III

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HARLEY:

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HARLEY:

Mi día comenzó con un mal presagio.

Un pedazo de cristal roto me causó un corte profundo y así tuve que terminar de vestirme. Todo ocurrió en menos de diez segundos. Estaba sosteniendo mi espejo favorito mientras me peinaba —iba tarde al colegio, menos mal ese día no habían clases normales—, cuando se deslizó de mis manos y se rompió en diminutos pedazos que se esparcieron por el piso azulado. Como idea tonta quise levantar el desorden y fue cuando mi dedo índice comenzó a escoser.

—¡Mamá, estoy herida! —grité en un vano intentó de llamar su atención.

No existió respuesta. Lo cual era lógico, mi madre no siempre suele ser del tipo maternal. Sostiene el hogar con mi padre en una balanza equilibrada a su favor. Mi padre es un hombre que trabaja demasiado y por lo tanto vive esclavo de su propia agenda. Ambos son seres agrios que viven atrapados en un contrato matrimonial, dejándome al margen de su cariño. Pero esas declaraciones no vienen al caso, así que no daré pormenores de mi vida personal.

—Algo más, sí, lo olvidaba. —Tomé un lápiz labial de fresa y lo deposité en mi bolsa de cuentas.

Cuando aparecí en la sala, lista y elegante como de costumbre, encontré a mi madre en un sillón revisando su horóscopo «como si alguien pudiera revelar el futuro», en fin, cada quien malgasta su tiempo a su manera.

—¡Adiós, mamá!

Ella al fin percibió mi presencia, levantó la mirada de su revista favorita, revelando una decoración de uñas acrilicas y un vestido negro de manga corta, diseñado exclusivamente por una de sus amigas, que resaltaba su altura y hacia consolidar la  elegancia que solía robarse la atención en muchos eventos de moda.

—Harley, ¿por qué no llevas el uniforme del colegio? —preguntó escrutado mi vestuario: pantalones azules y una linda blusa gris de mi marca preferida “que no pienso revelar en está ocasión”.

—Hoy iremos de excursión, te lo dije ayer —respondí de forma escéptica.

—Esta bien. Ten cuidado —respondió ella sin darle importancia, volviendo su atención a la sección de diretes.

Sin más palabras que decir crucé hasta la puerta de salida. Pude haberme despedido de mejor manera, un beso, un abrazo, o cualquier otro sentimiento de afecto, pero, mi madre había demostrado ser inmune a ese tipo de sentimientos, incluso hay veces en las que he cuestionado como fue posible mi procreación entre dos seres tan distintos.

Cuando abrí la puerta me lastimé sin querer el dedo en estado de vendaje que llevaba como invitado de último minuto a la excursión del colegio. Por fortuna no tendríamos que recurrir al agua en esta ocasión, la directora informó con anticipación que iríamos a las montañas en un viaje de dos días a visitar las ruinas de un pueblo olvidado. A nadie le interesaban las ruinas, lo único divertido era que podíamos escapar de la custodia de los profesores y hacer cosas prohibidas: besar a los chicos, algo que en el colegio resultaba casi imposible. Ciertamente no hago nada de esas cosas, pero tengo dos amigas que si lo hacen y la ley de los amigos nos obliga a guardar secretos y protegernos las espaldas.

El Espejo PERDIDO: y la Corona de EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora