17. Abby pervertida.

1.9K 160 7
                                    

¿Otra vez tú?

Capítulo 17.

—Abby Jones—

Ya le han dado salida al doctor, se lo han llevado a su casa y él me dejó la dirección para que no me perdiera, su novia Yuliza (jefe Rivera) se quedará a cuidarlo cuando yo tenga que salir, así que aproveché para venirme para la casa, necesito darme un baño para relajar mi cuerpo.

Estoy por ponerme un blusón para acostarme, pero recuerdo que tengo algo pendiente, necesito que alguien me quite tanto estrés y no hay nadie mejor que Ades, salgo de mi habitación y entro a la suya, lo miro acostado boca arriba y con su antebrazo tapando sus ojos, dejo mis pantuflas a un lado y me subo a la cama gateando hacia él, beso sus labios y él se asusta, cuando me ve sonríe.

—Mi amor, es la mejor manera de despertarme —no le respondo nada. Me pego a sus labios

—Quiero estar contigo.

Me alejo de sus labios para mirarlo.

—Tengo ganas de ti.

Ades no dejará de ser la persona que me hace querer experimentar todo, el que me hace erizar la piel y el que vuelve loco a cada uno de mis sentidos. En un rápido movimiento me deja debajo de él y deja besos en mi cuello.

—Entonces, prepárate, te haré disfrutar.

Pasa su nariz por mi mejilla.

—Te haré mía.

—Por favor….

Y sin esperar un segundo más, empieza a experimentar con cada espacio de mi piel.

(….)

Me acomodo en la cama, quedé exhausta. Ades sabe cómo hacerte disfrutar.

—¿Te han dicho que sabes delicioso? —mete su mano en mi entrepierna—. Me gusta tu sabor.

—Sí, ya me lo han dicho —detiene su mano y me mira—.  ¿Qué pasa?

—¿Has estado con alguien más? —se aleja de mí—. ¿Abby, tú has dejado que alguien más te toque?

Creo que acabo de meter las de caminar hasta el fondo.

—Sí, y no te voy a mentir. No teníamos una relación, no estaba obligada a nada contigo.

—Creo que debes irte de mi habitación, quiero estar solo.

—Amor, no te pongas así —trato de abrazarlo y se levanta—. Vale, te dejo solo.

Me visto con rapidez para salir, le doy una mirada y camino para irme, se ha formado un nudo en mi garganta, estoy por salir cuando me abraza por detrás.

—Estaba bromeando, Abbychuela —se ríe y le doy un golpe—. Tú no tenías una relación, podías estar con cualquiera, claro, quiero partirle la cara a Víctor.

—Te pasaste, pensé que sí te habías enojado —nos besamos hasta caer en la cama—. Ya debo irme a mi habitación.

—Hoy dormiremos juntos —besa mi cuello mientras me hace reír—. Si es que dormimos, porque te haré mil cosas.

—Yo no quiero dormir, quiero sexo, mucho sexo —vuelve a reír—. Es en serio, quiero que me des hasta por los oídos.

—Una Abby pervertida, eso me encanta.

Nos volvemos a besar y sé que lo que se viene va a estar bien bueno, es que los dos juntos somos candela pura y las ganas que nos tenemos lo dicen todo y hoy no se me escapa mi chico malo.

—Al día siguiente—

Tomo la pequeña maleta que me llevaré y bajo las escaleras, ya me he despedido de todos y mi tía no ha dejado de hacerme mil recomendaciones de cómo comportarme, ya sé que no tengo los mejores modales desde hace un tiempo, pero sé comportarme. Nada de esto será fácil, pero tengo la tranquilidad que ese hombre tan cruel que nos hizo tanto daño está pagando, no soy de alegrarme del mal ajeno, pero deseo que lo dejen toda la vida en la cárcel para yo poder ser feliz.

—¡Los amo! —le grito a todos cuando salgo de la casa, me subo en el auto y Ades se pone en marcha. En el camino hablamos de la noche anterior que fue maravillosa, hicimos de todo. Ades me hizo sentir amada y eso es lo que cuenta.

Llegamos a la dirección que me ha dado el doctor Roberto, es una casa más pequeña que la de mi tía, pero igual de grande, Ades me ayuda con la maleta y yo toco el timbre, esperamos unos segundos hasta que una señora vestida con traje de servidumbre nos abre la puerta, me da una sonrisa como si me conociera de años y nos deja entrar, miro el interior de la casa y es linda, nada de colores extravagante, todo es color crema, algo bien tranquilo.

—Abby, Ades —Yuliza nos saluda cuando aparece frente a nosotros, viene con el doctor que está de mejor color, pero sé que tiene que estar en reposo—. Pensé que ibas a venir más tarde.

—Hola —les sonrío a los dos—. No estaba haciendo nada, así que vine más temprano, y aquí mi querido novio me trajo.

—Ah, pero ya le dices «mi querido novio» —bromea Roberto y Ades se ríe—. ¿Quieren algo de tomar?

—Yo no, debo regresar a la casa, tengo cosas que hacer —se excusa Ades—. Abby, nos vemos después, te quiero.

Me da un corto beso.

—Y yo a ti, me llamas cuando llegues —nos damos un abrazo y él se despide de todos y se va, sonrío como tonta y cuando siento que me miran dejo de sonreír—. ¿Qué? Me miran muy extraño.

—Nada, viendo que te traen bien enamorada —Yuliza hace un baile de cejas y el doctor la mira haciendo que se quede quieta—. Ok, ya no digo nada más, te llevaré a tu habitación para que dejes tus cosas.

—¿Podemos hablar ahora que descanses? —Roberto me da una mirada llena de miedo y sé cómo se debe sentir.

—Dejo mis cosas y vengo, no hay por qué posponer nuestra plática, necesitamos esta conversación.

Le digo sin rodeos, ya es hora de que aclaremos muchas cosas. Celeste ya sabe todo lo que pasó y no importa que hayamos sido víctimas de las mentiras de su padre seguiremos siendo hermanas. Yo merezco ser feliz y creo que hablando voy a sacar todo porque a pesar de que ya no tengo dudas de que el doctor sea mi padre yo necesito saber cómo pasaron las cosas para poder estar tranquila y así hacer de mi vida un carnaval.

Hace meses me hice prometer que iba a cambiar y eso fue lo que hice durante todo este tiempo, nadie merece sentirse menos que nadie y creo que ahora puedo decir que tengo la autoestima tan alta como los rascacielos de la ciudad de Dubái, pero sin olvidar que debo tener los pies sobre la tierra porque es la única manera de enfrentar a todos y no dejar que nadie más haga conmigo lo que hicieron en el pasado.

Tengo miedo de lo que voy a escuchar, he vivido en una mentira todo este tiempo y es que pensar que ahora voy a escuchar la verdad de la boca de Roberto me hace pensar que me voy a quitar un peso de encima. No juzgo a mi madre por no decirme la verdad durante el tiempo que pasamos juntas, ella tendría sus razones para nunca decirme la verdad, tal vez estaba enamorada del doctor Roberto y se dejó llevar de lo que sentía, no puedo asegurar nada porque yo no estuve ahí y el amor es complicado cuando ni siquiera sabemos qué sentimos.

No tengo quejas de mi madre, siempre me trató bien y todo el tiempo me cuidó, no tiene la culpa de haberse enamorado de alguien tan patético como lo es el que se hizo pasar por mi padre. Claro que me hubiera gustado que se hubiese quedado con Roberto, tal vez hubiéramos sido felices los cuatro junto a mí tía Karla, pero la vida y el destino suelen ser tan injustos que dividieron nuestros caminos.

¿Otra vez tú? «segunda parte de mi chico malo» ©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum