XXII

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NADÍN:

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NADÍN:

¡Menuda ilusión!

Harley preferiría morir congelada antes de permitirme abrazarla. Además no iba a hacerlo. No soy del tipo de personas que suelen ir abrazando, mi experiencia es casi nula en ese campo. Mis cumpleaños siempre fueron silenciosos, nunca me agradó el hecho de que otros también compartieran abrazos conmigo, —como suele ser la costumbre en ese tipo de celebraciones—. La mayoría de mis navidades consistieron en tomar una bebida caliente, contemplar el árbol adornado de borlas, irme a dormir temprano y despertarme tarde al día siguiente; eran las pocas ocasiones en que tía Margaret me dejaba hacerlo.

—No es buena idea, ella nunca lo aprobará —respondí.

—Es cuestión de sobrevivencia, Nadín. El orgullo no debe jugar ningún papel, ¿o prefieres que ella nunca más pueda volver contigo a su mundo?

—De acuerdo, lo intentaré —dije carraspeando. Era la única forma de hacer entrar en calor a Harley y evitar que sufriera una hipotermia.

Me levanté indeciso y fui hacia ella.

—Maullende, ven acá. —Lorverd llamó al gato de nieve quien al verme comprendió lo que el viejo Boklor me había propuesto hacer.

Harley abrió sus ojos de forma inexpresiva.

—¿Sucede algo? —musitó.

—Eh, no —le respondí cargado de dudas. Entonces me puse de cuclillas frente a ella, sintiéndome como el peor de los trolls, si es que criaturas así puedan existir —si digo esto es como expresión figurativa—, porque ahora comprendo que la inexperiencia tiene un precio.

«¿Qué se supone que debería decirle?»

Lo primero era decir algo, quedarme callado no es más que una torpeza.

—¿Estás bien?

Una pregunta demasiado tonta debido a las circunstancias, y me lo tuve que reprimir un segundo después de haberlo hecho. Ella no estaba bien, por eso el viejo Boklor me envió a brindarle ayuda.

—Sí, estoy bien.

«¿Qué hacer?» «¿Qué otra ridícula pregunta debería intentar?»

—¿Puedo darte un abrazo? —dije sin más tapujos.

Mis palabras surtieron efecto y Harley se despertó por completo, ya que parecía estar en medio del sueño y la realidad. Sus facciones mostraron desconcierto, o impresión, es difícil descifrar el rostro de una chica, sobretodo si te encuentras a media noche en un bosque semioscuro y con un frío agobiante.

—¿Te ocurre algo? —preguntó, como si creyera que me encontraba en estado de sonambulisno.

—Olvidalo, solo quería saber si estabas bien —argumenté desistiendo la mala idea que tuvo el viejo Boklor.

El Espejo PERDIDO: y la Corona de EstrellasWhere stories live. Discover now