Nueve

2.2K 98 129
                                    

Miriam

- ¡Hombre, Miriam!-dijo Cepeda en alto cuando nos acercamos más.

Fruncí el ceño. Miré a Mireya temerosa, ¿qué diablos hacía Cepeda? Bueno, podía imaginarme lo que quería hacer pero esperaba que no lo hiciera, quería creer que no sería capaz. Contuve la respiración ante el risueño gallego.

- Parecía que te habías perdido por el monte.-añadió divertido.

- Sí, bueno, me entretuve un poco.-respondí algo incómoda.

Me veía venir la catástrofe. Pero para mi sorpresa, ahí quedó la cosa. Aunque claro estaba que aquella bomba no era que estuviera desactivada, sino que su hora de explosión se había retrasado. 

- Bueno, volvemos que sino, aún se nos echará el anochecer encima, que cada vez se va antes el sol y tenemos que hacer muchas cosas aún.-dijo Ana atrayendo hacia ella su atención.

Luis me miró con una sonrisa pícara. Lo sabía. Solo con esa mirada ya pude saber que Pablo se lo había contado. Luis no miraba con malicia, miraba como cuando un niño descubre un secreto. Lo que él no sabía era que aquel secreto tan jugoso, podía significar un tsunami en mi pecho.

Todos empezaron a emprender el camino, Pablo se me quedó mirando porque yo seguía quieta, con Mimi a mi izquierda y Mireya a mi derecha. Mireya al percatarse de la cierta tensión que había en esa mirada me agarró la mano y me dio un leve apretón.

- Vente conmigo si lo prefieres.-me susurró con disimulo.

- No, tranquila, quiero hablar con él.-respondí mientras me giraba para recoger mi mochila del suelo. 

La malagueña hizo una mueca de disconformidad. No le gustaba Pablo, nunca terminó de gustarle. Desde que lo conoció tuvo la percepción de que ambos estábamos en puntos muy diferentes y aquella distancia vital me perjudicaba. Mireya y sus sextos sentidos.

- Rubia.-dijo Mimi captando mi atención.- No te dejes la botella.-añadió alargando su brazo hasta mí con la botella entre los dedos de su mano derecha.

- Gracias.-dije con una sonrisa y recogiendo mi botella.

- ¿Quieres que te acompañe?-preguntó clavando su verde en mis pupilas.

Estaba seria, tensa incluso. Tragué saliva. Querer, quería pero lo que no quería era provocar, antes de tiempo, la tercera guerra mundial entre Pablo y Mimi. Él era muy beligerante con Mimi y Mimi... Mimi tenía la mecha muy corta. Le miré e hice una mueca.

- Debo hablar con él, creo que Cepeda no ha ayudado demasiado.-respondí torciendo el gesto.

Asintió bajando la mirada hacia el suelo.

- Si necesitas que venga durante el camino, dilo.-insistió volviendo a lanzarme una mirada penetrante.

Asentí y esbocé una breve sonrisa en señal de agradecimiento. Mimi se marchó sin estar muy convencida. Pero debía hacerlo. No necesitaba guerras antes de tiempo. Poco a poco empezaba a tener claras ciertas incógnitas.

Cogí aire, guardé el agua en la mochila y cargué la mochila a mi espalda. Me acerqué a Pablo, estábamos al final de la cola. Nos quedamos un rato en silencio. No quise machacarme más pensando. Sabía perfectamente de qué habían hablado y conociendo a Pablo, terminaría preguntándome por qué los chicos no sabían que nos casábamos en nueve días. Era una pregunta que iba a caer y decidí esperarla con paciencia, con calma, viéndola venir. 

- ¿Bien la excusión con Mimi?-preguntó rompiendo el silencio.

Fruncí el ceño. No era la pregunta que esperaba.

BANDERA BLANCA - Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora