Capítulo 24

5.4K 471 218
                                    

Bella.

Su confesión me ha revolucionado las mariposas, las hormigas, los nervios, todo de mí arde, se conmociona y las emociones chocan una con otra a la misma vez.

Lo ha dicho, eso significa algo.

Carajo, soy una mujer con experiencia suficiente para interpretar bien lo que ha dicho, hacer la pregunta tonta si es por otra cosa carece de sentidos aquí.

—No te contengas entonces —incito, sin soltar sus pupilas oscuras.

Mi mano va al botón de mi pantalón; con movimientos suaves y pausados desabotono bajo la bragueta, entonces, tiro como puedo de la tela, realizándola como puedo por mis piernas, sin doblarme, solo al borde de la cama.

—Te lo suplico, Bella —implora con el tono de voz mucho más agudo, casi lloriquea.

Aprieta los puños a sus costados, es momento de jugar, Bella Jones, ahora o nunca.

—Necesito ayuda, por favor —susurro. Mi lengua acaricia mis labios.

De pie detrás de la puerta, como una estatua, sin hacer movimiento, traga saliva con pesadez, su nuez se Adán moviéndose muy lenta.

Siento una punza de deseo, los dedos me hormiguean por tocar ese cuello.

—Bella...—sisea, dando un paso al frente —. Bella, por Dios, Bella.

Tira de las hebras de su cabello con fuerza, deja escapar un resoplido con fuerza.

—Por favor, Koa —hablo con su mismo tono, bajo, sigiloso —. No puedo doblarme, duele.

Soy una perfecta mentirosa, ahora mismo no siento dolor, si no otra cosa, tengo un fuego interno que amenaza con destruirme.

—Llamaré a mi madre —informa, luchando por ver sólo mi cara.

—Despertarla por una tontería que tú puedes hacer es injusto —artículo, deteniéndolo —. Soy tu sobrina, ¿Lo recuerdas?

Maldice en hawaiano.

Toma una bocanada de aire.

—Ese es el problema —farfulla, molesto —. Eres mi sobrina.

Pestañeo.

—No estoy entendiendo nada —me hago la tonta.

Está excitado.

Demonios.

Koa Malú Zuzunaga Boccanera está excitado por mí.

El bulto en sus pantalones es incapaz de pasar desapercibido.

—Tápate, como único voy a ayudarte —sentencia, incómodo, busca disimular la reacción de su cuerpo.

Y yo terca como soy, decidida a la vez a terminar con toda la poca incertidumbre que aún le queda.

Me pongo de pie, sollozo en cuanto el hueso tira, el dolor se extiende a través de mi pierna.

—Ah —gimo bajo, que nadie se despierte. Odiaría que interrumpieran.

Mi osadía es suficiente para tenerlo a mi lado, rodeando mi torso, su mano entorno a mi cintura, sujetándome para yo no caer.

Ha valido la pena lastimarme.

—Joder, Bella, deja de ser terca —regaña —. Te lastimaste.

Es lo que menos me importa.

Mi pecho pegado a su pecho sin un centímetro por donde pueda pasar aire.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora