Capítulo 4

8.6K 601 90
                                    

Bella.

No sé cómo reaccionar al verlo después de tres largos años, justo tres años hace.

Está igual que siempre, su cabello largo y castaño, con mechones rubios, sueltos, pantalón negro con una que otra cadena colgando, camiseta del mismo color, chaqueta de cuero negro, zapatos finos, los grandes anillos que siempre lleva en sus manos con significados tribales, carabelas, sus ojos verdes claros me miran, labios carnosos, barba prominente, pero a él no le queda nada mal, cejas gruesas, una cicatriz en la izquierda que la divide en dos, en el resto de su cara, ese lado izquierdo quedan unas leves marquitas como recordatorio de aquella pelea, imponente altura de metro noventa y tres.

—Ho...hola tío —la lengua se me traba con mi propia saliva.

Reacción cuando mi ahijado jala mi cabello e intenta llevárselo a la boca.

Aparto su manita, me centro en mis primos que esperan por una respuesta.

Frunzo el ceño.

¿Qué me preguntaron?

Mi tío se acerca a mí, se inclina un poco para besar la cima de mi cabeza, me envuelve entre sus brazos y yo ya quiero llorar.

Su perfume lo inhalo y es tal cual el que recuerdo, usa el mismo de siempre.

Mamá me perfora con la mirada, no le agrada ningún acercamiento con él.

—Estás más grande, kaumacadespega mi cuerpo del suyo, escondo la necesidad de protestar —. Antes me dabas aquí —señala por lo bajo de su pecho, prácticamente a mitad de estómago —. Ahora das aquí —señala bajo sus hombros.

Estoy embelesada mirando fijo hacia la muralla de músculos que está delante de mí. La camiseta se adhiere a cada uno.

Quiero salir corriendo, meterme bajo la cama o un lugar donde me pueda desahogar, esto es muy difícil para mí, más cuando el hombre del cual he estado enamorada toda mi vida actúa como que nada ha pasado.

—El tiempo pasa —farfullo bajo.

Tengo que sostener a Jacob con fuerza para no dejarlo caer.

—Hermano —se gira a papá que ya baja las maletas, Koa va con él para bajarla quien no le molesta levantarlas por los aires —. No me dijiste que ya eras abuelo.

Salgo de mi conmoción, ahora sí recuerdo de que esperan los niños respuesta.

—No es mi hijo —mi voz suena más segura —. Es mi ahijado, pero no creo que sea algo del otro mundo, no debería sorprenderte cuando te perdiste por tantos años.

Hay reclamo en mí, miro la mirada severa de mi padre, mamá quiero darme de palos y mi tío se ha quedado suspendido en el aire.

Los niños permanecen normales, pero Koi y Kaili ya son grandes y pueden hacerse a una idea.

Nadie habla, yo sólo doy la espalda ingresando con el bebé. Koi y Kaili me siguen.

—Yo también le preguntaba a papá porque no veníamos —comenta mi primo que ya casi es un hombrecito. Será muy guapo tanto como su padre.

Se parece tanto a él, usa el mismo cabello, mismos ojos, será tan alto como él, ahora que lo observo, es de mi altura, solo Kaili es más baja, pero no terminará en alcanzarme.

—Koi, tus siempre estás preguntando —Kaili coloca los ojos en blanco.

Aquí vamos con sus peleas. Los extrañaba.

Hago de vez en cuando video llamada con los dos.

—No seas metiche —masculla el varón.

—Metiche tu abuela —contesta Kaili.

La tentación de lo prohibido ©Where stories live. Discover now