34.- Lluvia sobre nieve

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Dojoon se desmoronó cuando entró al coche, el miedo invadió su auto, las manos le temblaban descontroladas, limpió sus mejillas pero rápidamente se volvieron a empapar.

Intentó calmarse pero fue en vano, no estaba el aroma que quería, no estaba la persona que necesitaba, lo había arruinado y lo sabía.

Salió por la calle escuchando la radio, miles de canciones tristes que describían sus sentimientos en ese instante sonaron.

La transmisión fue interrumpida por el informe del clima que indicaba una noche tormentosa, y aunque él no encontrara lo extraño, la señorita había dicho, un tiempo extraño, hay lluvia sobre nieve. Pero para él no fue extraño, se sentía similar al dolor de su corazón.

Al no saber realmente donde ir dio un par de vueltas por la ciudad, en ese momento no le importaba si sufría un accidente, nada, le importaba de hecho.

Ese amargo sabor de boca se quedó albergado desde que dijo esas palabras.

¿Por qué lo hizo?

Experimentando el mayor miedo que no tuvo en su infancia, se quedó varado en una calle, llamado a su madre pudo encontrar su guía a casa.

Ella lo recibió con los brazos abiertos, con mantas y toallas preparadas, entró de vuelta a su hogar.

Llorando de nuevo en cuanto la vio, su padre preocupado igual calentó algo del chocolate caliente y esperaron a que decidiera decir algo. Tuvieron una idea cuando su llanto nunca paró, y la madrugada se fue poco a poco.

Dojoon durmió cerca de las tres de la madrugada, cuando su madre lo arropó cuando era pequeño y tenía miedo, Daniel en cambio cantó para él, su madre uniéndose en el coro, creando una armonía hermosa.

Y no se sintió mejor, eso le recordó que sus planes habían sido interrumpidos de nuevo. Por la misma maldita razón que la vez pasada.

Al escuchar a sus padres se sintió mal, él podría tener el lujo de ser consolado por su familia, pero ¿Hajoon? No tenía familia viva a quien recurrir.

El dolor de su pecho se apagó, cuando pudo conciliar el sueño, pero aún en ellos lo pudo ver de nuevo, sus ojos tristes y dolidos mirándolo.

El dolor de su pecho se apagó, cuando pudo conciliar el sueño, pero aún en ellos lo pudo ver de nuevo, sus ojos tristes y dolidos mirándolo

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