XII

2 1 0
                                    

HARLEY:

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

HARLEY:

Debido a mi cansancio no tuve tiempo de interesarme en la decoración interior del castillo. Solo pude notar que fuimos conducidos por un ancho y extenso vestíbulo iluminado por la luz del día filtrada a través de los vitrales entreabiertos. Maullende y Frifi venían conmigo, seguíamos a una joven alta y espigada que sostenía un manojo de llaves en las manos, mientras indicaba órdenes al resto de la servidumbre que iba encontrando en los pasillos.

Una amplia habitación con cama adoselada, suaves mantas de algodón, muebles barnizados, una tina llena de burbujas perfumadas y un reluciente retrete, me fue entregada por la joven que la princesa Layri envió a hacerse cargo de nosotros. Maullende y Frifi se quedaron en el cuarto contiguo, seguramente con las mismas comodidades. Al borde de la fatiga, decidí tomar un baño para deshacerme de todas las impurezas recogidas en el camino. Luego de bañarme y colocarme colonia con aroma a flores silvestres, me dirigí al armario y tomé un feo vestido de tartán con puntos azules. En cuestión de gustos, era lo único más decente que pude encontrar, ya que las repisas contenían vestuarios de estilo medieval. Sin duda en Terrabasta todavía no se inventa el esnobismo, aunque los vestidos de las jóvenes que nos recibieron con cálidas sonrisas eran maravillosos. Con el pensamiento de vestirme como ellas, caí tumbada en la delicadeza de mi cama y bastaron unos cuantos segundos para sumergirme en un sueño profundo.

Maullende rozó sus largos bigotes sobre mis mejillas y desperté de un sobresalto. Una lámpara de aceite colgada en la pared de arena iluminaba la habitación de luz titilante.

El gato de nieve bajó de la cama, me senté para estirar los brazos, la mitad de mi energía perdida había vuelto, no era lo suficiente, pero al menos ya no me sentía tan agobiada.

—¿Qué sucede, Maullende? —éste no dejaba de maullar impaciente mirando la salida; una puerta negra con dibujos extraños trazados a mano sobre la superficie de madera.

—¿Nos esperan? ¿A eso te refieres?

Maullende alzó su garra y entendí que Lorverd nos esperaba en alguna parte del castillo. Abandoné la comodidad de mi alcoba y salimos en busca del loro parlanchín. Afuera encontramos a Frifi montando guardia, al vernos comenzó a mover su larga cola de cepillo. El enorme sabueso nos dirigió por amplios corredores con estatuas de mármol y armaduras metálicas que brillaban a la luz mortecina de anticuados candelabros.

En verdad el castillo era acogedor, incomparable a la intemperie expuesta de los últimos días. Una joven morena, de ojos grandes y pómulos fuertes, esperaba en la entrada de una sala que tenía el tamaño de una catedral. La enormidad de una mesa alargada, con sillas de madera alrededor, adornada con floreros de piedra deformes (al menos eso me pareció al fijarme a simple vista), ocupaba un espacio considerable del comedor, allí se hallaba Lorverd y la princesa Layri conversando animadamente.

El loro parlachín se encontraba parado sobre la mesa, era un ave y debía comportarse como tal, a pesar de sus acostumbrados monólogos que lo hacen parecer un terrano.

El Espejo PERDIDO: y la Corona de EstrellasWhere stories live. Discover now