Capítulo 59

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Bella

Tengo la leve impresión que hacía tanto no disfrutaba de un beso tan hermoso, suave, delicado, con tanto sin palabras, es una acción que lo demuestra todo. Koa acostumbra a los besos rudos, urgentes, a los besos cargados de pasión, este es muy distinto a eso, es tierno o así lo siento yo.

Cuando se agita mi respiración, para, apoyando su frente con la mía, anclando su mirada a la mía, suspiramos, yo tomo bocanadas de aire.

—La paciente no puede tener emociones fuertes —entra una enfermera con mala cara, regañando directamente al muñeco —. Si continúa así le voy a pedir, por favor, que abandone la habitación.

Cortas y precisas palabras que logran asustarme, ¿Cómo se atreve?

—De ninguna manera —niego, poniéndole un alto, sigo agitada, sonando a retrasada por la manera en la que hablo, me vale —. Él no irá a ninguna parte, ¿Promételo?

Estoy exigiendo, quiero tener la movilidad, darle órdenes a mi cuerpo, la necesidad de anclarme a él con todo lo que soy es avasalladora, quema, surge, va subiendo como lava ardiente.

Que siga respirando mal, que los latidos aumenten y transpire en la frente, solo muestra cuanto lo necesito, esta dependencia que tengo por Koa, arrasa al resto, él es el centro de todo lo que puedo ver, tener, sentir, oler...de todo, de mí.

No me lo pueden quitar.

—Lo prometo, ella solo bromeaba —asegura, sabiendo los dos que no era una broma, sin embargo, entiendo a lo que se refiere, indirectamente la está mandando a callar, que nos deje y no se meta, es una advertencia.

Ahora entiendo todo lo que escuché, Koa no suele atropellar a los demás sin motivo, si hizo aquello de hablar mal, pelearse con los médicos y quién quisiera apartarnos, lo hizo por los dos, para estar juntos siempre.

Lo amo más que nunca, más que la milésima de segundo que acaba de pasar, es un amor que sobrepasa los limites.

La enfermera coloca mala cara, peinándose el cabello, plancha las arrugas invisibles del traje que porta.

—Los estaré vigilando —señala, elevando el dedo índice —. A la próxima...

—Nada —recibo un bocado más de sopa, masticando. Esta mujer quiere arruinar mi existencia será —. Somos pareja...—hago otra pausa, comienzo a desesperarme por la torpeza que desprendo, necesito ser yo de nuevo —, es natural.

Con exageración vira los ojos hacia el techo, es tan amargada que su mala vibra inunda el ambiente. Suficiente tengo con todo lo que no recuerdo y agobia, con no moverme, esta desesperación creciendo, necesito una respuesta. Que vaya a otro lado a molestar.

—¿No se iba? —pregunta Koa, señalando la puerta —. La sofoca, tenga un buen día.

Eso es lárgate que me desespera tu presencia diplomáticamente, al menos eso veo yo.

Ella lo analiza cómo si fuera un demonio mientras yo la fulmino, mi muñeco solo está jugando.

Respiro, tranquila al fin cuando desaparece, puedo volver a estar en la burbuja de felicidad, es todo hasta que los pensamientos y mi situación hace acto de presencia.

—¿Por qué...no me muevo?

Acepto el agua necesitada de líquido para mí garganta, atesoro los pequeños momentos, el sorbete se siente nuevo, así como el envase, al menos para mí.

Un año estuve dormida, por eso estoy que cada cosa la detallo como si fuera la primera vez en verla.

—Faltan un par de estudios para darnos un diagnóstico —contesta, tan relajado que envidio la confianza que tiene, la que exhuma.

La tentación de lo prohibido ©Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz