Capítulo 50

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Bella

Estoy tan enojada que el termino queda corto para describir cómo es que me siento. La ropa estorba, el que hallan más personas que seamos él y yo, incómoda.

Es como un deja vu, donde se repiten escenas soñadas o más bien vividas, porque este teatro ya ha pasado varias veces en nuestras vidas.

Quiero reventar, sacarle los ojos a la tal verónica, castaña, de ojos mieles, buena estatura y como diría cualquier director de la industria, la figura perfecta.

Crispo los labios tratando de fingir lo mejor que puedo, sé que no se da, ¿Cómo lograrlo si lo que quiero es despellejarlo vivo? A ella cortarle la mano para que así deje de tocarlo y estar pegada como un chicle.

¡No es de su maldita propiedad!

—Bella —se adelanta Koi a abrazarme, recibo la muestra de cariño del niño con dos besos en la mejilla, un fuerte abrazo, los extraño —. Que hermosa estás —repara el brazo de Francis en mi cintura, se queda estudiándolo, socarrón, malicioso, se mira con Kaili, levanta los pulgares, sutilmente retira el brazo de mí, reemplazándolo por el suyo —. Así luces mejor.

Sonríe inocente, como si yo no lo conociera desde que nació, algo traman, causando curiosidad por saber que es.

—Koi...—advierto.

Guiña un ojo a Francis quien echa humo por las orejas, desconcentran todos mis pensamientos asesinos con sus ocurrencias.

—Estoy seguro que al pajarito no le molesta, ¿verdad? —hace ojitos para Francis, este fuerza media sonrisa.

No les agradan mis hijastros y primos, que se aguante, con ellos no.

Jacob balbucea feliz, pasando de los brazos de Koa hacia los míos.

Le dejó el perfume impregnado en la ropa, cosa que inunda mis sentidos, mareándome, llevándome a recordar tanto, a la misma vez que despierta más a la mujer dormida.

—Todo está muy bonito —comenta la actriz.

Por inercia giro el cuello hacia ella, que mantenga la boca cerrada porque carezco de paciencia e ignoro el tiempo que va a costarme en no lazármele encima con la rabia que le tengo.

Estoy siendo tóxica, tengo unos celos nada sanos, son hasta enfermizos.

Mis plegarias son escuchadas, Kaili viene para abrazarme, le acomodo el cabello, hermosa, ya es una señorita.

—Tampoco la soporto —susurra a mi oído —. Ya acaben con esto y vuelvan a estar juntos.

La petición entristece todo mi ser, paso de ella a su padre, este ni me mira, que no lo haga raya el autocontrol que tengo.

—Kaili...—balbuceo.

Jacob agita los brazos hacia Koa, este se ve en la obligación de tener que acortar la distancia entre los dos, la altura, el porte, la ropa, su aura, el olor que me gusta, hace que el corazón se acelere en el pecho a la misma vez que mis hormonas se revolucionen.

Le extiendo al niño el cual ríe feliz entreteniéndose con el collar de Koa, en el proceso sus dedos rozan los míos, lo miro, queriendo encontrar lo mismo y el que siga como si yo no existo, forma un nudo en la boca del estómago, obstruye todo, desde el aire hasta dificultar la acción de tragar.

¡Quiero que me mire!

La tal verónica quiere pegarse del brazo de nuevo, si lo hace voy a apartarla, quiero hacerlo porque me enferma verla así, campante, presumiendo lo que no es de ella.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora