntos era una explosión de calor y de pasión. Volvimos a encontrarnos y a reírnos. Me acaricio y siempre se preocupó de cuidarme y de que me sintiera bien. Y así fue. Salimos envueltos en toallas y besándonos. Me cambie delante de él sin pudor y le pedí que me alcanzara la remera que había elegido. Cuando estuve lista y él también salimos juntos a la calle.

El detalle que entre tantos besos y caricias había olvidado es que estaba Victorio esperándome con dos cafés en su auto. Para molestarme, o cuidarme, bajó y se presentó.

- Que onda? – se saludaron dándose la mano y yo me tapé la cara – Soy compañero de trabajo de Lalu, ¿vos? – el rio y con total naturalidad se presentó –

- Soy Peter, un placer – y mi amigo le dio el pie para más detalles –

- Ay Vico basta – lo miré llena de vergüenza y Peter me abrazó por el hombro – no te metas en mi vida

- Me meto porque él que te escucha llorar soy yo – me mordí el labio –

- No te preocupes que no va a haber lagrimas – intercedió mi chico y sonreí orgullosa –

- Mira que todavía tengo ganas de encajar algunas piñas – revoleé ojos y negué con la cabeza – espero que no seas él que las reciba

- Quedate tranquilo – golpeó su hombro con total confianza – Yo voy a arrancar que sino no llego sí? – me miró y asentí sonriéndole –

- Nosotros también – sonrío, nos deseo un buen día y dejo un beso en mis labios –

Cuando subimos al auto mi amigo decidió que era el momento del interrogatorio. Contesté sus preguntas, le recordé mi llamada un domingo por la mañana contándole mi experiencia en la aplicación y en seguida linkeo todo. Su cara fue muy graciosa cuando entendió que al que había saludado y amenazado era mi ex psicólogo. Nos reímos juntos y me felicito por mi cambio de humor. Volvió a recordarme que no iba a dejar que nadie me lastimará y que esta vez si me hacían llorar iba a repartir trompadas sin problemas. Le comenté mi encuentro con Santiago y se quedo mudó, era la primera vez que lo hablaba con casi naturalidad, cuando terminé de relatar empezó a putear y a amenazar de muerte.

Llegamos a la oficina y con eso el reencuentro con Rochi, me abrazó y me levantó por los aires. Ya estaba al tanto de casi todo, y se terminó de enterar cuando Victorio le contó el encuentro que había tenido en la entrada de mi departamento. Se tapó la boca y después me felicito. Me recriminó no haber sido ella quien lo conoció antes y le repartí los regalos que le habíamos traído.

A media tarde, cuando mi cabeza estaba enfocada en el trabajo acomodando todo lo que había quedado desde mi partida mi teléfono sonó con un mensaje de Peter preguntándome como estaba. Tuvimos un intercambio de WhatsApp corto, pero me hacia temblar el cuerpo cada vez que una notificación con su nombre sonaba. 

ReconstruirmeUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum