Trece

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Miriam

Me desperté y vi que estaba abrazada a Mimi. Rápidamente me separé, ¿Cuándo le había abrazado? Estábamos en una posición de cucharita. Cuando me retiré Mimi se removió entre las sábanas emitiendo un leve gruñido, ¿La habría despertado? ¿Sabría que le estaba abrazando? ¿Realmente quería separarme? Demasiadas preguntas para ser tan solo las ocho de la mañana. Me detuve un momento en mirarla. Su esvelto cuerpo se había acurrucado ya que al revolverse tanto la colcha como las sábanas habían dejado al descubierto parte de su cuerpo, expuesto al frío que te recorría una vez salías del microclima de la cama. Se había dormido con una sudadera encima del pijama y para mi sorpresa, no desprendía olor a alcohol y noche. Ese olor lo desprendía yo. Ella, sin embargo, olía bien. Su pelo emanaba un olor a cítrico de lo más embriagador, ¿Se habría duchado al llegar? ¿Le habrían tenido que duchar de la borrachera con la que había llegado? Pero... ¿Qué más me daba a mí? Después de la discusión el pub tras verle besando a la chica de la barra no debería estar haciéndome ese tipo de preguntas. No debía. Salí de la cama y sentí el cambio de temperatura. No es que en la casa hiciera frío, es que la cama estaba muy caliente después de todo. Cogí una muda nueva, la toalla y fui hacia la ducha para deshacerme de aquel olor asqueroso que tenía mi cuerpo y mi pelo. 

Al salir de la ducha, bajé a desayunar, para mi sorpresa el salón no estaba vacío. Aitana y Nerea se habían quedado dormidas en el sofá. Cuando Mireya y yo volvimos a la casa junto a ellas y Amaia no presté atención en lo que las dos catalanas hacían ni donde se quedaban. Iba demasiado abstraída en mis propios pensamientos. Me detuve a mirarlas, estaban abrazadas, enredadas la una en la otra. El pelo castaño de Aitana se fundía con el rubio de Nerea. La estampa me recordó a cuando Mimi y yo nos quedamos dormidas en su litera en aquella noche de tormenta a mitad de la gira. Ahí empezábamos a estar muy unidas y dentro de mí ya se habían empezado a despertar ciertas cosas aunque no quisiera escucharlas ni supiera identificarlas. Recordé que aquella noche Mimi no se despegó de mí, sabía de mi miedo y organizó un maratón de películas de Harry Potter para distraerme. Yo nunca había visto ninguna película de la saga, así que la granadina propuso hacer maratón sacando el portátil de su mochila. Solo vi la mitad de la primera puesto que mi miedo se volatilizó cuando empecé a escuchar más el latido del corazón de Mimi que los truenos. Ojalá aquel momento hubiera podido durar más. Ojalá aquello hubiera sido eterno.

No estaban tapadas con nada y alguien se había dejado la puerta del jardín abierta. Enternecida por la estampa fui hacia el armario del salón donde había un par de mantas y con delicadeza les tapé. Ojalá a ellas sí les fuera bien, dijo mi Pepito grillo.

Fui hacia la cocina y me preparé una infusión junto a una tostada. Mientras desayunaba en la barra de la cocina mirando el exterior, sentí una mano en mi hombro. Me giré rápidamente y vi a Agoney. Suspiré. 

- Ago... Perdón por el show de ayer.-dije arrepentida por el corte a Raoul. 

Sabía que aquel comentario, aunque fuera verdad, fue desmedido y a él también le había dolido. El canario negó con la cabeza.

- Estabas enfadada y bueno, sus comentarios tampoco fueron muy afortunados. En parte, se lo merecía.-dijo sentándose a mi lado.- ¿Tú cómo estás?-preguntó acariciando mi espalda.

- Bueno, confusa todavía, muchas cosas en muy poco tiempo.-confesé bebiendo un poco de mi Roibos.

- Entiendo, es complicado.-dijo con una leve sonrisa amarga.- ¿Qué harás cuando llegues a Madrid?

- No lo sé porque encima Pablo ha adelantado la boda. No tengo nada claro.-dije removiendo con la cuchara la infusión.

- ¿Por qué la ha adelantado?-preguntó el canario confundido. 

BANDERA BLANCA - Miriam²Where stories live. Discover now