Ocho

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Mimi

Miré a Ricky con incredulidad, el mallorquín me devolvió la mirada haciendo una mueca que me indicaba que él estaba igual de sorprendido que yo. Negué con la cabeza alucinando con la situación, ¿Qué cojones hacía ese ahí? Miré a Miriam de reojo, puesto que la tenía justo a mi derecha. Hasta el momento íbamos caminando juntas, teniendo conversaciones banales con algún coqueteo discreto. Pero su rostro había cambiado de golpe. Ya no tenía esa sonrisa relajada, ni esa actitud arrebatadora. Fue verle a él y su cuerpo se tensó, se puso nerviosa. Muy nerviosa. Lo pude leer porque cuando estaba nerviosa no paraba de lanzar miradas hacia todas partes, como si buscara una salida de huida. Forzó una sonrisa tratando de aparentar que todo estaba bien aunque se notaba a leguas que en su cabeza iba más rápido que Hamilton, o al menos, yo sí supe verlo. Ella seguía sin articular palabra. Él se acercó un poco más a ella. No sin antes dedicarme una fugaz mirada de cierto asco. Alcé una ceja incrédula, "¿y esa mirada de mierda? ¿acaso sabía lo que había pasado?" pensé. Aunque luego caí en que si lo supiera, probablemente no estaría con esa sonrisa en la cara ni habría accedido a que Cepeda le llevase con el grupo. Tras ese rápido pensamiento, aún entendí menos la mirada del gallego.

- ¿No te alegras de verme, ruliña?-volvió a preguntar el chico.

Todos seguían con la mirada fija en la pareja. Miré a Ricky mientras resoplaba. Él se acercó a mí.

- Se masca la tragedia.-me susurró.

Le di un codazo con disimulo. Jodido Ricky, ni en esas podía estar serio. Aunque lo agradecí, porque así rebajaba tensiones. Y es que claro, aunque me había jurado a mí misma después del ostión con Patricio, ir de flor en flor, sin liarme demasiado, con Miriam siempre tenía esa cosa que nunca podía ser sin complicaciones. El mero el hecho de que se me resistiera tantísimo hacía que cumplir mi propia norma me fuera un imposible, la atracción de lo complicado era superior a mi hedonismo de supervivencia.

- ¿Q-Qué haces por aquí?-preguntó al fin Miriam.

- Pues vine con un par de la carrera, a casa de uno que vive en el pueblo y ahora había salido a hacer un café para despejarme mientras ellos dormían y me encontré a Luis.-respondió sonriente y despreocupado el gallego.

- Qué bien.-respondió Miriam aún nerviosa.

Ella movía con nerviosismo sus anillos, supuse que el hecho de que todos tuvieran la atención sobre ella tampoco ayudaba demasiado. A ojos de todos, el gallego era su novio y lo común hubiera sido que se hubiera lanzado a sus brazos nada más verle, pero su reacción andaba lejos de eso y eso provocaba que la mayoría focalizara aún más la atención en ella. Me sabía algo culpable de que estuviera tan nerviosa. Sabía del cacao que tenía Miriam en su mente tras el beso.

- ¿Por qué no te vienes con nosotros Pablo?-sugirió Cepeda desviando la atención.

Miré con incredulidad a Ricky. Cepeda no iba a cerrar esa bocaza jamás. Así era él. Resoplé. Miriam con una mirada de socorro y el muy listo soltando aquella sugerencia.

- Bueno, no quiero tampoco acoplarme ni nada, es algo de amigos supongo.-respondió Pablo.

Se notaba a leguas que quería venir pero dijo eso para quedar bien, como el novio respetuoso con el espacio de su novia. Vamos, lo que no era, ni lo había sido nunca. Flipaba con que una tía como Miriam siguiera con un tío como ese.

- Venga hombre, ni que no te conociéramos y fueras un extraño. No se diga más, vente, que además tenemos bocadillos de sobra.-insistió Cepeda.

Lo estaba haciendo estupendo mi amigo Luis. Estupendo pa' ganarse una ronda infinita de collejas.

- Bueno, pues me vengo, si Miriam quiere, claro.-respondió Pablo fingiendo timidez.

BANDERA BLANCA - Miriam²Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin