XXIX

0 0 0
                                    

La batalla perdida

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


La batalla perdida.

NADÍN:

Los tambores retumbaron en los cuatro puntos cardinales de la ciudad. Ventanas y puertas fueron cerradas con cerrojo ante el sonido que les advertía resguardarse del peligro y así evitar encontrarse en la línea de fuego. Una miríada de guardias con lanzas y escudos avanzaban en formación india hacia la entrada de la ciudad, como apoyo extra para los mil centinelas que la protegían. A las afueras, un enjambre de Indaneris se agrupaba en orden, armados con arcos, cimitarras y escudos recubiertos de piel. Cada uno de los bandos blandía estandartes: los Indaneris; la efigie de Weexa sobre una tela marrón, el ejército de la Reina Pompol; un águila sujetando a una serpiente en sus garras sobre un fondo negro.

—No utilizarán la caballería, es una desventaja para todos —apuntó Werek, observando como los soldados de la reina tomaban posiciones en el campo de batalla.

Salir de las catacumbas resultó sencillo con la ayuda de Maullende, lo difícil fue alcanzar el punto que Harley había tomado la noche anterior. La causa se debió al revoluto que causó la llegada de los Indaneris, pues la mayoría de las fuerzas fueron dirigidas a la entrada impidiendo que los enemigos tomarán la ventaja de penetrar en la ciudad. Además, los puntos accesibles a la ciudad tenían centinelas patrullando en todo momento.

El olfato de Maullende, como si fuera el más hábil de los sabuesos, persiguió la huella de Harley entre las serpentantes avenidas empedradas. Tuvimos que avanzar cautelosos, sin poner en alerta la identidad de Werek —el terrano que estaba encerrado en aquella galería donde el cobarde de Akiler me dejó tirado a mi suerte—, él debía permaner encerrado en las catacumbas hasta dejar de existir. No iba a dejarlo abandonado en las catacumbas, eso iba en contra de los valores que me fueron inculcados. Además, una flecha en las manos del enemigo, de mi enemigo, lo convierte en un excelente aliado.

El sol mañanero brilló jubiloso, mientras una suave brisa hizo ondear las ramas de viejos olmos sobrevivientes al cambio generacional de aquellas tierras. Nos detuvimos a observar la entrada de una majestuosa casa engalanada con un magnífico jardín de rosas. Maullende saltó la verja y lo seguimos hasta la puerta de madera con aldaba de oro. Las calles alternas permanecían desiertas y los ventanales clausurados.

Werek, con su imponente altura, llamó a la puerta y un momento después una doncella de cabello rubio platinado apareció acompañada de Rals, quien de inmediato nos reconoció sin asombro alguno.

—Nos es seguro estar a la vista del sol —dijo éste, echando una ojeada alrededor.

Los seguimos por un amplio vestíbulo (la doncella no dejaba de mirarme con frecuencia) hasta una cómoda sala donde Winz y la princesa Layri estaban reunidos.

—¡Nadín! —exclamó poniéndose de pie.

Winz pareció incomodarse y se mantuvo tímido. Lorverd y Frifi entraron a prisa y se quedaron asombrados al vernos sucios y maltrechos. Esperé a que apareciera Harley, pero no se encontraba con ellos, de lo contrario hubiera mostrado su presencia.

El Espejo PERDIDO: y la Corona de EstrellasWhere stories live. Discover now