XX

2 1 0
                                    

HARLEY:

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


HARLEY:

La tarde se fue diluyendo como un viejo reloj de arena. Teniendo en cuenta que no podíamos ser remilgados, nos detuvimos a pasar la noche en un paraje amplio. Algunas estrellas danzaron con más esplendor pintando la noche de puntitos resplandecientes, haciéndome recordar que el Creador nos cuida desde las alturas, a una sincera plegaria de distancia. Esos eran mis pensamientos al observar el cielo sentada sobre un tronco adecuado donde podía reposar tranquilamente.

—Estas bayas asentaran con mi digestión —observo Lorverd—, a Maullende y a ti —señaló a Frifi—, les irán mucho mejor los higos.

Frifi movió su larga y felpuda cola hacia Nadín, pidiéndole su porción de comida. Éste rebuscó en el zurrón y le sirvió dentro de un cuenco de madera que había traído para ellos. Maullende se acercó a reclamar su parte, ronroneando y mirándolo con sus adorables ojos azules.

—Esto es para ti, por si tienes hambre —me ofreció luego de haber servido a los otros.

—Que caballerosidad eres capaz de desbordar —le respondí de forma talante, recibiendo un trozo de pan y una copa de sidra, (la bebida oficial de Chakr).

—Te parece que puedo fingir. —No sé si lo dijo con ironía, o fue una respuesta casual, a veces, Nadín Frost suele ser un rompecabezas de piezas perdidas que lo vuelven imposible de completar—. ¿Qué es lo que más extrañas? —Cambió abruptamente de tema. Eso era lo irritante en él, la causa que me hace sentir resentimiento en su contra; su poca falta de tacto para expresar las cosas.

—No es tu asunto.

Nadín, sentándose a un costado de mí, comenzó a devorar su trozo de pan mientras fijó la vista en Frifi y Maullende.

—Al principio me resultó extraña tu actitud desesperada por regresar. —Me miró de soslayo—. Teniendo un hogar inestable y llevando una vida ficticia.

Evité mirarlo al sentir rubor en mis mejillas, a pesar de la tarde, Nadín pudo haberlo notado, porque deliberadamente mis pómulos se sonrojan con facilidad.

—Cada vez estas más atontado, no sabes nada de mí, y nunca estarías interesado en saberlo —respondí, fingiendo, pues en parte él había acertado.

—¿Tiene mucho sentido para ti volver a casa?

—Sí, lo tiene. Quiero enmendar lo malo de todos estos años —solté con facilidad, contrayendo mis carrillos por la insensatez cometida.

—Eso suena conmovedor, pero ¿era necesario que sucediera esto para darte cuenta?

Su pregunta era cruel en cierto sentido. Que pensaba Nadín Frost sobre mí, ¿qué sólo soy una chica sin escrúpulos?

¡Vaya, al fin revelaba sus colores, o más bien, su manera de juzgarme!

—Creo que debe ocurrirnos algo igual de malo para equilibrar la balanza de nuestro destino —le respondí, haciéndole partícipe del lenguaje retórico aprendido en los días que llevábamos en Terrabasta.

El Espejo PERDIDO: y la Corona de EstrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora