Diecinueve

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Mimi

El beso era fuego, un disparo a quemarropa. El cuerpo de Miriam me aprisionaba contra la pared, sus manos estaban instaladas en mi mandíbula, quería asegurarse de que no me escaparía, aunque ella supiera que nunca me escaparía de sus labios, por mucho que luego eso me trajese cien tempestades. Su lengua pidió paso y ahí el beso tomó otra dimensión. Sentía arder. 

Tal vez, en otro momento me hubiera dado igual, hubiera tirado por la borda todo ápice de control y hubiera dado rienda suelta a mi instinto más animal. Pero no quería que aquella vez fuera así. Miriam venía de una situación del todo compleja y aunque intentara aparentar fuerza, también había sido traumática. Tampoco quería ser el paño de lágrimas en el sentido de que no quería que folláramos para ella "desquitarse" porque la conocía y después de esos arrebatos, venía el arrepentimiento y eso era justo lo que no quería.

Separé nuestras bocas y pegué mi frente a la suya. Miriam se sorprendió ante aquel gesto y frunció el ceño.

- ¿No quieres?-preguntó confundida.

- No es que no quiera, es que creo que lo que necesitas ahora mismo no es un polvo en el recibidor mi casa.-dije mientras dejaba un mechón de su pelo detrás de su oreja.

Se separó bruscamente, aquella respuesta no le había gustado. Se había sentido rechazada, algo a lo que no estaba demasiado acostumbrada. Apartó su mirada de mí y cruzó sus brazos a la altura de su pecho.

-Estupendo.-dijo molesta.

- Eh, rubia.-dije alargando mi brazo para alcanzar su brazo derecho.

- Déjame Mimi, lo mejor será que me vaya.-dijo retirando con brusquedad mi mano de su brazo.

Hizo el intento de dirigirse hacia la puerta pero en cuanto puso la mano en el pomo la detuve. Su carácter había salido a relucir pero no me lo tomé a mal, venía de pasar unos días complicados y al final, todo ese enfado que le había venido tras el rechazo era el pico del iceberg. Resopló y me miró con enfado.

- Echa el freno, rubia.-dije acariciando la mano que atrapaba el pomo de mi puerta.

- Que sí, que lo capto, que no te apetece una mierda y que me merezco este no.-dijo volviendo a retirarme la mirada.

- Rubia, ¿Qué tal si me escuchas a mí y dejas de hacer suposiciones?-pregunté sin apartar la mirada de ella.

Me miró de nuevo algo menos enfadada pero reticente todavía a mis palabras. Sonreí y agarré su mano.

- Ven, anda.-dije atrayéndola hacia mí.

Le envolví con mis brazos y aunque al principio se mostró reacia finalmente rodeó mi cintura con sus brazos y apoyó su frente en mi hombro. Acaricié su ondulada y rubia melena. Notaba como poco a poco esa tensión iba abandonando su cuerpo. Poco después noté como su respiración cambiaba, se volvía más violenta y agitada. Estaba empezando a hiperventilar, la crisis de ansiedad asomaba. Le abracé más fuerte.

- Miriam, cielo, suéltalo, llora, deja de contenerte.-dije acariciando su espalda.

Negó con la cabeza aunque noté cierta humedad sobre mi hombro. Una humedad precedida poco después por el llanto. No dejé de acariciar su espalda formando círculos con mi mano. Notaba como sus brazos hacían más presión sobre mi cintura, me estaba abrazando más fuerza. Estaba tensionándose de nuevo.

- Ey, ey, respira conmigo, leona.-dije acariciando sus mejillas húmedas.- Inspira, aguántalo un poquito y expira, suelta el aire poco a poco.-dije mientras respiraba del modo en que le indicaba.

Trataba de seguir mis indicaciones pero le estaba costando y eso aún la tensionaba aún más y hacía que la ansiedad le empezara a ganar la partida.

BANDERA BLANCA - Miriam²Where stories live. Discover now