Capítulo 25

5.6K 486 114
                                    

Koa.

El momento en el que la sangre me bulle, sube y baja por mi cuerpo con fuerza, caliente, espesa, la siento en mis oídos, llegando hasta las neuronas.

El corazón la bombea con rapidez, este late a su vez con bravura.

Arrepentirme o esconderme no está en mi ADN, sin embargo, me arrepiento de haber dejado entrar a esta víbora a mi vida.

—Dame eso, Violette —pido, sigiloso.

Estoy calmado aún, bastante calmado para mi habitual temperamento.

—No —se ríe, su dentadura blanca y perfecta como si hace un comercial de pasta dental —. Es mi seguro.

Su justificación me llena de diversión.

Es patética.

—Tu seguro —repito —. ¿Tu seguro de qué, Violette?

Su delgada mano hace algún ademán, buscando el término correcto, yo solo puedo leer el símbolo de dinero en sus orbes.

—De estar a tu lado —responde encogiendo un delgado hombro.

Cansado de tanta mierda que ha llegado a mi vida de un solo golpe, peino las hebras de mi cabello.

En dos zancadas tengo a Violette contra la pared, sin hacerle daño, inútilmente lucha para que no le quite el pedazo de celular.

—Jugar sucio no es de principiantes —musito con calma —. Antes de hacer alguna tontería piénsalo dos veces, Violette.

El iPhone lo estrello contra el piso de mármol, mi bota va contra su pantalla, pisoteo en repetidas ocasiones, desbaratándola por completo, hasta que al final solo quedan los pedazos de lo que fue.

Violette viene a darme una cachetada, pero, ¿Quién demonios se cree que es? ¿Mi madre?

He olvidado mi labio partido, la rabia reemplaza todo dolor.

Sus débiles muñecas las atrapo con una sola mano.

—Tengo copia de seguridad —se jacta en mi cara —. Vas a pagar por esto, Koa.

Su confesión en vez de dejarme nervioso me convence más de lo que debo hacer con esta mujer.

—Fuera de mi casa, Violette —ordeno —. Vas a dormir ahí abajo, sin hacer ruido o molestar a alguien, mañana a primera cuando me despierte, no quiero encontrarte.

Forcejea conmigo, libero sus muñecas despectivo.

—Te doy una semana para que vengas a mí o...

—¿O qué Violette?

—O voy a mandar ese vídeo a tu hermano —concluye amenazante —. La prensa va a saber que te revuelcas con la zorra de tu sobrina, dame mi lugar y todo seguirá igual.

Dejo salir una carcajada en medio del pasillo.

Mi madre asoma la cabeza por la puerta, tarde o temprano mis pequeños despertaran.

—Primero que todo, Violette, el lenguaje de una persona dice mucho y más de una mujer que se cree así misma culta, demuestras lo contrario querida —mascullo con tranquilidad —. Segundo, lo que le hiciste a Bella no se iba a quedar así, yo no voy a acostarme con la mujer que la lastimó, mucho menos con alguien que insulta a su propio género.

Las uñas las clava en la palma de sus manos.

—Son consciente que son las tres de la mañana para estar discutiendo —interviene mi madre.

La tentación de lo prohibido ©Where stories live. Discover now