Capítulo 14

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Koa.

No estoy entendiendo nada o quizá algo en el fondo de mí sí, me grita ese algo que estoy siendo hipócrita al tratar de disipar lo que realmente entiendo por su llanto, el dolor expresado en sus bellas y finas facciones, su carita tan roja por el disgusto que parezco generarle.

—Calma, muñeca, ¿Qué tienes?

Cuando la toco mi contacto no parece poder tranquilizarla, por el contrario, la altera mucho más de lo que ya está, sacudiendo su cuerpo con absoluta violencia.

—¡Nunca entiendez nada! —sus uñas se sienten sobre mi piel a través de la tela que ahora luce mojada —. Te hacez el idiota.

Lástima como no hay idea en este mundo.

Siento que ya vivimos esta escena. Estoy en lo correcto, tres años atrás algo parecido.

La realidad me golpea sin aviso, estoy temblando por dentro al imaginar de nuevo esas confesiones.

—Báñate, llamaré a tu madre —aparto su tacto, me quema que me toque, me quena de manera dolorosa, de una forma nada prudente y aceptable, quiero...quiero abrazarla, los labios los tengo secos y no por sed, sino por algo más, deseos de tomar los suyos entre los míos, no dejarla. Es insano todo lo que sucede conmigo —. Buenas noches, Bella.

Doy la espalda, deteniendo mi andar al sentir un zapato impactar en mi cabeza.

Giro para verla tirarme el otro, deteniéndolo a centímetros de mi cara.

—¡Zigue huyendo! ¡Maldito cobarde! —llora tan desgarrador —. Voy a dezirte... —hipa —, porque estoy azi.

—No quiero escuchar —trato de detenerla.

Ante mi intimidación se echa a reír. El agua fría ya no parece afectar a su cuerpo borracho.

—La bebida zi te haze divertirte, creí como eztupida que zuzederia igual conmigo, ¿Zabez que pazo? —no responde —. ¡Contezta Koa! ¡Erez un puto cobarde! ¡Cobarde! Zucedió que logre con ello que duela maz aquí —golpea su pecho —. Me entierraz un cuchillo cada día...

Se quiebra algo dentro de mí.

¿Por qué? No me gusta lastimarla, puedo matarme con quien sea por ella, que no le toquen una uña, no ver su cara llena de lágrimas o sentir que la están lastimando. No obstante, no te preparas para luchar contigo mismo cuando eres tú el causante de sus lágrimas.

—Muñeca...

—Ya puedes irte, Koa, yo me hago responsable de mi hija —interviene Elizabeth sentándose en el borde de la bañera con una gran taza de café.

—Si necesitan algo me avisas.

Elizabeth ayuda a Bella con la taza.

Si algo soy consciente ahora es, ese cariño de madre, algo más que eso, creo ver resentimiento y regaño en Elizabeth.

Te asusta ver esa combinación y más si la conozco, éramos más unidos al principio cuando llegué a vivir aquí, mi madre se casó con el entonces dueño de esta casa, Elizabeth fue una de las que trató de que me adaptara, fuimos cercanos, solo que yo puse limites debido a unos acontecimientos.

—Christopher me ayudará, no necesito tu ayuda, retírate.

Me ahorro el seguir discutiendo con esta mujer.

Salgo del baño de Bella, presto mayor atención a los detalles que lo adornan, es todo cálido, huele a ella en cada rincón, en sus mesillas de noche tres fotos adornan, la familia entera, ella con sus padres y una que solo porta conmigo.

La tentación de lo prohibido ©Where stories live. Discover now