XXXII

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Sí, era tía Margaret en persona

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Sí, era tía Margaret en persona.

La anciana fue bajando lentamente cada peldaño de piedra con la ayuda de su rústico cayado de madera. El vestido anticuado, un sombrero combo, y el fuerte olor a jerez nos terminó de confirmar que en efecto no se trataba de ninguna ánima en pena.

Tía Margaret se detuvo frente a nosotros y arrugo su rostro al ver nuestros rasgos poco presentables. La colección de collares que traía en su cuello dejó de tintinear y el eco fue perdiéndose en el abovedado interior del árbol.

—Había llegado a pensar que ya no volverían, jovencitos —chilló la anciana—. ¿Cómo has podido desobedecer mis órdenes, muchacho? ¿Has puesto en peligro a Harley? ¿Nunca pensaste en las consecuencias de tus acciones?

—Fue mi culpa, tía Margaret —irrumpí sus reproches—. Nadín me advirtió del peligro, y a pesar de eso vine contra su voluntad. Entramos y las aguas del estanque nos enviaron a Terrabasta.

Tía Margaret enmudeció.

—Si, Terrabasta. ¿Te suena familiar? —atacó Nadín.

—Te lo advertí, Nadín Frost. —Sus arrugados dedos apuntaron hacia su sobrino—. Nunca debieron abrir la puerta. No saben el peligro que representa éste árbol.

—Ya lo sabemos, créeme.

—Sigo sin comprender cómo fuiste capaz —volvió a reprender ella.

—Harley tocó el agua y desapareció. Pensé que era una broma de su parte y fui a echar un vistazo. Las aguas me sumergieron hasta el fondo y aparecí en la pequeña isla de Ayla, donde más tarde encontré a Harley junto a unas nobles mascotas —explicó Nadín.

—No debiste desobedecerme, muchacho.

Nadín fruncio la nariz, empezaba a perder la calma.

—Y si tú me hubieras explicado lo que simboliza el árbol, no habría caído en la trampa de viajar a un mundo donde nos odiaban.

—La codicia es una tentación insaciable, Nadín. Cualquier humano querría descubrir los secretos de ése mundo si supiera lo qué el árbol significa.

—Tía Margaret, ¿tú nunca has estado en Terrabasta?

La anciana le dedicó una mirada al estanque, donde las aguas cristalinas revelaban un despejado cielo azul, a pesar de estar encerrados y en semioscuridad dentro del interior.

—No, querida. Mi tarea es mantener en secreto la existencia del pasaje que conecta ambos mundos. De antemano sé los peligros que hay para nosotros, allá, en esas tierras.

—¿Por qué? —inquirió Nadín.

Entendí a qué se refería. Fue una hechicera quien se apoderó de Terrabasta siglos atrás. Pero, ¿cómo fue que ella descubrió los pasajes que conducían hasta allí? Esa era la respuesta que todavía colgaba en el aire.

El Espejo PERDIDO: y la Corona de EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora