Treinta y tres

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Mimi

El agua se deslizaba por mi cuerpo, poco a poco el baño se iba llenando de vaho, humedad y una fina niebla producida por el choque de temperatura entre el ambiente y el del agua que caía sobre mi. Me empapé de la calidez del agua y poco a poco el frío se marchó de mi cuerpo. El invierno hacía unos días que había aterrizado en Madrid y se había hecho notar. 

- Mimi por dios esto parece una sauna, aligera que me tengo que duchar yo también.-se quejó Miriam entrando en el baño.

- Rubia ahora no vengas con prisas que eres tú la que se ha quedado frita mirando la peliculita esa.-dije mientras enjabonaba mi pelo.

- ¡¿Cómo que la peliculita esa?! Se llama Solo el casa ¿y cómo esperas que no me duerma si me haces cosquillitas en el pelo y me das besos en la frente?-respondió nerviosa mientras abría la mampara de la ducha.

Lo reconozco, aquello me pilló por sorpresa, aunque Miriam nerviosa era así, impredecible. Ella misma se sorprendió de su acto y yo no iba a dejar pasar la oportunidad de sacarle los colores.

- Rubia, así no acelero precisamente.-dije ladeando la sonrisa con picardía.

- Ay, Mimi, espabila anda.-dijo girándose rápidamente.

Pero antes de que pudiera marcharse estiré una de mis manos atrapando su brazo frenando su movimiento. Me incliné ligeramente, llegando a su oreja izquierda.

- Si quieres ducharte conmigo, puedes, eh rubita.-susurré contra su oreja.

Suspiró y tomó aire con nerviosismo.

- M-Mimi, no pod-podemos llegar... tarde.-dijo con la voz entrecortada.

- Nadie ha dicho nada de llegar tarde, podemos ser muy rápidas si quieres.-respondí mordiendo con suavidad el lóbulo de su oreja izquierda.

Suspiró de nuevo y mordió su labio inferior con desespero. Sonreí ante su reacción. Me encantaba provocar todo aquello en ella.

- No me líes Mimi.-protestó nerviosa.- Siempre igual cuando más prisa tenemos.-añadió tirando la cabeza hacia atrás acompañado de un suspiro pesado.

Sonreí y besé su mejilla. Nuestras miradas se cruzaron momentáneamente.

- Deja de torturarme, que ya sabes que me encantaría poder recrearme aquí contigo y...-dijo esbozando una sonrisa pícara.- Pero tenemos una cena y no podemos llegar tarde como siempre.-añadió tras esa breve pausa.

- Continua, continua, ¿y qué? ¿Qué ha pasado por esa cabeza, rubia?-insistí con una sonrisa pícara.

- Ay Mimi, de verdad, eres insoportable.-dijo colorada mientras se alejaba de mí en dirección a la puerta.

- ¡Irresistible querrás decir!-grité antes de que se marchara del baño.

Aunque no le veía la cara, sabía que estaba sonrojada y había rodado los ojos. Sonreí. Después de aquella mañana en la Miriam descubrió cómo fue el triste final de su padre, las cosas cambiaron mucho. Miriam poco después empezó a ir a una psicóloga que le ayudó a afrontar todo lo que había pasado y a sobrellevar mejor su ansiedad. Las primeras sesiones fueron duras, Miriam lo pasó especialmente mal, pero poco a poco se fue soltando y cada vez avanzaba más. Cada vez se la veía más feliz. 

Efrén e Inés estuvieron junto a ella en todo momento, no se movieron de su piso hasta que no vieron a Miriam algo mejor. Ellos sin duda fueron un gran pilar para ella. Eran la única familia con la que contaba, puesto que con su madre no había vuelto a mediar palabra. Llegó la navidad y tan solo obtuvo de ella un mensaje de felicitación. La Nochebuena y Navidad la pasamos en casa de Efrén e Inés, que tras varias idas y venidas decidieron finalmente instalarse en Madrid. No fue lo mismo que las Navidades que hasta el momento ella recordaba pero es que tampoco éramos los mismos que un año atrás. Habían cambiado tantas cosas... 

BANDERA BLANCA - Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora