Doce

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Miriam

Después de aquello, sentía que mi noche debía terminar, no me apetecía demasiado seguir allí. No quería ver cómo Mimi seguía besando a aquella morena, tampoco verla en sí. Aquel encontronazo había sido la cereza del pastel. Necesitaba descansar, hacer un poco de reset  y volver a Madrid para poner en orden todo lo que me había pasado en aquellos dos días. Parecía mentira que mi vida hubiera cambiado tanto en tan solo dos días, pero la vida es así, cuando menos te lo esperas, llega y te deshace el mapa que habías trazado, enseñándote otras calles, otras ciudades y otros mares. Mi mapa en aquel momento era una sopa de letras y encrucijadas.

- Mire, me voy a ir para la casa.-anuncié a la malagueña.

- ¿Ya?-preguntó algo apenada.- ¿No te esperas cinco minutitos pa' que me termine la copa? Es que no te pienso dejar ir sola-preguntó alzando su cubata.

- Mire que no pasa nada, si quieres quedarte voy sola, no me va a pasar nada.-dije acariciando su brazo.

- ¿Hablarás en broma, no? Tú no te vas sola como que me llamo Mireya Bravo Guzmán.-sentenció Mireya seria.- Dame cinco minutitos y vamos.-concluyó.

- Eeeella protectora.-bromeé.

- Es que lista vas si te piensas que vas a irte sola y de noche hasta la casa, con la de mamarrachos sueltos que hay por el mundo.-dijo dando un trago a su copa.

- A mí se me ocurre alguno que otro de mamarracho.-dije haciendo un movimiento de cejas.

- Me reservo lo que pienso porque estás muy cansada como para que te dé una charla, pero... amiga date cuenta.-dijo en un tono de lo más divertido.

"Ay amiga, si tú supieras..." pensé, pero es que ni lo que yo imaginaba llegaba al nivel de lo que terminaría pasando. Mireya se terminó la copa y a nosotras se unieron Nerea, Aitana y Amaia. Cuando llegamos a la casa Mireya me paró antes de que entrara en mi habitación. 

- Si necesitas algo, mándame un mensaje, ¿sí?-dijo refiriéndose a si había movida con Mimi.

Asentí.

- Tranquila, Mire. Gracias.-dije dejándole un beso en la frente.

- Mañana a las 11 tenemos que dejar la casa, si ves que no tienes cuerpo pa' conducir dilo y entre unos y otros llevamos el coche y bajamos tranquilitos pa' Madrid.-dijo preocupada la malagueña.

- No te preocupes, no bebí demasiado, podré bajarlo sin problema. Tan solo son las doce.-respondí con una sonrisa.

- Bueno, no quiero que te hagas la fuerte como siempre, si no puedes, dilo y nos repartimos las horas de conducir.-dijo en un tono de advertencia.

- Síiii.-dije alargando la i.- Buenas noches Mire.

- Buenas noches, bonita.-dijo dejando un beso en mi frente.

Me metí en la habitación, di la luz y me desvestí para ponerme el pijama. Me desmaquillé y me metí en la cama. El contacto con las sábanas frías me produjo un pequeño escalofrío. Me acurruqué conmigo misma y me tapé hasta la nariz con la colcha para lograr entrar en calor entre aquellas gélidas telas. Aunque tardé un poco encontrar el sueño puesto que mi cerebro decidió que era una hora estupenda para recordar momentos especialmente dolorosos acontecidos recientemente. Mi mente voló hacia el momento de Mimi y la morena. Recordé la punzada en el pecho cuando la vi besar a otra. Sus labios recorriendo otros. Cerré los ojos con fuerza. Quería borrar aquella imagen de mi mente, ¿celos? ¿tenía acaso derecho a sentirlos? ¿debía acaso sentirlos cuando literalmente no éramos nada? No, no tenía derecho a exigir nada ni a sentir celos. Pero eso no evitaba que los sintiera. Lo mismo me pasaba con Patricio. No soportaba ver a Mimi en una actitud amorosa o romántica con otra persona. Sentía celos porque quería que todo aquello fuera conmigo y no me había dado cuenta hasta aquel momento en el que mi cerebro se puso a analizar el por qué me caía mal Patricio, Belén y un largo etcétera de personas con las que Mimi había salido. Suspiré y después de darle mil vueltas a todo lo que había sucedido aquella noche, caí rendida.

BANDERA BLANCA - Miriam²Where stories live. Discover now