Capítulo 57

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Koa

Una mentira, eso es lo que es.

No estoy del todo recuperado, sin embargo, con esto me es suficiente para que tome fuerzas y todo lo que necesito, me olvido del dolor, de los puntos tirando que todavía quedan, estoy cosido por dentro, evitando que vuelva a desangrarme, tuve dos putas semanas en una cama sin hacer nada mientras Bella se estaba muriendo.

Es eso, clínicamente está muerta, si fuera por cualquiera aplicarían la eutanasia en ella, sin embargo, para mi está viva, yo sé que sigue ahí, que hay un corazón que late, dentro de ese cuerpo que dicen estar muerto, está mi mujer, está mi muñeca, mi Bella.

Ella no murió, que se vayan para el diablo con sus estúpidas mentiras, que yo seguiré mis instintos.

Abren la habitación donde está de nuevo, ya que fue declarada clínicamente muerta, por logística no tienen tanta precaución con ella, la mantienen aquí porque pagamos, porque así lo queremos.

Puede rendirse quien sea que quiera, menos yo, yo seguiré luchando por los dos y si es necesario convertir mi casa en un hospital, lo haré. Es nuestra casa, quizá esté mejor en nuestra habitación, con sus cosas.

Cómo seres humanos podemos distinguir el lugar donde vivimos, hasta en ese sueño profundo donde está, sentir la cercanía de lo suyo, el olor agradable.

Sigue igual cuando entro, ni un párpado mueve.

La dejé arropada, maldita sea.

¿Qué acaso no piensan que tiene frío?

Busco dos sábanas gruesas que la haga entrar en calor muy a pesar de que digan lo que sea, que no siente, yo sé que sí.

—Escucha, muñeca, esto es solo una mala jugada de la vida, ¿Entiendes? Por nada del mundo dejaré que te desconecten —aseguro —, lo prometo por lo más sagrado que tengo.
Entrelazo nuestros dedos, tiene las uñas largas como muy poco le gusta llevarlas, sin color alguno que las pinte.

—Voy a traer tu cepillo favorito para peinarte, tu cortaúñas y demás, creo que querrás tus productos de limpieza, hay que surtirlo —como me cuesta hacer esto. Debo respirar, ella no necesita escuchar mis sollozos, solo necesita amor, que le hablen de lo cotidiano.

Busco el móvil que recuperé, música estimulante en YouTube, se la pongo al oído suavemente.

—Hagamos esto en forma de cuento —rio llorando, muerdo mi puño aguantando todo lo que quiere salir. Antes recojo todo el cabello en la cima de mi cabeza —. Había una vez, una pequeña reina llamada Bella, de cabellos rubios como el oro, ojos verdes claros como los lagos, facciones finas y piel de porcelana, caminaba de la mano de quién entonces era su tío, tenía solo once años, empezaba a ser una adolescente a la cual su padre y su tío cuidaban tanto, intrépida, jugando con niños, niñas a la vez, era una pequeña reina desafiante a las órdenes de la madre reina, pero ese día fue especial, pasábamos por la plaza con bolsas de comprarles juguetes a sus pequeños primos y un par de cosas a ella...

Necesito tenerla mucho más cerca de lo que estamos, quiero oler a Bella, que sienta que estoy aquí. Cuando me muevo soy consciente de que debo tener una faja para ir mejor, no una herida al aire libre, tengo que hacerlo por los dos.

Me necesita más que nunca.

Aparto las sábanas, muevo las cosas con cuidado de no lastimarla, para mí es frágil, mi muñeca de porcelana.

Entro en la cama en el reducido espacio, los pies sobresalen un poco, pero yo me las arreglo de pegarla a mí pecho, el aroma de su cabello justo bajo mi nariz, esas hebras brillantes que no le están dando trato.

¿Qué clase de personas me la están atendiendo?

A mí no me interesa si tengo que moverla para todo, solo me importa ella.

—Como te decía, muñeca —beso su frente, froto sus brazos y nos arropo a los dos —. Había un loco, una persona con grandes problemas mentales, esa persona agredía a todos y peleaba por unas monedas que según él le habían quitado, llevaba la tiradera con todos lo que por su lado se acercaban, todos temían extenderle monedas y así pudiera quedarse tranquilo, pero la adolescente reina, no tuvo miedo y pidiéndole a su tío el que por aquel entonces era, se escabulló entre el gentío, plantándose frente a él y enderezando su espalda esquivó el ataque lo evadió, corriendo en círculos, sin temor le dijo: si te pones así, tus monedas no van a aparecer.

El sujeto continuó gritando cosas sin sentido, maldijo a la reina, le lanzaba cosas, su tío estaba asustado, sin embargo, una mirada de ella bastó para que su fiel guardián de quedarse en el lugar donde estaba. Continuó con lo que se proponía, hasta que agitada se cansó, dándole el frente cuestionó, ¿Sabes por qué no aparecen? El sujeto negó, resoplando, arremetiendo de nuevo, se escudó en un albor. Hizo contacto visual con él, yo sí. Hizo una pausa antes de continuar, el hombre ya de edad avanzada, con problemas mentales tuvo curiosidad, entonces aprovechó y continuó: porque a veces nos desesperamos tanto por algo que eso que tanto anhelamos suele alejarse, tardar en llegar, debes ser paciente, inteligente, cauto, no debes perder la esperanza, quieres algo y es entendible, pero gritando e hiriendo a todos no va a aparecer, ¿Cómo si los espantas? Mira, estas son las monedas y se multiplicaron, quizá la próxima vez puedan ser muchas más si solo mantienes la calma.

Aquel día esa reina me dio una lección, a todos lo que la observamos y aunque más tarde tuvimos que aguantar el regaño pesado de la reina madre, valió la pena para los dos, enseñó tanto sin mucho.

—Seré todo lo paciente que se necesitas en esta vida, porque vas a despertar y tendrás un maravilloso futuro como lo soñaste, no voy a desesperarme tanto, si, porque ya lo estoy, despierta, muñeca, por favor —dejo libre los candados, así puedo llorar, besarla —. Hazlo así sea para gritarme, pelear o trepar sobre la mesa.

Sé que me escucha, porque yo lo siento y con eso basta, tiene que vivir, ella no es egoísta, Bella anda por la vida ayudando a los demás, ahora ella necesita de la ayuda de todos y yo se la daré, en días la veré despierta, quizá sean semanas, meses, años o décadas, aquí estaré para ella.

La tentación de lo prohibido ©Where stories live. Discover now