Capítulo 19

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Bella.

El shock lo hago a un lado en cuanto soy consciente de la situación. ¿Quién cree que es Koa para darme órdenes? Mi padre por supuesto que no lo es.

Me cargó acuesta como si de un costal de papas se tratara.

Va a escucharme, él simplemente no puede irrumpir en vida como un huracán arruinándolo todo, referirme a todo es mi estabilidad mental y sentimental.

Arrojo el monedero en el primer inmueble que encuentro, con pasos firmes sonando mis tacones contra el mármol de la casa, le sigo la pista hacia dónde se dirigió que es la cocina.

Mi cara ha de decir todo lo que estoy sintiendo, el coraje que por mis venas fluye. En otro momento de mi vida estuviera bailando en una pierna de la emoción, eso era cuando era una estúpida niña soñadora e ilusa, eso se acabó.

Puedo amarlo con todas las fuerzas de mi corazón, sin embargo, tengo amor propio, soy todo lo contrario a un títere que se maneja fácil.

La conversación de quienes ocupan el comedor me obliga a calmarme un poco el temperamento de mierda que ahora mismo tengo.

Mi padre es el primero en evaluarme desde los pies hasta la cabeza.

—¿Dónde dormiste? —pregunta dejando la mantequilla.

Muerdo mi lengua, las mejillas, cruzo los dedos tras mi espalda rogando que mi madre haya dicho Tara.

—En casa de Tara —contengo el aliento —. Era la más cercana por lo que fuimos allá con otras de nuestras amigas.

El martilleo de mi corazón zumba en mis oídos, latiendo al mismo ritmo que se mueven las manecillas del reloj.

—Ven aquí, princesa —señala mi asiento habitual, sus comisuras curvadas mostrando sus blancos dientes —. Debemos hablar de tu ida a Londres.

El señor Koa Zuzunaga mastica con calma, muy tranquilo si no fuera por las ojeras bajo sus ojos diría que está estupendo.

—De eso mismo quiero hablarles —solo tomo una porción de frutas —. Mi querido tío me ha dicho apenas llegué que nos vamos en la noche, declino eso papi, puedo irme el fin de semana quizá, tengo cosas que hacer, amigos con los que compartir, de la noche a la mañana es imposible solo decirle a Tyler que me voy.

La palabra clave para que Koa deje caer los cubiertos es el nombre de mi novio.

—Ya le expliqué a tu padre los motivos por los cuales nos vamos hoy —articula cerniendo sus pupilas sobre las mías.

Me cruzo de brazos.

—No me digas —ironizo —. Supuestamente, ¿Cuáles son esas?

Muevo contra el piso mis pies exasperada por esta situación, me cansa.

—Estaré bastante ocupado en la empresa por un inconveniente que tardara algunas dos semanas en resolver, no puedo recibirte en el aeropuerto, los niños tendrán entonces que irse con sus madres unos días —explica con toda la convención del mundo reunida en su perfecta boca.

Arqueo una ceja no creyendo absolutamente nada de lo que me ha dicho, si es cierto que me perdone Dios, si es mentira mi molestia será aún peor.

—¡Ay no! —chilla mi prima dejando su desayuno —. Mamá y su novio estarán juntos este verano, ser espectadora de su gran muestra de miel que me empalaga.

La abuela, mi madre, el resto e incluso a mí se me escapa una risilla.

—Mamá irá con los abuelos, mi primo el raro estará ahí, le gusta molestarme, no lo soporto, todos me tratan como un niño —se queja Koi —. Anda prima, no me hagas esto.

La tentación de lo prohibido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora