VI

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NADÍN:

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NADÍN:

El hallazgo de Harley fue un tropiezo para mi moralidad costumbrista, y aún faltaba un largo viaje mañanero para deshacerme de ella.

“Tuve que salir a primeras horas de la madrugada, olvidé mencionarte eso anoche. Cuida mucho de Harley y asegúrate de que regresé a la ciudad”, leí al despertarme. La nota había sido depositada sobre mi mesita de noche, y al encender una vela medio consumida el mensaje se reveló ante mis ojos.

Desganado bajé los pies al piso de madera, sin ánimo de salir por completo de mi cama, sentí mis párpados pesados y una fuerte adicción de volver a dormir. Pero, la nota de tía Margaret me recordó dicha obligación por cumplir. Contra mi voluntad decidí ir hasta un viejo armario para quitarme la pijama verde que traía puesta. Volví a vestirme de forma veraniega, luego me dirigí a la habitación contigua y empuje la puerta con precaución, mientras sostenía un austero candelabro que iluminó el cuarto donde Harley dormía profundamente, envuelta en una manta de un descolorido tono lila.

Estar allí me resultó incómodo, aunque observar la quietud de su rostro me provocó ternura, sus labios entreabiertos formaban una auténtica sonrisa en forma de corazón; todo un contraste cuando ella estaba consciente.

Sabiendo que no le provocaría ninguna gracia me acerqué y removí sus hombros sin lograr despertarla del todo.

—¡Harley! —Volví a intentar.

Ella abrió lentamente sus ojos, por un momento la luz de la vela pareció desorientarla.

—¡Auxilio! ¡Déjame en paz! —gritó, histérica, haciendo reverbenar la habitación.

Retrocedí varios pasos para que ella dejará de gritar como loca de media noche. Se apartó del rostro una de sus trenzas y a medida que iba despertando sus ojos se acostumbaron a mi presencia.

—¿Qué haces aquí? —preguntó ofuscada al reconocerme.

—Hora de irnos —le respondí.

—¡Es enserio! Aún está oscuro, que no lo has notado.

—Hay suficiente luna —añadí poniendo los ojos en blanco—, es mejor darnos prisa si quieres tomar a tiempo el tren que te lleve de vuelta a la ciudad.

Harley bostezo soñolienta y empezó a desperezarse manteniendo el resto de su cuerpo entre las mantas.

—Esta bien, dame un minuto.

Salí de la habitación y terminé la espera en la cocina. Harley apareció volviendo a vestir su misma ropa; vaqueros rotos y una blusa gris, aunque ahora ya estaba limpia y emanaba un olor a jazmín. En mi caso, decidí seguir siendo fiel a mi estilo; pantalones cortos y una playera blanca con un árbol de jacaranda estampada sobre el vientre.

—Estoy lista. —Le echó un vistazo a la cabaña que seguramente olvidaría con facilidad.

Afuera las estrellas brillaban como luciérnagas pintadas sobre una oscura cortina celestial, mientras la luna plateada difuminaba el pétreo sendero que conducía al pueblo. Caminamos en silencio por media hora, ninguno tenía el ánimo de charlar: eramos un desastre cada vez que lo intentábamos.

El Espejo PERDIDO: y la Corona de EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora