Cinco

1.7K 94 41
                                    

Todo el alcohol me bajó de golpe con aquel ruido. Por todos era sabido que no soportaba las tormentas, me daban mucho miedo y aquella, no era una excepción. Además, se fue la luz, cosa que tampoco me gustaba demasiado.

- Menudo tormentón.-dije mirando hacia fuera con algo de miedo por el fuerte estruendo.

- Tranquila, pronto volverá la luz y amainará.-dijo Mimi tras de mí acariciando mi espalda.

- Eso espero porque sino no voy a pegar ojo.-respondí suspirando.

Me abrazó desde atrás, dejando un suave beso en el hombro.

- No te preocupes rubia, esto será mucho ruido y pocas nueces, ya verás.-dijo dándome un fuerte achuchón. 

Su piel en contacto con la mía. Sentí un escalofrío recorrer mi piel provocando que esta se erizara. 

- ¿Tienes frío?-preguntó Mimi.

Sonreí y mordí mi labio inferior. Qué jodida la sensación que me recorría el cuerpo cada vez que la sentía cerca.

- Sí, ahora subiré a por una sudadera.-dije encontrando la excusa perfecta para airearme de lo que estaba siendo la noche.

- Si quieres, por lo del miedo y eso, te acompaño.-sugirió.

Me giré hacia ella sonriente. Dudé entre qué responder, pues había dicho eso como una mera excusa, pero teniéndola enfrente con esa cara, esos ojos y esa sonrisa... Me costaba horrores resistirme y negarme a su proposición. 

- Por el miedo, claro.-dije riendo levemente.

- Obvio, yo lo hago por ti, eh.-respondió sonriente.

- Claro, claro, no porque te mueras por estar a solas conmigo.-respondí rodando los ojos.

- Qué subidita nos ha venío la niña.-dijo fingiendo una cara de rechazo.- Pues que sepas que ahora vas solita por chula.-concluyó.

- Vale.-respondí y me fui hacia las escaleras.

Fui hacia la habitación con una sonrisa en los labios y un lio en la cabeza. Llegué a la habitación y me apoyé en la pared dejándome inundar por el océano de dudas de mi mente. No entendía por qué me pasaba eso con ella. No sabía exactamente qué era eso, ¿atracción sexual? ¿me gustaba? ¿amor? ¿admiración? Fuera lo que fuera, no podía ser. Yo era heterosexual y estaba con Pablo, llevábamos 10 años e íbamos a casarnos en diez días. Ya solo el hecho de plantearme todas aquellas preguntas no estaba bien. No podía ser y punto. Otra vez no. Pero es que ¿por qué solo con tenerla cerca todo aquello emergía del sótano donde creí apartarlo? ¿por qué me surgían dudas? Resoplé y pensé en la frase de Mireya "Te he hecho el favor de tu vida", ¿ese era el favor? ¿hacerme dudar de mi sexualidad, de la decisión de casarme y de quién me gustaba y quién no? ¿eran esas dudas a caso algo positivo para mí? En aquel momento, aquellas dudas eran más próximas a una maldición que a una bendición, pero es que mi cuerpo cuando la tenía cerca no podía evitar el magnetismo.

- ¿Miriam?-preguntó una voz entrando en la habitación.

De un respingo me reincorporé, nerviosa busqué con la mirada esa voz.

- ¿Sí? Estoy aquí, en el armario.-respondí.

Su risa. Bien Miriam, buena respuesta, pensé cayendo en la cuenta de lo que acababa de soltar por mi tremenda bocaza. 

- Eso ya lo sabíamos todos pero bueno.-respondió acercándose.

- Oye, que yo no estoy en ningún armario eh.-contesté nerviosa.

- Oh no claro, por supuesto.-respondió con suficiencia.

- Oye ¿tú no ibas a quedarte abajo por chulita?- dije imitando el tono que usó anteriormente.

BANDERA BLANCA - Miriam²Where stories live. Discover now