Treinta y cuatro

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Mimi

Bajé las escaleras enfada y contrariada. No creía a Miriam en ese punto de nuevo, ¿Qué Miriam debía tomar como referencia? ¿la de los últimos días que incluso se había atrevido a cogerla de la mano yendo por la calle o la que delante de amigos entraba en pánico? Todo me parecía demasiado contradictorio, confuso y no me estaba gustando. 

- Rubia.-dijo Ricky desde la puerta de entrada.

- Ricky.-dije corriendo hacia él para abrazarlo.

- Chica ni que no nos acabáramos de ver.-comentó divertido.

- Hola a ti también eh, Mimi.-comentó Agoney divertido tras Ricky.

- Ay, hola bonito, no te había visto.-dije abrazándole también a él.

- Pasad, pasad, el comedor ya está preparado.-comentó Aitana.- ¿Y Miriam?-me preguntó Aitana frunciendo el ceño.

Tragué saliva.

- Ahora la voy a buscar, se había quedado mirando el mural.-dije tratando de aparentar normalidad.

- Sí, avísala porque acabo de ver a Alfred, Ana y Mireya aparcar.-dijo la catalana mientras volvía al portal.

- ¿Mirando el mural?-preguntó Ricky alzando la ceja derecha.

- Ya te contaré.-respondí resoplando.

- Pero ¿no estaba todo de puta madre?-preguntó Agoney contrariado.

- Eso creía yo, canario.-respondí marchándome hacia las escaleras.

Subí las escaleras pensativa, sin entender demasiado la situación. Llegué a la azotea y la encontré ahí apoyada en el pequeño muro que había justo enfrente del mural. Estaba pensativa aunque cuando se percató de mi presencia se incorporó.

- Aitana pide que bajes, ya están todos casi por venir.-dije suspirando, aunque evitando el contacto visual.

- Mimi.-dijo acercándose a mí.- No... No quiero que pienses que me avergüenzo de lo que siento.-dijo atrapando mi mano.

- Pues me lo pones muy difícil, porque parece que sí, Miriam.-respondí manteniéndome firme en mi cruzada de no mirarle a los ojos.

- De verdad que no me siento así, lo que pasa es otra cosa bien diferente.-dijo acariciando mi mejilla con la mano restante.- Mimi... yo...

- Mariconas, ¿bajáis o qué? Ya estamos todos.-dijo Ricky interrumpiendo.- Es que sois dos pastelosas de verdad.-dijo cuando visualizó la escena. 

Acto seguido bajó las escaleras. Suspiré.

- Vamos anda.-dije marchándome hacia las escaleras.

Miriam

Resoplé. De nuevo con la miel en los labios. Me fastidiaba porque a cada momento que se retrasaba, más se tensaban nuestros encuentros, más me evitaba, más se distanciaba y eso era justo lo contrario de lo que pretendía. Bajé las escaleras tras ella pero poco después la perdí ya que el resto de triunfitos empezaron a saludar y entre la muchedumbre nos perdimos.

- ¿A mí no me piensas saludar, malaje?-dijo una voz que reconocí al instante.

Me separé un poco de la aglomeración y la vi sonriente en el umbral de la puerta. Corrí hacia ella y la envolví con mis brazos.

- Ay, Mire, cómo te he echado de menos.-dije apretando el abrazo.

- Miriam eres una exagerada, si hablamos cada día.-bromeó la malagueña.

BANDERA BLANCA - Miriam²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora