Capítulo 42

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Tyler

Tuve que ir a un viejo consultorio a suturarme el puente de la nariz, por igual a buscar unos fuertes calmantes para el dolor que tengo en todo el cuerpo. Me muevo y es como si me hubiera arrollado todo un tren.

Bebo dos pastillas juntas, diablos, hasta las costillas me duelen al tragar o ingerir algo.

Desprovisto de alguna camiseta cómoda, paseo por la habitación hasta el espejo.

Aquellos golpes tomaron un color oscuro, tengo dibujado en estómago sus puños, mi labio roto e hinchado, aquel curetaje en la nariz, da un aspecto deprimente de mí.

Pateo, para luego quejarme de nuevo, agregando a mi desgracia mi muñeca vendada por unos días, no la rompió o provocó un esguince, pero si el muy hijo de la gran perra la lastimó lo suficiente.

Juro que van a pagármelas todas, si Bella no se hubiera comportado como una maldita puta, estaríamos bien, ese hijo de perra jamás me hubiera tomado de su juguete personal.

Odio esta mierda, es una vida de porquería la que llevo.

Los entrenamientos en el gimnasio tal parece que me sirvieron para nada, esos no fueron suficientes al momento de defenderme de aquel animal.

Me humilló por tercera vez, la primera fue en el muelle de la casa de los Jones, no le dije nada a nadie, pero me sacó el aire de los pulmones sin dejar rastros de donde mierda me había golpeado. La segunda lo de restaurante, la tercera lo de hoy.

Es que ya ni sé lo que digo, ese perro se burló de mí en mi cara, me quitó a mi novia, llama mujer a quien es mía.

Bastardo infeliz.

Tengo todo mi sistema impregnado de odio, destrozarlo es mi mayor objetivo en esta vida, Bella sigue siendo mía lo será de nuevo, porque si no es mía, ¿De quién más va a ser? De nadie, es tan fácil como sumar dos más dos.

Busco algo de comer en el pequeño refrigerador, solo unos viejos cereales baratos que ni para los perros sirven, quizá un animal como Koa si pueda hartárselos.

Arrojo la patética caja al piso, no hay nada en la nevera, tengo un hambre atroz, apenas un par de libras en los bolsillos que quizá me alcancen para mañana.

Lo que Violette trae para mí es muy poco, ella me tiene aquí, ella que se haga responsable.

Texto algo simple, necesito dinero.

Partirme el lomo arruinando mi cuerpo por unas míseras libras, nah, ¿Para qué si está Violette? Ella tiene que pagar el gimnasio, la renta, darme dinero, buscar comida para mí, que sirva para algo más que mover el culo en una pasarela y sobre el pene de los hombres.

No solo obtengo lo básico, porque no soy conformista, sino que, obtengo sexo, nada malo, del bueno.

Sin embargo, extraño a Bella, su ser, su cuerpo, esos labios, ese cabello, ninguna, ni las prostitutas de la calle, ni Violette se le compara.

Enfurezco, mi odio aumenta, a ella también la odio y la amo, juro que vamos a estar juntos, tendremos hijos, perros, una casa, cocinará para mí, por las noches va a dejar que la folle hasta el cansancio, palabra que sí.

La ansiedad empieza a recorrer todo mi torrente sanguíneo, la necesidad de pasar un par de líneas provoca sed, desespero.

Levanto el cuerpo de la diminuta cama, busco las almohadas, remuevo el viejo sofá, la poca ropa que traje, la nevera, volteo la estufa de mesa, sigo buscando hasta el último rincón hasta solo hallar un poquito del espectacular polvillo blanco.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora