Capítulo III

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Camino a través del bosque intentado encontrar a alguien. Escucho su risa a lo lejos así que comienzo a correr en esa dirección. Veo a lo lejos como él corre y ríe entre los árboles y eso me hace feliz.

- Atrapame Derek, hazlo.

Escuchó su voz retumbando en toda mi mente por lo que apresuró aún más mis pasos. Lo veo sentado al borde de ese acantilado al que le gusta ir siempre y me siento a su lado. Colocó mi brazo sobre su hombro y él se acerca aún más para acurrucarse en mi pecho.

-Me encontraste.

- Siempre voy a encontrarte Stiles. - comenzó a acercarse hacia a mí. Podía sentir su respiración y estaba a punto de sentir sus....

Me despierto agitado y sudando demasiado. Me doy cuenta que estoy en mi antigua habitación de la mansión Hale y a mi lado esta Deaton mirándome.

- Creí que no despertarías nunca.

-¿Qué sucedió?

- Bueno, el alfa los atacó y casi los mata. Me sorprende que no lo haya hecho. Para su suerte la manada llegó a tiempo y lo detuvieron de asesinarte, pero por desgracia huyó.

- Mientes.

- ¿Perdona?

- Estas mintiendo Deaton.

- Compruébalo tú mismo, escucha mis latidos y dime si miento.

- Sé lo que vi Deaton, ese alfa fue detenido por Stiles y quiero saber porqué.

- Mira Derek no sé qué fue lo que viste, pero de seguro estabas alucinando. Perdiste mucha sangre y es un milagro que estés vivo. Stiles estaba igual o peor de herido que tú y fue una suerte que la manada llegara o de lo contrario ahora estuviéramos celebrando un funeral. Debo ir a ver a Stiles ahora, tu madre vendrá pronto, pero mientras tanto tomate esto. - le entregó un pequeño frasco con un líquido verde. Vio el líquido y no pudo evitar pensar en cómo los ojos de Stiles habían cambiado de un momento a otro. Hasta donde él sabía el ojimiel era un humano simple y normal como cualquier otro. Recordaba perfectamente el día que este apareció en su vida.

Derek era un niño de 5 años cuando unos hombres extraños aparecieron en su casa. Entraron a su casa y se fueron a hablar con su madre y su padre. Después de unas horas hablando los hombres volvieron a salir y Derek pudo verlos con mayor detenimiento. Eran alfas que se veían muy fuertes y con un semblante muy serio. Cada uno llevaba un enorme collar de oro en su pecho con el grabado de un lobo. Los hombres salieron de su casa y al poco tiempo dos niños de su edad entraron. El chico se llamaba Ray y la chica era Alicia o al menos así los presentaron aquellos hombres. Segundos después una mujer muy bella entró en la habitación. Llevaba uno de esos collares de oro puesto y en sus brazos llevaba cubierto a un bebé muy pequeño. Su piel era muy blanca y sus mejillas rosadas. Derek había visto muchos niños, pero ninguno como ese. Era muy lindo o al menos eso pensaba el pequeño Hale.

Al parecer esos tres niños vivirían con ellos de ahora en adelante. Lo que a Derek no le agradó ni un poco. Esa misma noche Derek se levantó molesto al oír el llanto de aquel bebé. Tan insesante y molesto. Fue hasta la habitación en la que lo habían colocado. Era una suerte que Talia estuviera esperando a su tercer hija en ese momento pues de lo contrario el bebé no hubiera tenido donde dormir. El pequeño lobo se acercó hasta la cuna y colocó sus pies en una orilla para poder elevarse y verlo mejor.

- ¿Qué te sucede? Quiero dormir. - dijo molesto, pero el bebé seguía llorando. El niño quería callarlo y pensó en colocar una almohada sobre él, pero se puso a pensar que quizás él bebé estaba asustado de estar en un lugar extraño o quizás extrañaba a su mamá. - Extrañas a tu mamá ¿verdad?  Bueno, no tienes nada que temer. Estás a salvo aquí con nosotros. Yo también me sentí así cuando mamá me llevó a la escuela la primer vez, pero ella regresó por mí. Estoy seguro que tú mamá también volverá por ti, pero mientras tanto puedo prestarte a la mía si quieres. - el bebé dejó de llorar y lo veía atento como si pudiera entender a Derek. - Incluso yo podría cuidar de ti, nunca dejaría que nada ni nadie te haga daño, nunca. - el niño acercó uno de sus dedos al bebé y este lo sujeto. Aún era un niño, pero pudo sentir como una extraña corriente recorría su pequeño cuerpo. - Yo me llamó Derek y puede decirme Derk si quieres ¿Cómo te llamas tú?. - el bebé solo sonrió y no fue el único pues en la puerta de la habitación Talia los observaba tiernamente. Jamás había visto a su hijo actuar de esa forma.

- Su nombre es Stiles. - le respondió su madre acercándose.

- Mamá, el bebé no dejaba de llorar y sólo vine para poder ayudarlo.

- Lo sé Derek, lo he visto todo y al parecer le has agrado mucho a Stiles.

- Él es muy lindo y pequeño ¿por que su mamá lo dejó aquí solo? Él la extraña.

- Ella no era su mamá.

- ¿Donde está entonces? - Talia se puso muy triste ante la pregunta de su hijo.

- Ella tuvo que irse hijo y me temo que no podrá volver por el bebé.

- Pero Stiles va a extrañarla. - dijo triste.

- Lo sé hijo y es por eso que el necesitará de nosotros. Quiero decirte que ahora Stiles será parte de nuestra familia.

- Esta bien mamá y te prometo que cuidare muy bien de Stiles. Jamás voy a dejarlo mamá, lo juro. - volvió a sostener la mano del bebé y él volvió a reír al igual que Derek.

Stiles creció al igual que él y poco a poco la promesa que le hice a su madre desapareció. Quizás había sido muy injusto al tratar con desprecio a Stiles. Tanto fue su odio que el pequeño ojomiel terminó mudandose de la mansión Hale. Talia estaba molesta con él y eso solo aumentó su odio hacia a Stiles.

- Stiles jamás quiso causar problemas, sólo era un bebé que perdió a su madre y la mía solo quiso ayudar. - se decía a sí mismo. - Además, bebé o no Stiles sigue siendo igual de lindo.

-¿Quién sigue igual de lindo? - dijo Talia entrando a la habitación mientras que las mejillas de Derek se tornaban de un rojo carmesí. Ahora si que estaba en problemas.

Un príncipe peligrosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora