Veintitrés

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Mimi

- Sí, claro que puedo venir, ¿Qué haces allí Miriam?-pregunté nerviosa.

Tras la línea se escuchaban sollozos de Miriam y su respiración violenta que indicaban que debía darme el máximo de prisa en llegar al Marañón.

- Mimi, ven por favor.-dijo de nuevo.

- Vale, vale, voy ya, espérame no sé, en la puerta principal. Voy ya para allí rubia, no te preocupes.-dije rápido.

- Gracias.-dijo antes de colgar.

Aquella breve llamada me dejó mal cuerpo y cientos de incógnitas, ¿Qué hacía Miriam en el Marañón? ¿Por qué estaba tan angustiada? Miré a mi alrededor y encontré a Ricky mirándome desde la cocina con el ceño fruncido.

- Ricky, ¿puedes acercarme al Marañón?-pregunté directa.

- ¿Al Marañón?-preguntó acercándose.-¿Te duele la pierna?

- No, Miriam está allí y me ha pedido que vaya, ¿me acercas o llamo al Uber?-pregunté nerviosa.

- Tranquila rubia, que ya te llevo.-respondió Ricky alzando los brazos.- No me comas, Romea.-añadió con una sonrisa.

Ricky cogió las llaves de su Mini y bajamos a buscar el coche. Aunque iba con muletas, eso no hacía que fuera lenta, daba zancadas enormes a riesgo de caer de morros.

- Ferrari, reduce a segunda que al final te estampas.-dijo Ricky mientras nos acercábamos a su Mini rojo.

- Déjame Ricardo, lo tengo todo controlado.-rechisté.

- Controlado vas a tener el viaje al suelo como sigas a este paso.-bromeó.

Rodé los ojos y entramos en el coche, dejé las muletas entre mis piernas y me puse el cinturón. Ricky arrancó y en poco más de diez minutos ya estábamos delante del hospital.

- ¿Quieres que me quede por aquí?-preguntó Ricky una vez estacionó.

- Mmm... Vale, espera aquí un momento y según lo que vea, te digo.-dije buscando con la mirada a Miriam.- Gracias Ricky.-dije dejándole un beso en la mejilla.

- Nada, Romea, suerte.-respondió sonriente.

Salí del coche y me acerqué con rápidas zancadas hacia la puerta principal. Allí estaba ella con la mirada fija en el horizonte y con el semblante triste. Cuando escuchó el ruido que hacían mis muletas se giró hacia mí.

- Mimi.-dijo levantándose.

Di una zancada rápida con las muletas a lo que ella rápidamente acortó la distancia entre ambas.

- No corras.-dijo preocupada.- Lo siento por llamarte así, estando como estás.-dijo agachando la mirada.

- Ey, rubia, perdón de nada, ya te dije que si lo necesitabas y querías, yo iba a estar a tu lado.-dije seria quitándome las muletas y agarrándolas con una sola mano.- Y volvería a venir cien veces.-añadí acariciándole una mejilla.

- Mimi.-dijo agarrando mi brazo para evitar que cayera.- Gracias, Mimita.-dijo abrazándome.

Me abrazó con fuerza, hundiendo la cara en mi cuello. Le envolví la cintura con mis brazos y con la mano libre. Noté un suspiro contra mi cuello seguido de una sensación de humedad en la misma zona. Estaba llorando, pero claro, llorando en silencio, tratando de hacer el mínimo de movimientos que me hicieran sospechar de su momento de debilidad. Le besé el hombro y se separó poco a poco, secándose las lágrimas con disimulo.

- ¿Necesitas dar una vuelta?-pregunté acariciando su mejilla.

Negó tratando de fingir una sonrisa.

BANDERA BLANCA - Miriam²Where stories live. Discover now