Veintiuno

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Mimi

Miriam colgó y su cara estaba completamente desencajada. Suspiró y se quedó en un silencio que nos caló hasta los huesos. Un silencio envuelto en la horrible sensación de la aguja reventando la burbuja, nuestra burbuja. Guardó el teléfono en su mochila y me miró sin saber muy bien por donde empezar a contarme el contenido de esa llamada.

Dudé en cómo actuar, no quería molestar ni sobrepasar ningún tipo de línea que se hubiera dibujado a partir del contenido de la llamada. No quería invadir su espacio, aunque tampoco quedarme de brazos cruzados dando la impresión de indiferencia. Hacía demasiado que ella había dejado de serme indiferente. Así que acaricié con delicadeza sus muslos. Rápidamente conectó su mirada con la mía y pareció salir un poco de esa especie de trance en el que se había sumergido después de la llamada. Ella sonrió amargamente y me abrazó, escondiendo su cara en mi cuello. Mis brazos le envolvieron con mimo. 

Una de mis manos se fundía con su rubia marea de rizos, navegando con dulzura entre ellos. Mientras que la otra dejaba círculos de caricias sobre su espalda, tratando de acercar a su orilla la calma. 

- Mimi, tenemos que irnos.-dijo soltando el aire con pesadez.

- Vale.-dije dejando un beso sobre su pelo.

Se separó y se levantó, cargó la mochila a su espalda y yo imité su acción. Entre ambas recogimos el mandala que guardé en mi mochila y empezamos a andar de vuelta. El ambiente de procesión nos calaba la piel, ese silencio pesado, esa nebulosa que era crónica de una tormenta que se antojaba borrasca. A cada metro que avanzábamos Miriam se ponía más nerviosa, removía sus anillos y miraba inquieta su reloj. El cielo, empezó a taparse y lo que antes era una suave brisa se había tornado en un viento ciertamente violento. Antes de que pudiéramos darnos cuenta empezó a llover.

- Joder, qué fría.-me quejé cuando sentí un gotarrón caer sobre mi mano.

- Está arreciando la lluvia, ¿queda mucho para salir?-preguntó Miriam mientras apartaba hierbas con sus brazos.

- En teoría nos queda un kilómetro y medio, pero en cuanto pasemos este camino de piedras y hierba no tardaremos demasiado. Este es el peor tramo.-dije mientras avanzaba entre la hierba.

- Jobá Mimi es que por menudo camino nos metiste.-se quejó Miriam.

- Chica yo no sabía que iba a llover.-dije encogiendo los hombros.

Acto seguido volví a resbalarme y es que claro, hablar y andar está muy bien cuando no está cayendo un tormentón. Volví a resbalarme con el mismo pie que antes. Pero esa vez dolió diferente. Dolió a que eso sí que no había sido un simple malgesto.

- ¡MIMI!-gritó Miriam cuando se giró y vio que estaba amorrada a las piedras del camino. 

- Estoy bien, tranquila.-mentí.

- Pero loca cómo vas a estar bien si estás en el suelo.-dijo sin saber muy bien qué hacer.

Traté de levantarme haciendo fuerza con mis brazos y los pies. Pero cuando traté de apoyar el pie de la caída sentí un dolor fuertísimo.

- ¡AAAH!-grité de dolor.

- Mimi, Mimi, Mimi, para, yo te ayudo.-dijo agachándose rápidamente.

Asentí. Traté de levantarme haciendo fuerza con ambos brazos y un único pie, en cuanto conseguí levantarme Miriam pasó uno de mis brazos por su hombro y ella pasó uno de los suyos por mi espalda rodeando mi cintura. 

- Intenta no apoyar el pie si te duele.-dijo sosteniéndome con fuerza.

- A saltar como una rana, supongo.-respondí tratando de romper la tensión del momento.

BANDERA BLANCA - Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora