Capítulo 52

3.7K 330 71
                                    

Bella

Lo observo con detenimiento pensativo. Terminamos de ver la película en absoluto silencio, seguido carga a la abuela y yo acompaño arriba a los niños que casi terminan dormido, los escoltas se retiran, la casa queda en silencio, Koi y Kaili al tocar la almohada quedan rendidos.

Estoy sorprendida por la rapidez de mis pensamientos. Froto mis manos entrando en calor, seguido me encuentro en nuestra habitación.

Libero la nuca de toda hebra de cabello, tengo un frío terrible por todo el cuerpo, es como si a la caja de seguridad innecesaria que llevaba conmigo, se abrió, todo lo malo empieza a sentirse.

Doy un brinco en mi lugar, sus brazos reconfortan el susto, respiro, aliviada, dejando caer la cabeza contra su pecho.

—Todo va a estar —susurra, despacio, tan bajo y lento, una fantasía imaginada para quien no escucha nada.

—Sí, todo va a estar bien.

Al menos de eso trato de convencerme, quiero ser positiva, seguir adelante, aprender a afrontar los problemas que puedan venir.

—Vamos a dormir.

Asiento y niego, tengo sueño, sin embargo, anhelo sentirlo de nuevo, soy insaciable cuando de mi amor se trata, por ello, voy directo a él, lista para amarlo y mi hermoso muñeco acepta de mi todo lo que pueda darle.

Una vez saciados deja que intente al menos dormir sobre su pecho, logro hacerlo por unos breves minutos en los cuales después despierto alterada por el curso de mis sueños.

El susurro de su voz en mi oído, junto a la palma de su mano deslizándose a través de mi espalda ralentizan el latir frenético que tengo en el pecho, junto a la acelerada respiración.

Está despierto, lo que significa que Koa no duerme o no lo ha hecho, son las tres treinta de la madrugada.

—Vuelve a dormir —pide.

Me niego, removiéndome sudorosa en la cama, tengo la garganta seca, un palpito que, a pesar de disminuir, sigue. De pronto asustada, aterrada de muchas cosas, no había nada más en el sueño que solo sangre.

—Tengo sed —informo.

Se mueve encendiendo la luz, para después levantarse al otro lado de la habitación donde está la mesa, vuelve con una jarra de agua y un vaso, el preciado líquido lo bebo tan urgente que unas gotas se escurren a lo largo de la mandíbula, cayendo sobre el pecho.

—Calma, vas ahogarte —toso, tarde llegó esa recomendación.

—Lo siento —un par de lágrimas se escapan de entre mis ojos, no solo es por el haberme ahogado.

—Ya pasó, muñeca, ven aquí —se recoge el cabello en la cima de la cabeza.

Como una niña pequeña busco, refugio, acostándome sobre su cuerpo, nos cubre a ambos con las sabanas, seguido deja la luz encendida.

—Lo soñé de nuevo, solo estaba Daniel y luego sangre...—el habla se dificulta y las cuerdas vocales se enredan, impidiéndome decir mucho.

Deja un reguero de besos por toda mi cabeza, inhalando el aroma que desprendo.

—Es solo una pesadilla —rectifica, lo que ya sé, mas no digiero porque tengo miedo de cualquier cosa que pueda suceder, porque yo no quiero sufrir de nuevo la perdida de nadie más o que nos lastimen —. No vayas a molestarte conmigo, pero, los dos necesitamos atención psicológica, muñeca, tu más que yo.

La realidad golpea fuerte en mi pecho, él tiene mucha razón en querer decirlo.

—Muñeco, hablar con alguien más esto que siento, se convierte en algo...difícil, quiero guardarlo.

La tentación de lo prohibido ©Where stories live. Discover now