VIII

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HARLEY:

Por supuesto que no iba a creer todo el cotilleo de Lorverd, sería la primera en ganar un premio mundial de ridiculez si creyera semejante cuento, «no era más que un ave con desenvolvimiento verbal, nada confiable». Ahora mi planteamiento consistía en persuadirlo para que accediera a mostrarme una salida.

Mostré el rostro más angustiado que podía fingir, tendría que seguir su juego hasta obtener mejores detalles.

—Entonces, ¿nos quedaremos aquí por mucho tiempo?

—No humana, Harley. Llegamos a éste pedazo de tierra en un embarcación pequeña. Pero, en aquella tarde otoñal había una marejada y perdimos el único medio para volver.

¡No puede ser!

Hasta cuando tendré que lidiar con las vicisitudes. «Piensa, Harley, no debes desesperarte y caer presa del pánico», habló mi voz interior.

—¿Existe solución? —pregunté.

—Siempre existe solución para todo lo posible. En estas dos primaveras estacionados hemos intentado construir algo que pueda flotar. —Supe a lo que se refería: una balsa—, pero nuestro único impedimento ha sido la carencia de manos. Sin embargo, tú eres humana y puedes hacerlo. ¡Por mis plumas verdes! Al fin veo la comodidad que hemos soñado en estos largos soles.

Una buena idea con un solo defecto; no sabía cómo construir una balsa, es más, nunca he estado en ninguna. Así que, ¿cómo podría lograrlo? Y si lograba a hacerlo, ¿cómo tener la certeza de que la balsa no se hundiría en medio del mar? Lo más seguro era que nuestras vidas terminarían en el fondo del océano, sin funeral ni otra decoración más que agua y peces.

—No sé cómo construir algo así, provengo de la ciudad, no de tierras bajas —dije con franqueza.

Maullende ronroneo y miró a Lorverd, éste llevo sus alas a su verde cabeza emplumada. Debía ser sincera, no quería morir ahogada ni exponer sus vidas a causa de una construcción mal elaborada de mi parte. Quería salir, al igual que ellos, pero a sabiendas de algo garantizado.

Seguimos discutiendo planes imposibles por un largo rato, pues aunque tuviéramos la capacidad de diseñar un avión no contábamos con todo el material requerido. La única materia prima eran troncos de pequeñas palmeras derribadas por el viento, abundantes hojas de palma y un rollo de juncos que Frifi había recolectado.

—¡Vaya manera de sobrevivir! —dije al escuchar la cháchara de Lorverd respecto a su alimentación a base de dátiles, de los cuales él se encargaba de cortar con su filoso pico mientras Frifi y Maullende los apilaba en el suelo.

—Tuvimos que adaptarnos, no fue sencillo, sobre todo para Maullende. El pobrecillo sufrió durante los primeros soles, ¿verdad, Maullende?

—¡Miau! —maulló el felino sentado sobre sus cuartos traseros, con su cola de cepillo serpentando sin control.

El Espejo PERDIDO: y la Corona de EstrellasWhere stories live. Discover now