Capitulo 56

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Elizabeth

Siento que me voy quebrando por dentro. Ver a Bella en ese estado está matando todo de mí.

Mañana tendré mil multas sobre mis costillas y si es que estoy viva. Si Bella vive, yo también, porque ella es lo más importante para mí, respiro, sigo adelante, soy feliz porque la tengo a ella, amo a Christopher, sin embargo, el me dio el motor que todos necesitamos.

Nos la arrebatan de las manos en cuanto pisamos un hospital, lánguida en brazos de Enrique, tiesa en una camilla, pálida, fría.

Oh Dios, esto está acabando lentamente con toda mi fortaleza.

—Mi hija tiene que vivir, Enrique —sujeto al chico con violencia de la camisa que tiene, a la vez que cientos de puñaladas atenazan todo de mí —, o juro que acabaré con todo antes de reunirme con ella.

Quizá sienta misericordia, pena por mi estado, a consecuencia de eso no hace nada porque deje de apretarlo como lo hago.

Dejé de tener fe después de todo lo malo que me pasó, ¿De qué me servía suplicar a quien sea que estuviera en el cielo si con cada día mi calvario aumentaba? Todos decían que solo eran pruebas, que fuera alguien capaz de mantener la esperanza, cuando fui maltratada, usada, desechada, cuando perdí a Ángel, lo sostuve entre mis brazos más él no lloró, nunca más en la vida volví a tenerla.

Sin embargo, Bella es todo lo que me importa del todo en la vida, no sé quién me escuche mentalmente, quien me lea o si alguien puede llegar a sentir el dolor que llevo dentro, solo sé que imploro con el corazón abierto.

Me vale una mierda que todos me vean arrodillada en medio de una sala con los brazos abiertos extendidos hacia el techo, al tiempo que las lágrimas corroen una tras otra por mis pómulos, mejillas, por los laterales de mi cabeza, mojan mi cabello sucio, la ropa, no me duelen los golpes que recibí, solo duele mi hija.

—Bella es fuerte —susurra Enrique —. Estoy segura que a ella no le gustaría verla así.

Quizá tenga razón, soy del tipo de madre que enseñó a su hija a estar casi todo el tiempo presentable, pero Bella buscó su propio estilo, a ella no le gustan las faldas, le gustan los pantalones, prefiere un par de zapatos bajos a pasarse todo un día en tacones, Bella me enseñó tantas cosas de las cuales ahora me arrepiento de no haberlas disfrutado.

—Pero Bella no está ahora —reviro.

Sigue el dolor, el sosiego, la incertidumbre, a la vez de la confirmación que todo va mal.

Con ayuda de Enrique que no se me despega de al lado, soy sentada en una silla de vuelta, tengo el cuerpo frío, arrojan cubos de hielo sobre mi corazón, maltratan mis entrañas.

Pienso en ella sonriendo, estaba muriendo el día que nació, más yo sería feliz con tal de que Bella viviera, duré un mes sin verla de recién nacida, me sentí tan culpable cuando al principio no quería tomar pecho después de regresar a casa, ya estaba gordita, grandecita, abundante cabello rubio, brillantes ojos verdes, unas mejillas rosadas adorables.

La recordaba, sus diminutos pies aún sucio cuando la sacaron de mi cuerpo, así como sus manitas, no tardamos en entrar en el calor de madre a hija, y Bella se volvió mi mundo, no era Christopher que pese a todo soportaba la sobreprotección con nuestra hija, no quería perros, que nadie me la cargará, la cambiaba de ropa más de seis veces al día, así como los pañales, cuidé de Bella con esmero, todos los años de su vida lo he hecho, que tengamos diferencias eso no implica nada, es mi más grande amor.

Estoy sintiéndome tan culpable, yo no la protegí como debía, no salvé a Daniel, no maté a Violette a tiempo, pero si puedo matar a cualquiera que no me la devuelva.

La tentación de lo prohibido ©Où les histoires vivent. Découvrez maintenant